Mariona Camats i Torrents (La Garriga, 1997) es violonchelista. Fue la ganadora de la Beca Internacional Pau Casals (2016), del primer premio Stein Wettbewerb de la Universidad de Augsburgo (2016), del Premi de la Crítica del Primer Palau (2020) y de la Beca de estudios en el campo de la música 2020 de la Fundación Güell. Ha estudiado en el Leopold Mozart Zentrum de la Universidad de Augsburgo (Alemania), en la Queen Elisabeth Music Chapel de Waterloo (Bélgica), en el Artist Diploma en la Academia Stauffer de Cremona (Italia) y actualmente estudia violonchelo barroco con Petr Skalka en la Schola Cantorum Basiliensis de Basilea (Suiza). Ha actuado en Catalunya, España, Francia, Alemania, Holanda, Austria, Suiza, Bélgica y China.

Mariona Camats / Foto: Miquel Muñoz

Estos días está en Catalunya de visita para ver a su familia y amigos. El último domingo de enero estuvo en La Garriga ofreciendo un concierto con Eudald Buch al piano, que además es su primo. Aprovecho que sé que está por tierras catalanas para decirle de encontrarnos y charlar un rato. Aprovecho la ocasión, también, para proponerle vernos en la cafetería del Palau de la Música, porque una conversación sobre música clásica, la relación que tiene con el país y el trato que se le da dentro del mundo de la cultura, bajo el ladrillo rojo y los arcos de Domènech i Montaner, todavía tiene más sentido.

La enumeración de conciertos y premios y tu currículum en general, con veintisiete años, es impresionante. ¿Sientes que has ido demasiado rápido?
No lo creo, no. La verdad es que no tengo esa sensación, porque pienso que todo me ha ido llegando: de un concierto ha salido otro. En este sentido, la música es una carrera de fondo. Es como un deporte de élite pero a largo plazo y para toda la vida. No tengo la sensación de haber ido demasiado rápido porque ya empecé con la conciencia de que esto sería un camino largo, así que procuro ir día a día, por así decirlo. Al futuro más próximo. Me parece que así es como, con los años, he ido construyendo toda esta biografía.

¿Planteárselo en estos términos también es una manera de garantizar que el peso de las expectativas y la presión no sean demasiado fuertes?
Me considero una persona ambiciosa y exigente conmigo misma, pero lo soy a la hora de perfeccionar las interpretaciones, no en relación con mi carrera. Yo lo que quiero es tocar: me da igual dónde, porque considero que todos los lugares son importantes y todo el público merece lo mismo. No tengo unos objetivos concretos en el sentido de decir "quiero tocar en tal sala" o "quiero ganar tal premio". Simplemente, quiero tocar, porque esto es lo que disfruto.

La música es una carrera de fondo. Es como un deporte de élite pero a largo plazo y para toda la vida

La vida del músico intérprete es una vida en solitario.
La verdad es que yo siempre me he sentido muy bien acompañada por mi familia y por los profesores. También por los compañeros músicos y amigos que he ido haciendo durante el recorrido. Me parece, sin embargo, que si no hay vocación es imposible hacerlo. Ser músico intérprete, quiero decir. Tiene que ser una vocación. Eso es lo que hace, al menos para mí, que no se me haga pesado. Debo enfrentar los retos que se me van presentando y debo poder hacerlo lo mejor que sepa. A mí me pasa poco, pero está claro que la vida de los solistas internacionales que van por todo el mundo, son aplaudidos y luego vuelven solos al hotel, exige mucha fortaleza mental. Por eso digo que tiene que ser totalmente vocacional, porque si no te apasiona, no tiene sentido hacerlo.

En todo esto que explicas, ¿qué cantidad hay de talento y qué cantidad hay de disciplina?
Con talento y sin disciplina no se llega a ningún lado. Pero con mucha disciplina y sin talento, tampoco. O sin vocación. Yo diría que, en primer lugar, debe haber vocación, esa fuerza interior que te empuja. Y, en segundo lugar, pienso que es importante enfocar esta disciplina que hace falta para hacer brillar el talento desde la positividad. Yo nunca he tenido la sensación de haber tenido que hacer ningún sacrificio, porque dedicarme a la música es lo que quería hacer. Es como quien quiere estar en forma e ir al gimnasio cada día. Siempre siento que me gusta estudiar, que quiero seguir mejorando y que quiero hacer conciertos. Esto me encanta. ¿Disciplina? Por supuesto. Pero que venga de esta motivación y este deseo de perfeccionamiento. ¿Talento? ¿Qué entendemos por talento? El talento también es inspiración, sensibilidad, curiosidad… es un conjunto de muchas cosas. Debe haber un equilibrio entre todos los factores y, por encima de todo, debe haber la vocación.

De todo tu recorrido también se desprende que para formarte y para ganarte la vida has tenido que irte. ¿Por qué pasa esto? ¿Es imposible florecer musicalmente en Catalunya?
No es imposible, pero la situación no ayuda. Precisamente hoy leía el informe que encarga la Asociación Catalana de Intérpretes de Música Clásica, realizado por Magda Polo, y reflejaba que el 72% de los municipios catalanes, en 2023, no programaron ningún concierto de clásica. Ninguno. Con este dato en la mano, ya te puedes imaginar cómo está la cosa. Es multifactorial: hay un problema subyacente que es que la clásica no "está de moda", por decirlo de alguna manera. Que no forma parte del mainstream. Y otro es que los músicos nos vamos porque también queremos buscar a aquel profesor o aquella escuela que más nos conviene. Aquí en la ESMUC y en el Liceu hay muy buenos profesores, pero quizás no son lo que tú quieres o necesitas. Cuando ya te has ido, te das cuenta de que es más fácil tocar, ganarte la vida y entrar en la rueda laboral en otros lugares de Europa que en Catalunya. En general, hay más cultura de clásica fuera del país.

En Catalunya, la música clásica no 'está de moda' y eso hace que sea difícil florecer musicalmente aquí

¿Y qué se puede hacer para remediarlo? ¿Se puede cambiar la manera en que el mundo de la cultura se relaciona con la clásica para desprenderla de sus estereotipos?
Claro, yo no soy política. Me parece que es tarea de todos ir haciendo pedagogía. Algo que me encuentro bastante a menudo es gente que viene a mis conciertos, que quizá nunca ha ido a un concierto de clásica, y que acaba muy sorprendida. Una de las frases que más escucho es: “yo no entiendo de música, pero lo he disfrutado mucho”. Es que no hace falta entender de música para disfrutar un concierto de clásica, pero como quizá se asocia a ese tipo de elitismo cultural, el público se sorprende. Es evidente que hay un gran desconocimiento respecto a la música clásica, pero todo esto es bastante psicológico: después de ir a un concierto, todo el mundo es capaz de identificar que lo ha disfrutado. Para ir eliminando estas nociones preconcebidas, quizá también estaría bien que la música clásica tuviera más presencia en los medios, y esta entrevista es un buen ejemplo. ¿Cuántos músicos de clásica debió entrevistar TV3 el año pasado? En Catalunya, a la música clásica se le da un lugar marginal en el mundo de la cultura, y no lo digo solo porque me interese que los músicos tengamos trabajo, no. También me interesa porque creo que descubrir y vincularse con la música clásica puede hacerle mucho bien a mucha gente, y quizá no se den cuenta porque las circunstancias favorecen relacionarse con ella desde esos prejuicios que mencionábamos. Creo que quien no tiene conocimientos de clásica siempre piensa que se está perdiendo algo cuando va a un concierto. Que no sabe lo suficiente. Y sí que es cierto que quizá una persona que tiene nociones de música entiende ciertas cosas que no entiende quien no tiene esas nociones, pero eso ocurre con todos los géneros musicales. Sin embargo, la parte emocional, esa la puede entender todo el mundo por igual. Esa es la gracia, ¿no? Que la parte de la música que no se puede explicar con palabras es precisamente la que tenemos más al alcance y con la que podemos conectar más.

Fuera de Catalunya–Alemania, Bélgica, Suiza, Austria–, ¿es más fácil entrar en el mercado laboral porque la música clásica está al mismo nivel que el resto de géneros? ¿Dirías que allí está más arraigada?
En todos estos lugares, objetivamente, hay más conciertos de música clásica que aquí, y es mucho más habitual que la gente asista a ellos. Creo que lo valoran mucho más. También hay una oferta mucho más amplia de orquestas, por ejemplo, con unas condiciones laborales mejores que las que hay aquí. Además, se invierte más, tanto desde instituciones públicas como privadas. No tengo cifras exactas a mano, pero el dinero siempre es un factor clave.

Has hablado de irte para poder tener unos profesores concretos, también. ¿Cómo debe ser un profesor para que te vayas hasta Alemania o hasta Suiza para recibir sus clases?
Una parte importante que explica el hecho de buscar profesores concretos es la inspiración que ellos pueden transmitirte como artistas y como modelo. Pero lo que también es muy valioso es que sepan entender a sus alumnos, porque cada persona es un mundo. Hay personas a quienes les va muy bien que sean exigentes con ellas y hay otras personas, como yo misma, a quienes nos va bien que nos dejen ir avanzando a nuestro ritmo. Y para mí, esto depende del carácter personal, pero en el fondo siempre debe haber un gran respeto por la música y una comprensión muy profunda de este arte. Al final, cada uno toca con su estilo, con su propia sonoridad, pero hay unas reglas no escritas de la música que deben estar en la base de todo. Y esos fundamentos son los que el profesor debe tener claros y transmitir para ofrecer un mapa a seguir. Después, tú tomas las decisiones que quieres, pero siempre desde ese respeto a la música y desde ese plano común que te permitirá construir la catedral: la partitura. En la música no todo vale, y para mí eso es importante. Luego, cada uno hará lo que quiera, pero los fundamentos comunes deben estar ahí. Un buen profesor debe tener esto muy claro.

Mariona Camats / Foto: Miquel Muñoz

Hasta hace poco tocabas un violonchelo que había sido de Pau Casals.
Tuve a Lluís Claret como profesor, y él fue ahijado de Pau Casals y también había tocado este violonchelo. Para mí es un instrumento muy especial. Ahora mismo lo tiene la Fundación Pau Casals y lo están cediendo a jóvenes violonchelistas. Un poco como hice yo, que empecé a tocarlo con doce años. Este violonchelo fue el inicio de todo: los primeros conciertos y recitales, y todo lo que surgió a partir de ahí. Me encanta la historia de este instrumento, y no solo porque lo tuvo Pau Casals –que, de hecho, lo tocó poco tiempo–, sino también porque lo tocó su sobrina Pilar, que fue la primera violonchelista solista catalana. Mujer, quiero decir. Por eso también me hizo mucha ilusión. Después de ella pasó a Lluís Claret, y luego me llegó a mí. Este hilo histórico, que es lo que para mí representa este violonchelo, es precioso. Es una sensación increíble poder formar parte de esto.

Con talento y sin disciplina no se llega a ningún sitio. Pero con mucha disciplina y sin talento, tampoco

El año 2016 también ganaste la beca Pau Casals.
Fue muy bonito. Cuando ganas la beca, firmas un contrato con la Fundació en el que te comprometes a tocar a sus actos durante cuatro años. Fueron todos actos muy interesantes. Al ganarla también te comprometes a ser "embajador" de la figura de Pau Casals, en el ámbito nacional y en el ámbito internacional. Me dio mucho impulso y contribuyó a que me salieran más conciertos. Fue un momento crucial.

Pau Casals es una figura reconocida en el imaginario de la música clásica del país, pero a veces parece que sea el único. ¿Hay todo un mundo de música clásica catalana olvidado?
En realidad, no hace falta ir muy lejos para encontrar otros referentes. Dentro de la misma familia de Pau Casals está Enric Casals, que era un gran músico y compositor y que es bastante desconocido. He tocado su suite para violonchelo solo, que dedicó a Pau Casals, y todo el mundo queda encantado de poder escucharla. Pau Casals tuvo mucho reconocimiento, y en ningún caso diría que fue culpa o responsabilidad suya el eclipse del resto de músicos. También es cierto que en su tiempo no había tantos intérpretes como ahora, por ejemplo, y eso favoreció que su figura destacara más. En cuanto al olvido de todo un mundo musical, me parece que la responsabilidad está bastante compartida. Los intérpretes tenemos trabajo que hacer aquí. Y los programadores también. Si pones la música clásica catalana en el escaparate, si das a conocer piezas de aquí, la gente queda encantada. Pero, claro, hay que darlas a conocer. Yo misma pienso que hay piezas de compositores catalanes que aún no he tocado y que quizá sería bueno que me pusiera las pilas. Durante 2022 y 2023, con Eudald Buch, tocamos la sonata para violonchelo y piano de Juli Garreta por toda Catalunya. La gente tiene interés. A veces da miedo programar cosas que no sean mainstream, y me parece que, en cierto modo, eso es infantilizar al público, pensando que no lo entenderá. Es cierto que hay asociaciones que, poco a poco, intentan influir y cambiar este marco, pero queda mucho trabajo por hacer. Con los intérpretes también pasa que, si no tienes apellidos extranjeros, se da por hecho que no podrás llenar salas.

¿Por qué pasa esto?
Por sentimiento de inferioridad. Pero eso no es algo exclusivo del mundo de la música, supongo que a los catalanes nos pasa un poco en todos los ámbitos. También hay que decir que aquí, en el Palau de la Música, por ejemplo, estos últimos años han estado haciendo mucho trabajo para incluir intérpretes catalanes. En general, sin embargo, me parece que todavía persiste esa idea de que, si es de fuera, será mejor. Tenemos al pianista Eudald Buch, al pianista Albert Cano, al Trio Fortuny o al Quartet Cosmos. Hay una generación de jóvenes músicos en Catalunya que es realmente excelente, y no lo digo solo en términos de talento, sino también porque me parece que tienen una sensibilidad y una creatividad muy especiales. Entre los intérpretes catalanes hay muy buen ambiente: nos damos mucho apoyo y ver que a los demás les va bien también te da ánimos.

Mariona Camats / Foto: Miquel Muñoz

La próxima semana ya vuelves a Suiza.
Sí. Y creo que, de momento, me gustaría quedarme. Siempre con un pie en Catalunya, claro. Estar en Suiza está muy bien por todo el tema de las oportunidades laborales y para poder tocar con una gran variedad de músicos, pero sin olvidar de dónde soy y dónde he crecido. Me encanta tocar en Catalunya: el público es muy agradecido y todo el mundo sale siempre muy entusiasmado de los conciertos. Es muy gratificante.