"Esta vez ha sido un poco atípico respeto a cómo funciono normalmente", explica Max. Max es Francesc Capdevila i Gisbert, uno de los artistas más relevante del mundo del cómic y la ilustración en nuestro país, autor de personajes tan icónicos como Gustavo, Peter Pank o, más recientemente, Bardín. Hoy me espera en la sede del editorial Finestres, un piso del Eixample con aire de club privado de gentlemen ingleses, que contrasta con su presencia de vieja estrella del rock. Figura que irrumpió en la década de los setenta como miembro destacado de la generación del cómic underground, el de publicaciones como El Vibora, El Rrollo enmascarado o Cairo, a su larga lista de reconocimientos (fue Premio Nacional del Cómic| en el 2007), ahora ha sumado el Premio Finestres de Còmic en catalán por Qué, una obra que combina el estilo minimalista de sus dos obras anteriores: Rey Carbón y Fiuuu & Graac, pero con el sentido del humor de Bardín.
En algún entre L'auca del Senyor Esteve, la Odisea de Homero y el Carpanta de Bruguera, Qué es el viaje iniciático hacia la nada de un hombre de mediana edad en crisis. Un tipo del siglo XX perdidísimo en el siglo XXI, que hace camino intentando buscar respuestas a las muchas dudas que lo asolan. Una visión lúcida y traslúcida, cargada de humor, de la sociedad actual retratada por un autor que en estas páginas, trazadas con una magistral sentido del minimalismo estético, aporta toda su sabiduría vital. "Vi la convocatoria del premio Finestres y pensé que me podía presentar", continúa. "Lo que pasa es que solo tenía dos meses para entregar la obra y, prácticamente, tenía que empezar de cero. Es decir, en aquel momento no tenía ninguna idea en la cabeza. Pero me puse y salió el esquema general. Cuando hago un cómic, me espero a qué me vengan las ideas. A veces vienen muchas, pero la mayoría las aparto porque no tienen demasiada sustancia o no las encuentro recorrido en aquel momento. Pero en este caso, tuve que forzar un poco la máquina y eso ha sido positivo para la creatividad. De hecho, tampoco ha sido nada nuevo para mí, porque como ilustrador, estoy acostumbrado a entregar con plazos de tiempos muy justos y eso me estimula la imaginación. En un principio me pasé dos o tres semanas tanteando otras ideas o mirando ideas antiguas, a ver si alguna funcionaba. Hasta que esta empezó a tomar forma y vi que tenía que ir por este camino. Básicamente es una estructura narrativa muy concreta, como una obra de teatro, en que a cada episodio le podía enchufar un tema diferente. Con esta base, empezaron a nacer los personajes y, a partir de aquí, todo fue bastante rodado".
Conflicto y humor
Què es una novela gráfica de mundos en confrontación. Tiene unos referentes muy clásicos, pero se habla de temas muy actuales: las nuevas masculinidades, la influencia de las redes sociales, la gentrificación de las grandes ciudades... Es un viaje iniciático, pero a la inversa. El personaje siempre va a la contra, en la dirección opuesta. Quiere hacer el camino de Santiago para encontrarse, pero acaba en Turquía totalmente perdido, con más preguntas por resolver de las que se había planteado al iniciar su particular odisea. "En Què todo está bajo el signo del conflicto. Encuentro que este es el tema de hoy en día: estamos inmersos en conflictos constantemente. Quería reflejar este ambiente de confrontación que se crea por cualquier tema, desde los más importantes a los más chorras. La gente vive en la confrontación. Y unos cierran filas aquí, los otros cierran filas allí, y hay que lo odian todo y a todo el mundo. Todo está muy crispado. Decidí ir por aquí, pero con mucho humor".
En Que todo está bajo el signo del conflicto. Encuentro que este es el tema de hoy en día: estamos inmersos en conflictos constantemente
El humor, marca de agua de la obra de Max, es una de las maneras más inteligentes y descriptivas para entender este gran misterio que es la vida. "Para mirar de entenderla o, como mínimo, para soportarla", destaca. "Yo trato de tomar distancia y el humor es una manera de tomar esta distancia". También trata de relativizar las cosas, asevera, empezando por él mismo. "El humor, ya de entrada, me lo aplico a mí mismo. Es una ayuda. Te ayuda a no estar permanentemente asqueado y fastidiado. Aunque motivos para estar fastidiado hay. De hecho, sobran. Pero no puedes vivir eternamente enfadado. El humor es una herramienta perfecta para cambiar el foco, para iluminar aquello que habitualmente queda en la sombra. Y las cosas que parecían irrisorias cobran importancia, y las que parecía que eran importantes quedan en la sombra. Encuentro que es es un ejercicio muy sano, mirarse el mundo así. Mover el foco te permite ver el mundo de otra manera".
¿Y al final Què?
Leyendo Què pensé, todavía no sé por qué, en El Mago de Oz. Podría ser un referente. Pero no lo ha sido. La nueva obra de Max, sin embargo, sí que, como el cuento de L. Frank Baum, recurre a la estructura del viaje iniciático. Un género muy bien definido y estudiado, incluso demasiado. "De hecho, se ha convertido en una plantilla que puede usar cualquier autor y con solo cambiar cuatro elementos, escribir un libro. El Mago de Oz es un ejemplo, claro. La Odisea es otro más antiguo y primitivo. Es un género que tiene siglos de existencia y yo lo que quería era hacer uso para destriparlo. Es muy aburrido aquello del protagonista que va enfrentándose a pruebas y superándolas, superándolas y superándolas hasta al final conseguir aquello que buscaba, convirtiéndose en una persona mejor y más realizada. El problema es que la vida real no es así. En la vida real tropiezas y quizás tienes que volver al punto de partida". La vida, cierto, es más parecida al Juego de la Oca, a veces llegas al final, pero lo más probable es que te caigas en el pozo o que tengas que volver a la casilla de salida. El viaje que plantea Què es este, con un personaje que llega al final sin aprender nada ni convertirse en mejor persona. "Así que sí, he cogido el esquema de los viajes iniciáticos para demoler este falso optimismo".
He cogido el esquema de los viajes iniciáticos para demoler este falso optimismo
Spoiler, al final de Què, Max mata a su personaje. "Sí, lo mato. De hecho la muerte es un hecho, el más incontestable de la existencia, que como sociedad, todavía no tenemos asimilado. Pero la muerte del protagonista no es exactamente el final. Lo mato, sí, pero después pasa otra cosa". Y esta es una de las lecciones, aunque Max no quiere impartir doctrina de nada, que se extrae de su novela gráfica: después de aquí no hay nada. "Es lo que pienso, pero tampoco lo impongo". De hecho, el libro da a entender que quizás hay alguna cosa. "Yo soy un creador de ficciones. No soy un sociólogo ni un experto en nada, por lo que no puedo dar respuestas a nada. Yo me hago preguntas y las planteo a través del humor. El libro suelta una especie de discurso, pero no es un discurso cerrado, eso lo dejo en manos de cada lector, porque hay muchas situaciones ambiguas e interpretables". Es este uno de los hechos que Max denuncia del arte contemporáneo: le molesta que primero pronuncie el discurso y después venga la obra. "El resultado es que hay discursos súper potentes con obras pobres y tristes. Encuentro que tendría que ser al revés: tienes que hacer la obra más estupenda posible y que el discurso nazca después de la propia obra".
Los hombres hablan con la Titola
De Què destaco la visión pausada y reflexiva que un hombre de 66 años hace de la sociedad del año 2023. Un retrato crítico, pero con intención de entenderlo. Hay una crítica, pero hay pensamiento y una voluntad de aproximación. "Lo último que quiero en esta vida es ser el abuelo cebolleta. No soy un yayo rebotado con el mundo porque no lo entiendo". Uno de estos hechos es el dibujo que hace Max de la masculinidad y los roles de género hoy día, reflexión representada en la novela por el personaje del Titola. "Necesitaba una contrapartida del protagonista y decidí que fuera una voz interior".
Es el paradigma de esta masculinidad que ha marcado el patriarcado durante siglos, que ha castigado brutalmente a las mujeres, pero también a los hombres, creando unos estereotipos que nos son totalmente nocivos
Voces interiores tenemos muchas: el niño interior, la sombra de nosotros mismos... Todas las personas en realidad son muchas personas al mismo tiempo, incluso en conflicto con nosotros mismos. Una de estas voces que tenemos los hombres es la titola. De hecho, hay hombres que solo hablan con la titola (el pene). Eso me iba bien para introducirlo en un contexto de matices y grises. Porque la vida no es blanco o negro. Este Titola, que no es más que una títere dentro de un teatrillo, en el fondo actúa como el personaje que tiene juicio. Es un personaje muy ingenuo, pero al mismo tiempo es muy protector con el protagonista. Sin embargo, por otra parte, es el paradigma de esta masculinidad que ha marcado el patriarcado durante siglos, que ha castigado brutalmente a las mujeres, pero también a los hombres, creando unos estereotipos que nos son totalmente nocivos. De resultas de todo eso, ahora estamos en un punto en que no sabemos hacia donde ir ni cómo salir, porque estamos en un pozo en que nos hemos metido nosotros mismos".
Redes sociales y franquicias
Sensacional también es el capítulo en el que el protagonista de Qué se choca con una influencer y divaga sobre el hecho cultural actualmente. "Tengo la sensación que a través de las redes estamos reduciendo todo a pequeñas pastillitas y 'a otra cosa mariposa'. Hay géneros, como los microcuentos que son geniales, pero culturalmente no podemos vivir solo de eso". Sí, como lectores podemos disfrutar de los haikús, de microcuentos, de aforismos. Incluso de tuits ingeniosos en Twitter o posts creativos en Instagram o TikTok, pero, de vez en cuando, o a menudo, también tenemos ganas de engancharnos a un tocho y pasar un buen rato. "Eso es incompatible con el mundo digital o virtual, tal como está planteado ahora. Además, hay todo el cosmos de los fastidiados y los odiadores. Gente que está metiendo mierda todo el rato. Me pregunto qué pasaría si toda esta energía que requiere enfadarse y comunicar que están fastidiados la usaran para crear". Max no tiene redes sociales. Se ha mantenido al margen de este universo paralelo. Él tiene un blog donde va publicando sus dibujos. "De entrada también parecía que las posibilidades eran muchísimas, pero no ha sido así. Todo se ha acabado pervirtiendo". El último tocho que ha devorado Max ha sido Nuestra parte de noche, la última novela de la periodista argentina Mariana Enriquez. "Más allá de dibujar, leer es lo que más me gusta. También me gusta mucho salir a caminar por la naturaleza y escuchar música. En el estudio siempre dibujo suena alguna cosa. Soy muy ecléctico. Me muevo entre el rock, el punk, la americana... Ecléctico pero siempre con guitarras".
Me pregunto qué pasaría si toda esta energía que requiere enfadarse y comunicar que están fastidiados la usaran para crear
En este retrato que Max hace del siglo XXI, también hay cabida para la gentrificación, con un sonoro varapalo al modelo social de la Barcelona actual. "De nuevo, no querría parecer un yayo descarnado, pero nací aquí y aquí viví aquí hasta los veintiocho años". Desde entonces el dibujante vive en Mallorca. Su juventud está atada a la Barcelona de aquella época y todos tenemos mitificada nuestra juventud. "Pero claro, la Barcelona que hay ahora ya no se parece en nada a aquella. No se parece porque el momento social es muy diferente. Pero, sobre todo, no se parece porque la ciudad ha entrado, a partir de las olimpiadas, en un proceso de gentrificación, de ponerse guapa... Eso ha derivado en qué han desaparecido las cosas que daban personalidad en Barcelona. Y estas han sido sustituidas por franquicias y cadenas, que son las mismas franquicias y cadenas que te encuentras en Madrid, en Roma, en París o en Nueva York. Lo único que nos queda es el barrio Gótico y los edificios de Gaudí que, afortunadamente, no se pueden derribar. Pero a nadie le da pena que se carguen una tienda histórica y lo sustituyan por un local de moda con luces de neón".