“No tengo tiempo que perder, solo tiempo que ganar”. Esa frase que un día dijo Lolita (la hija mayor de Lola Flores), se la hace suya Marisa Paredes. Le parece tan buena, que vamos, no la hubiese firmado ni Ortega y Gasset. Paredes ha venido a Barcelona a presentar la nueva versión digitalizada de Tras el cristal, el debut cinematográfico de Agustí Villaronga, del que fue la protagonista. Una proyección enmarcada dentro de una retrospectiva integral del director mallorquín, ciclo que se celebra del 8 de mayo al 15 de junio como parte del programa Visibilitzem el cinema català de la Filmoteca de Catalunya.
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El privilegio de ser artista
Marisa Paredes no olvidará nunca el primer encuentro con Villaronga. El cineasta, en vez de citarla en un bar, una terraza o un café para hablarle de la película, le propuso un parque como punto de encuentro, la Dehesa de la Villa. Un hecho, para ella, insólito. “Eso ya indicaba que tenía un carácter especial”. A Marisa Paredes, que había iniciado su carrera interpretativa en el teatro (nació rodeada por ellos), y que había descartado definitivamente la tentación de dedicarse a la música: le seducía interpretar el repertorio de Luis Eduardo Aute; la propuesta le vino que ni pintiparada. En efecto, siempre tuvo buen ojo a la hora de escoger papeles, también para descartarlos (excepto uno que luego contaremos). Eternamente etiquetada como 'chica Almodovar', la trayectoria de Marisa Paredes va mucho más allá de la filmografía del director Manchego. “En el momento en el que me contactó Agustí, yo no hacía muchísimo cine, porque no tengo el clásico físico ibérico: no soy morena con ojos negros ni nada de eso. De hecho, mi papel en la película, primero se lo había ofrecido a Geraldine Chaplin, pero se asustó”.
Cuatro décadas después, a sus 78 años, Paredes sigue activa. De hecho, los últimos días los ha vivido a un ritmo frenético. Tal vez por ello, lo primero que hace es avisar que no está para puñetas. Viene de rodar, también en Barcelona, la nueva película de Lluís Miñarro (hombre de cine, especialmente reconocido por su faceta como productor, responsable de algunos de los títulos más aclamados de directores como Albert Serra, Marc Recha, Isabel Coixet o Manoel de Oliveira). Se trata de una road movie que se titulará Emergency Exit. También ha participado en dos capítulos de la serie Vestida de azul con los Javis (a quienes adora, sobre todo por La Mesías: cree que hay un antes y un después gracias a su arrojo), ha amadrinado la exposición De la ligereza de Virginia Rivas en +Mad, hace poco recordó sus inicios en el teatro debido al regreso del programa Estadio 1 y, siempre comprometida políticamente, ha defendido a ultranza la postura de Pedro Sánchez.
Marisa Paredes está en Barcelona, pero había vuelto a Madrid para resolver un asunto para, al día siguiente, volver a Barcelona. Con tanto vaivén, no disimula su estado, esa es su naturaleza. Ya nos ha avisado: no está para puñetas. Si está nerviosa, resopla; si no está de acuerdo con algo, protesta. Contrariamente, si algo le parece bien, llegado el caso, aplaude y sonríe. Gruñona o alegre, nunca abandona su estilo y glamur. Tampoco una firmeza que parece hecha a prueba de bombas, aunque tampoco esconde sus flaquezas: en un momento dado de la charla, evoca un episodio de depresión que la dejó fuera de combate hará unos cuatro años. Superado ese bache, en parte gracias a la llegada de su nieta Telma, Paredes reconoce el privilegio de ser artista.
Una mirada turbia
“Conocí a Agustí el día que me llamó desde Barcelona y me dijo que tenía un guion para mí. Me lo envió, lo leí, y me quedé estupefacta. Tenía una fuerza extraordinaria, como luego fue la película. Yo a él le daba el perfil de personaje alemán. Le planteé las dudas que me generaba la película, no por el guion, sino por las dificultades que veía para poder llevarla a cabo. Le hablé de la producción, que llevaría Teresa Enrich (figura imprescindible del cine catalán en su faceta como productora), que por cierto, qué valiente. En todo caso, era un producto difícil de vender. Por ahí también andaba Pepón Corominas (productor catalán de cine vinculado a las trayectorias de cineastas com Bigas Luna, Gonzalo Herralde, Eloy de la Iglesia o el mismo Pedro Almodóvar). Entonces, le pregunté a Agustí si tenía al chico".
Ese chico era David Sust, entonces un adolescente de mirada inquietante. "Aunque no era profesional, tenía toda la fuerza y esa magia. Y también esa mirada turbia". Sust lo tenía todo para convertirse en una figura preponderante de nuestro mundo interpretativo. Pero las expectativas no siempre se cumplen. Después de Tras el cristal, volvió a trabajar con Villaronga en El niño de la luna. Participó en Demasiado viejo para morir joven, la ópera prima de Isabel Coixet; se dejó ver en algún film más como Material urbano de Jordi Bayona y en producciones televisivas como 13 x 13, L’avi Bernat, El despertar de la primavera... Y desapareció. En 2019 volvimos a verle interpretando un pequeño papel en la película Boi de Jorge M. Fontana. Y ya. Resiguiendo su rastro en la red, hay artículos que aseguran que trabaja de carpintero en el barrio de Gracia de Barcelona.
Se generó terror, pues llevábamos media película y no sabíamos cómo se iba a acabar
"La niña también era fundamental, y el alemán era Günter Meisner. Hasta me enseñó el storyboard, que lo tenía plano a plano, todo pensado y diseñado, para esa casa que luego iban a tirar abajo. Se generó terror, pues llevábamos media película y no sabíamos cómo se iba a acabar. Como era la más conocida del reparto, recuerdo que fui a hablar con Antoni Llorens (creador y propietario de Lauren Films) para que nos ayudase, previo acuerdo ventajoso para él”. 40 años después, Paredes recuerda con gran entusiasmo la película, aplaudiendo cada uno de los detalles que amaga. “La música es importantísima, los colores se mueven en tonos grises y azulados, todo en el mismo croma... Hay planos que los ves ahora, con la versión remasterizada, y son extraordinarios. La fotografía, el sonido… y el esfuerzo de todos. Günter se aprendió los diálogos en castellano, y luego lo dobló el maravilloso Lluís Homar”.
Un secreto que no debería explicar
Obviamente, con ella que fue presidenta de la Academia del Cine Español entre 2000 y 2003, y que en 2018 recibió el Goya de Honor, merece la pena hablar de cuánto cuesta levantar una película, en comparación a otras artes, ya sea componer música o escribir un libro, ejercicios más solitarios e independientes. “El cine es una labor de equipo. Claramente, hasta el último señor o señora que arrastre un cable para enchufar un monitor. En definitiva, todo el mundo es importante. Evidentemente, para hacer cine hace falta una mayor osadía y todo ese arrojo. Vas a dirigir a toda una troupe, a todo un equipo y convencer a un productor para que ese guion se haga, buscar los decorados, y lógicamente el reparto. Es un proceso, en general, más complejo. Pero a favor hay esa sensación de comunidad, de grupo. Al final, todos están remando en la misma dirección”.
Todas las películas me han aportado algo, y yo he aportado algo a ellas también. Todas me han parecido interesantes, incluso las malas
Marisa Paredes está fascinada con su nuevo trabajo. Le brillan los ojos cuando habla de la experiencia. “De algún modo, voy a volver a Tras el cristal. Creo que desde entonces, aparte de Almodovar, y teniendo en cuenta que todas las películas me han aportado algo, y yo he aportado algo a ellas también, todas me han parecido interesantes, incluso las malas. De todo sacas experiencias, y unas veces aciertas y otras, no. A mí lo que siempre me ha interesado es arriesgar,. Cuando entregas parte de tu vida, tienes que entender también que somos unos privilegiados. Podemos hacer lo que nos gusta a diferencia de la gran mayoría, que no tiene un trabajo satisfactorio".
Dice Marisa Paredes que es un secreto, que no debería explicarlo, pero no se puede contener: en la película de Lluís Miñarro hará de ella misma. "Me encanta qué cuenta y cómo lo cuenta, me parece súper original. Tiene algo de Buñuel, de surrealismo. Es algo totalmente distinto a todo lo que yo he hecho. Tengo mucha fe en esta película. Tengo la intuición de que puede ser muy sorprendente y hermosa”. A estas alturas de su carrera, se mueve por los estímulos. “Yo estoy en un momento de mi vida en el que puedo elegir. Lo ha sido así casi siempre, pero también he tenido que aceptar algunas cosas que no me llenaban del todo, pero al final es nuestro oficio. Y lo que no había hecho ya antes, me atrae. Y cuando Lluís me dijo que me había hecho personaje, como en Cómo ser John Malkovich, me hizo ilusión y me dio tranquilidad. Ahora hago de mí misma y ese es otro privilegio”.
Contándolo todo
El papel que Marisa Paredes no pudo aceptar fue el que interpreta Hanna Schygulla en Pobres criaturas de Yorgos Lanthimos.”No lo rechacé, estaba feliz de hacerlo. Lanthimos tenía ese personaje para mí y cuando me llamó, me apasionó. Pero se me juntaron una serie de problemas personales. Pasó de todo en mi vida. Mi hermano se contagió del COVID este terrible, y estuvo a punto de irse para otro sitio. Después una obra en casa, que con la pandemia se complicó porque no había materiales y se convirtió en un caos. Y, bueno, entré en depresión. Yo que parezco tan imbatible, toqué fondo. Hasta que nació mi nieta Telma, eso me dio toda la energía que tenía y más. Mi lucha política, la personal, todos mis discursos, van también por ella”.
Yo me posiciono siempre: con lo de Ayuso, con lo de Gaza... Con todas las causas que hay que defender y las que no hay que olvidar. Eso es sagrado
La suya fue una de las voces que salieron al paso por los ataques a Pedro Sánchez y a su familia. “Yo me posiciono siempre: con lo de Ayuso, con lo de Gaza... Con todas las causas que hay que defender y las que no hay que olvidar. Eso es sagrado. Siempre fui feminista, siempre fui reivindicativa. Yo y toda mi generación, que hemos luchado a brazo partido para los que hoy tienen todo y creen que se lo han regalado. Estamos viviendo una época de egocentrismo absoluto y los poderosos no te dan nada si no lo pides a gritos”.
Marisa Paredes se tiene que marchar. Debe ir a presentar Tras el cristal, la sala ya está llena. Antes se despide con el ímpetu de la Leo Macias que interpretaba en La flor de su secreto (su favorita del periodo Almodóvar). “Te he contado de todo. Hala, ahora escribe”.