Mi único tuit medianamente viral lo debo a Manuel de Pedrolo. Se me acudió una tarde de diciembre, cuando di con una ilustración de Joan Cornellà donde aparecía una influencer en bikini que se fotografiaba al lado de un niño negro, medio desnutrido y con cara de pocos amigos. Como la escena parecía transcurrir en un paisaje apocalíptico y como, seguramente, había bebido un poco más de lo recomendable, decidí compartir la imagen bajo un titular breve y conciso: "¿Mecanoscrit del segon origen?". La cosa funcionó. En pocas horas, el tuit acumulaba 1.000 likes, cerca de 100.000 impresiones y unos cuantos comentarios referentes a su potencial traumático. Entonces todavía no había leído la novela, pero sabía de ella lo que sabe más o menos todo el mundo, es decir, que, sus protagonistas son Alba (una adolescente "virgen y pardusca") y Dídac (un niño todavía más pardusco), que, después de que la civilización se extinga, acaban encamándose con el fin de garantizar la supervivencia de la especie humana. Cuando él muere, por causas que no vienen al caso, ella asume que la única opción que le queda es recurrir al incesto.

Manuel de Pedrolo, el escritor de las 20.000 páginas / Foto: EFE

Hecha la bromita (y recibimiento la pequeña dosis de ego que estos fenómenos acostumbran a generar en aquellos que malgastamos incontables horas dentro de la red de redes), me olvidé del tema, sin perder ni un solo segundo a analizar las lecciones que se podían extraer de su (relativo) éxito. Han tenido que pasar unos cuantos meses (dos años casi), para que el destino me haya vuelto a hacer pensar en el Mecanoscrit. La culpa ha sido de una efeméride, concretamente, del 50 aniversario de su publicación por parte de Edicions 62 (que vuelve a reeditar la obra ahora en formato cómic), que ha llevado a Oriol Rodríguez a encargarme el artículo pertinente, es decir, este que ahora estáis leyendo. Si no fuera por él y por el ejemplar amarillento del libro que rondaba por el comedor de mi casa (y por el de gran parte de los hogares de este país), quizás nunca me habría adentrado en las aventuras de Dídac y Alba y, seguramente, me habría ido al otro barrio sin entender el funcionamiento de una de las maldiciones más terribles que pueden afectar a un escritor, un mal que he decidido bautizar con el nombre de Efecto Pedrolo.

La historia del incesto eclipsa el resto de la novela de la misma forma en que esta sepulta el conjunto de una de las obras más prolíficas de la literatura catalana

Anécdotas y categorías

Se trata de un efecto especialmente perverso, que tiene la particularidad de actuar de forma opuesta a las doctrinas de Eugeni d'Ors sobre las anécdotas y las categorías. Si el filósofo barcelonés defendía que las primeras tenían que elevarse al nivel de las segundas, el Efecto Pedrolo (que no recibe el nombre de su descubridor, sino de su principal víctima) hace exactamente lp contrario, convirtiendo las categorías (lo importante) en hechos anecdóticos. La enfermedad, más sofisticada de lo que habría que esperar, actúa por capas, que se dedican a sepultarse las unas a las otras por orden de banalidad. La historia del incesto, el hecho excéntrico ("traumático" en palabras del grupo de pazguatos que reaccionaron a mi tuit) que monopoliza la atención de los lectores menos despiertos, eclipsa el resto de la novela de la misma forma que esta, con más de un millón de copias vendidas y un potencial icónico incomparable, sepulta el conjunto de una de las obras más prolíficas de la literatura catalana, conformada por 20.000 páginas que abarcan la poesía y el teatro, la ciencia ficción y la novela erótica, el libro de espías y el dietario.

Cuando más fácil habría sido ganarse un espacio en el mainstream de la Transición, Pedrolo decidió ponerse a escribir columnas periodísticas que, bajo el nombre de Cròniques colonials, atentaban directamente contra la línea de flotación del pactismo de Pujol y del PSC

Por si no fuera suficiente, esta extensa producción, que siempre se menciona como un ejercicio de constancia y obstinación ante la censura franquista (responsable que algunos de sus libros tardaran décadas a publicarse), acostumbra a hacer que el literato medio se olvide de las motivaciones profundas de un hombre que siguió siendo marginado durante los años de la democracia. Cuando más fácil habría sido ganarse un espacio en el mainstream de la Transición, Pedrolo decidió ponerse a escribir columnas periodísticas que, bajo el nombre de Cròniques colonials, atentaban directamente contra la línea de flotación del pactismo de Pujol y del PSC de los Juegos Olímpicos. El escritor, que nunca fue muy aficionado a frecuentar los círculos literarios barceloneses y a hacer más amigos de los estrictamente necesarios, se declaró independentista en un momento en que hacerlo parecía un acto de locura y murió dos años antes de que Barcelona se presentara en el mundo del Final de la Historia al ritmo de un Amigos para siempre, que, muy probablemente, le habría hecho venir náuseas

¿La supervivencia futura del pueblo catalán?

Mientras otros se rendían (pasándose al castellano o folklorizándose), él resistió, cosa que me parece su calidad más destacable y que, entendido debidamente, nos puede permitir aproximarnos a su libro más famoso desde un punto de vista un poco diferente del habitual. ¿No hay que ser mucho despierto para darse cuenta de que, aparte de ser un entretenimiento de ciencia ficción, el Mecanoscrit del segon origen tiene uno claro contenido social (característica que seguramente ha ayudado a convertirlo en lectura obligatoria por parte del colectivo de postpsuqueros que ha dominado las aulas de gran parte de nuestro país durante las últimas décadas), pero... ¿Y si, además de eso, fuera un programa político? ¿Y si, más allá moralizar sobre las virtudes del antirracismo y el feminismo (claramente presentes en sus páginas), también incluyera una serie de consejos pensados para garantizar la supervivencia futura del pueblo catalán?

El hecho de ser madre se convierte, por lo tanto, en no solamente un capricho o un acto de amor, sino una necesidad, un sacrificio que hay que hacer para garantizar la supervivencia del país

Partiendo de un contexto de destrucción causada por fuerzas ajenas (que podrían ser entendidas como metáfora de las tropas franquistas), los personajes de Pedrolo no tan solo dedican sus esfuerzos a la supervivencia exclusivamente material, sino que inician una tarea de preservación del patrimonio cultural basada en la constante búsqueda y ordenación de los libros que han sobrevivido a la catástrofe. A esta "salvación de las palabras", tan habitualmente predicada por los patriarcas de nuestra cultura, se suma un elemento con menos prestigio, pero que, desde un primer momento, se convierte en una de las máximas obsesiones de Alba. Se trata de la natalidad, la importancia de la cual ha sido a menudo ignorada por el movimiento nacionalista, pero que, en el universo del Mecanoscrit, se convierte en la clave de la supervivencia. No hay Catalunya sin catalanes y para que haya catalanes, hay que tenerlos. El hecho de ser madre se convierte, por lo tanto, en no solamente un capricho o un acto de amor, sino una necesidad, un sacrificio que hay que hacer para garantizar la supervivencia del país.

Portada de la nueva edición, en versión cómic , del Mecanoscrit del segon origen de Edicions 62

Resistencia primaria

Hablo de Catalunya y no de la humanidad, porque el escritor mezcla intencionadamente estas dos categorías, convirtiéndolas en una misma cosa. Eso se ve especialmente claro en el epílogo del libro, donde un editor ficcional se pregunta si Alba "es la madre de la humanidad actual". Exponiendo las opiniones de eruditos que llevan por nombre Eli Raures y Olguen Dalmasas, el autor nos invita a asumir que, en "el año 7138 de la nueva era", el catalán sigue siendo el idioma hegemónico del planeta Tierra. Esta visión imperial de nuestra lengua (que parece retornarnos a tiempo pretéritos), es tan solo un ejemplo del patriotismo de Pedrolo, que no solo aprovecha los viajes de Alba y Dídac para acordarnos de que "tenemos que proceder como si no hubiera nadie más" en el mundo, sino que, pudiendo haberlos hecho andar por la península Ibérica o por el norte de los Pirineos, los sube a un barco que recorre las zonas de influencia de la Corona de Aragón y que culmina en Nápoles, con la contemplación del Castel dell'Ovo, restaurado, en su momento, por orden de Alfons el Magnànim.

Ante los discursos de reconciliación y amnistía, el Mecanoscrit nos llama en la resistencia más primaria, más tribal

Si a todo sumamos que el libro fue escrito en 1974, cuando la proximidad de la muerte de Franco invitaba a los catalanes a un cierto optimismo y a la relajación de cualquier actitud resistencialista hacia la nueva España democrática, es fácil pensar que Pedrolo quería incitar a las nuevas generaciones a hacer exactamente lo contrario. Ante los discursos de reconciliación y amnistía, el Mecanoscrit nos llama a la resistencia más primaria, más tribal. De hecho, me atrevería a decir que el tema del incesto no es más que una provocación, un dilema moral planteado de forma agresiva, sin previo aviso, y que tiene el único objetivo de mirar a los ojos de lector y preguntarle qué tipo de sacrificio estaría dispuesto a hacer por su país. Pedrolo hizo unos cuantos, aunque su maldición continúe bien viva y muchos lo aprovechen para hacer bromas ridículas a cambio de unos cuantos likes en Twitter. Se lo dice un experto.