En la última década, Marta Segarra (58 años, Barcelona) se ha formado en el estudio y en las relaciones que establecemos con el resto de animales. Un estudio que ha llevado a la catedrática de Literatura Francesa y de Estudios de Género de la Universidad de Barcelona, que vive en París —donde trabaja como directora de investigación en el Laboratorio de Estudios de Género y Sexualidad-LEGS del Centro Nacional de Investigación Científica—, a publicar Humanimales. Abrir las fronteras de lo humano. El ensayo es una muestra de todo aquello que nos vincula con el resto de seres vivos y que a menudo ignoramos, maltratamos y, en el peor de los casos, acabamos con sus vidas para el consumo humano o para divertimento de algunos que todavía disfrutan cazando o sentados ante una corrida de toros.
Aprovechando que ha venido unos días a Barcelona a moderar un debate en el CCCB, quedamos con la catedrática de estudios de género en el mismo centro del Raval, para hablar del libro y de lo que le ha llevado a analizar, estudiar y a publicar este ensayo; "Cuando te cuestionas los límites, la deconstrucción de las fronteras o de las puertas —que se pueden abrir— y de los binarismos en relación al género, eso me llevó a la cuestión de la animalidad, porque vi que la frontera última que normalmente la filosofía no deconstruye nunca, es la frontera entre aquello humano y lo que denominamos animal, como si nosotros no lo fuéramos".
¿Entonces, qué nos hace ser humanos?
No hay una lista de cosas concretas que nos lo hagan ser. Encontramos cosas que nos diferencian de otras especies, pero que también nos acercan, y entre ellas pasa lo mismo. Antes se decía que lo que nos hace humanos es la autoconciencia, el hecho de ser conscientes de nosotros mismos, pero eso se puede deconstruir. Una de las pruebas que se hacía para saber si un animal no humano tiene autoconciencia, es la de mirarse delante de un espejo. Las especies que se reconocen tienen autoconciencia —algunos simios, lo hacen—, pero en general, las otras especies no se sentían identificadas, hecho que significa que no tenían autoconciencia.
Desconocemos si el resto de animales no humanos tienen conciencia de sí mismos
Pero eso es muy antropocéntrico, porque en nuestro caso, nuestros sentidos los basamos en la vista, siendo este el principal sentido para explicarnos el mundo, pero muchas de las otras especies aparte de la vista utilizan el olfato, el tacto y otros tipos de vista, también. Que para ellos, verse en el espejo no signifique nada, no quiere decir que no tengan autoconciencia, quizás la tienen de otra forma.
El problema, dice, es que el hombre cree firmamente en su propia excepcionalidad, dentro y fuera de la especie humana. ¡Somos unos egoístas!
Somos la especie que ha conseguido más poder sobre el entorno y la que se está cargando el planeta. En este sentido, no sé si es una causa o una consecuencia, nos ha hecho muy antropocéntricos y muy egoístas. Imagino que todas las especies deben ser egoístas, no pienso que podamos establecer una escala de valores de egoísmo. Pero sí que hemos construido una excepcionalización de la especie humana. No es que nos creamos superiores, es que nos situamos en otra dimensión, como si ya no fuéramos animales ni humanos casi, por eso podemos hacer lo que nos dé la gana con el resto de animales y con el planeta, porque primero venimos nosotros.
Hemos construido una excepcionalización de la especie humana
Mucha gente todavía no se da cuenta de que con esta actitud nos estamos haciendo daño a nosotros mismos, estamos destruyendo nuestro hábitat, nos estamos empobreciendo, e incluso, los más pesimistas nos dicen que nos extinguiremos.
En el libro recuerda que los humanos no somos la única especie que posee lenguaje, cultura, política o sensibilidad, por ejemplo.
Está claro que las otras especies animales se comunican entre ellas, pero, además, sabemos que entre especies diferentes también hay comunicación. Todos tenemos experiencias de comunicación con animales no humanos. Comunicación que no quiere decir que sea verbal, sino que es otro tipo de comunicación que también utilizamos naturalmente nosotros, los humanos. Lo hemos focalizado todo en el lenguaje, pero la comunicación que se dice no verbal, lo que dicen nuestros cuerpos, lo que dicen nuestros ojos, la cara, la entonación, es tan importante como lo que dicen el sentido de nuestras palabras. No es lo mismo decir una misma frase con una entonación que con otra, la ironía es eso. El lenguaje, si lo definimos desde un punto de vista exclusivamente humano, es evidente que solo nosotros lo tenemos, pero si lo pensamos de forma abierta, no podemos decir que tengamos la exclusiva.
Lo mismo pasa con la política, que quiere decir las relaciones dentro de una comunidad que permiten poder vivir en común, la organización de las relaciones sociales. Eso pasa en todas las especies. En general las especies son gregarias y se tienen que organizar. Por ejemplo, Jane Goodall, etóloga especialista en chimpancés, dice que estos hacen política y guerras. Eso también es otra idea de que a veces idealizamos a los otros animales. Por desgracia no somos los únicos en nada.
Dedica un capítulo a hablar de las mascotas. ¿Por qué tenemos? ¿Para satisfacer nuestro bienestar? ¿Para sentirnos acompañados de alguna forma?
Esta es una explicación muy clara, de hecho, hablamos de animales de compañía y tienen esta función, pero hay quien se pregunta quién hace compañía a quién. No solo son relaciones de explotación, sino que muchas veces se crean lazos de efecto y de mutua compañía, porque aquel animal no humano también te necesita y también formas parte importante de su vida en muchos casos. Por eso hablo de los vínculos de parentesco, que muchas veces, hoy día, la gente siente que sus mascotas o animales de compañía forman parte de la familia. Hay quien como el papa se escandaliza, porque piensa que solo los humanos formamos familias, pero pienso que la familia se ha expandido gracias a los feminismos y al movimiento LGTBIQ+, existen otras formas de relación entre especies.
Después de leerla, me arrepiento de haber esterilizado a mi gato. Los privamos incluso del sexo en muchos casos.
Muchas veces hacemos cosas...
¡Por no hablar de las explotaciones!
Eso ya es otro nivel, ya no pensamos que son animales. Lo consideramos materia prima y ni siquiera pensamos que son individuos. En cambio nuestras mascotas, nuestros animales sí que los pensamos como individuos, es tu gato y tiene un nombre. A pesar de los lazos de afecto, estamos en una dinámica de esta excepcionalidad que no se te ocurriría nunca en la vida capar a una persona, lo encontrarías horroroso, incluso las discusiones de la castración química con los agresores sexuales en muchos países se encuentra en el límite de los derechos humanos, aunque sean agresores, hayan violado, matado o que lo pidan para no volver a caer. Con los animales no humanos nos parece algo banal, cuando no lo es, de hecho, nada es banal.
El trabajo de muchos animales no humanos es una tortura. Viven para nosotros y no con nosotros.
Está claro que cuando quieres darte cuenta de ello, de cómo se producen los productos que comemos, ves claramente que aquello es una burrada en el sentido de que no es sostenible, se tendrá que acabar en algún momento u otro, se está agotando. Hay quien dice que "siempre se han matado animales para comer", y es cierto, aunque historiadores y antropólogos dicen que al principio el ser humano no era tan carnívoro, porque entre otras razones, no disponía de carne tan fácilmente. Pero con el tiempo nos volvimos más carnívoros, con el punto de inflexión que ha cogido la industria alimentaria desde hace 70 años aproximadamente, con la incorporación de todas las tecnologías que lo permiten. Esta producción con cadena de proteína animal, que digo yo, se hace a base de animales concretos, uno por uno, pensándolos como una masa amorfa, porque no los vemos nunca. Por eso los mataderos también están protegidos de las miradas así como las granjas industriales. Las criaturas van a ver granjas con 4 gallinas para ver de dónde salen los pollos y los huevos, pero no les llevarás a ver una granja industrial porque es un lugar de sufrimiento, y las criaturas se darían cuenta de ello. No es un lugar de criaturas ni para humanos en general, a menos que los humanos lo hagamos muy bien eso de mirar hacia otro lado, de no querer ver lo que hay.
Los humanos lo hacemos muy bien eso de mirar hacia una otro lado, de no querer ver lo que hay
¿Confía en que habrá algún cambio en esta mirada algún día?
Está habiendo un cambio. La gente joven, en muchas partes del planeta, ya tiene más conciencia de la urgencia climática, pero también del sufrimiento asociado a este tipo de civilización carnívora, exceptivista y de industrialización de la ganadería.
A pesar de no ser conscientes, nos recuerda que los humanos también somos animales domésticos.
De la coevolución se ha hablado mucho, es decir, de que hemos evolucionado gracias y en coexistencia con una serie de especies que han evolucionado con nosotros. A veces forzándolos, haciendo eugenesia con los perros, con los gatos; los menos agresivos, los más bonitos, los más pequeños, los más grandes, depende de la función... Pero no pensamos en cómo ellos nos han domesticado, cómo ellos han construido nuestras casas, nuestra forma de vivir dentro de casa, y en este sentido podemos hablar de codemesticación también.
Al final, invita al lector a abrir las fronteras del humano, a escapar del binarismo y a hacer surgir el animal que llevamos dentro. ¿Seremos capaces o seguiremos con nuestro modelo antropocéntrico característico?
Eso es una exhortación, pero pienso que es la única salida que tenemos. Si no tiramos por aquí, realmente vamos hacia la catástrofe ambiental, y no lo digo yo, lo dicen los expertos. También a nivel individual, porque hay mucho sufrimiento en nuestras sociedades, occidentales sobre todo, que se expresa mediante enfermedades crónicas o enfermedades graves o depresiones... Enfermedades psicosomáticas o mentales, y creo que buena parte de este sufrimiento viene de eso, de que nos hemos colocado en una situación, con una cultura, con un modo de vivir que es insostenible también a este nivel, a nivel psicológico o psíquico y con eso estamos pagando una factura muy grande.
Un placer escucharla, gracias por el tiempo dedicado.
A vosotros.