1991 fue el año que cambió la música. Los 12 meses en que estalló el grunge, con Nirvana al frente, invadiendo el mundo a golpe de guitarra distorsionada como hojas de sierra sobre planchas de metal. Era el sonido del existencialismo nihilista de la Generación X.
Pero 1991 también fue el año del despertar de la electrónica con propuestas como las de Massive Attack. El año que Primal Scream llevaron el rock a la pista de baile, que Metallica acercaron el metal a las masas o que A Tribe Called Quest reformularon el hip hop.
Una temporada extraordinaria que revivimos a través de sus mejores 10 discos.
Piedra angular del trip hop, Blues Lines, escaparate de singles de seducción masiva como 'Safe From Harm' o 'Unfinished Sympathy', es la sublimación en la combinación del hip hop americano, la cultura de club británica y el dub jamaicano, todo bien envuelto con atmósferas narcóticas.
Álbum de debut de Massive Attack y primera obra maestra en la discografía de Robert Del Naja '3D' (Banksy?) y Grant Marshall 'Daddy G' (formación que en aquel 1991 completaban Andrew Vowles 'Mushroom' y Shara Nelson). Una obra que creó un sonido.
Uno de aquellos discos que son un estilo en ellos mismos. Una obra única fruto de un momento extraordinario de inspiración. Fue a finales de los ochenta cuando los hermanos Attrell Cordes 'Prince Be y Jarrett Cordes 'DJ Minutemix' formaron en Jersey City P.M. Dawn.
Se presentaron en sociedad de largo en 1991 con Of the Heart, of the Soul and of the Cross: The Utopian Experience. Obra monumental que era la conjunción sin fisuras de hip hop, soul, R&B, eurodance y pop|, resonava como la colaboración imposible entre De La Soul, Prince, Stevie Wonder i Snap!
Publicarían tres discos más. Aunque con momentos interesantes, ninguno llegaría a la excelencia de su debut.
Hacía años que Red Hot Chili Peppers eran una efervescente coctelera sonora, un combinado formulado sobre las líneas con extra de groove de bajo de Flea, las guitarras imaginativas de John Frusciante, las bombàsticas explosiones a la batería de Chad Smith y el flow del cantante Anthony Kiedis. George Clinton más Jimi Hendrix. Funk y rock y hip hop.
Una fórmula que hicieron estallar con este referencial Blood Sugar Sex Magik y sencillos como 'Give It Away' o 'Under the Bridge', canciones que quemaron la radio comercial a las que tendríamos que sumar 'If You Have tono Ask', 'Suck My KIss', 'I Could Have Lied', 'Apache Rose Peacock', 'Funky Monks'...
El disco que llevó el rock a la pista de baile. La confluencia de caminos entre el legado de los Rolling Stones y las fiestas rave a ritmo de electrónica ácida. Bateria de The Jesus and Mary Chain en sus inicios, con Primal Scream Bobby Gillespie puso en marcha su proyecto unipersonal.
Sus dos primeros discos Sonic Flower Groove (1987) y Primal Scream (1989) recogieron muy buenas críticas, con Screamadelica dio vida a un álbum fundacional.
El año 1991 Metallica ya eran una banda titánica, muy probablemente el grupo más relevante en la escena más agresiva del metal.
Héroes del thrash, tras sede ya habían dejado un monumental legado fonográfico, con la publicación de su disco homónimo, el conocido como Black Album, trabajo en qué los americanos, cediendo un poco en la abrasividad de su declinación, perfeccionarían su personalidad sonora hasta modelar incunables como 'Sad But True', 'The Unforgiven', 'Whatrever I May Roam' y, evidentemente, 'Enter Sadman' y 'Nothing Else Matters'.
Desde entonces, una de las bandas culminantes en la historia del rock.
Como ser la banda más grande e importante del momento, reinventarte completamente y seguir siendo la banda más grande e importante del momento. Eso es lo que hicieron U2 en 1991 con la publicación de Achtung Baby.
Después de explorar los sonidos más telúricos del rock primigenio con sus dos referencias anteriores, The Joshua Tree y, muy especialmente, Rattle and Hum; los irlandeses se instalaron en un Berlín que vivía uno de los momentos más históricos de la historia contemporánea con la caída del muro.
En ese escanario modelaron un disco que, impregnándose de la influencia del indie rock y la música electrónica, es un extraordinario testigo sonoro de aquellos días.
1991 fue el año que cambió la historia de la música, en parte, por la irrupción del grunge, una de las últimas grandes revoluciones sonoras que hemos vivido.
De repente el epicentro del mundo se trasladó a Seattle, ciudad del noroeste norteamericano, en la cual decenas de bandas de jóvenes uniformados con camisas de leñadores y botas Doc Martens clamaban su existencialismo vital a través del brullido de guitarras.
Una de las formaciones definitivas de aquel movimiento fueron (y siguen siendo) Pearl Jam, que ahora hace 30 años debutaban con el superlativo Ten, disco a medio camino entre el rock alternativo y el clasicismo de Led Zeppelin y Neil Young.
Nombre fundamental para entender el estallido y consolidación del rock independiente en los Estados Unidos, primero, y después en el resto del mundo, el año 1991 R.E.M. ya eran todos unos veteranos con una trayectoria impecable con uno varios discos más que notables en su hoja de servicios.
Todo acabó por explotar cuando las radios empezaron a hacer sonar 'Losing My Religion', una de aquellas canciones que acaban trascendiendo todo, incluso el disco que la acoge.
Pero más allá de su composición más popular, Out of Time es un disco que bordea la excelencia de principio a fin. Elevación a la máxima potencia de la propuesta, reformulación en clave indie del pop rock de guitarras de clásicos como The Byrds, de la banda de Michael Stipe.
El año 1991 el hip hop también estaba pasando por un momento de transformación.
En medio de un ambiente dominado por los rimadores afiliados a las formas violentas del gangsta rap, fueron surgiendo diferentes propuestas que apostaban por una recuperación de la herencia musical afroamericana, muy especialmente el uso de estándares del jazz en los suyos sampleados, y un discurso mucho más positivo, que ausente de reivindicación y protesta.
Herederos de la Universal Zulu Nation de Afrika Bambaataa, al frente de este resurgir se situó el colectivo Native Tongues, del qual formaban parte, entre otros, Queen Latifah, Jungle Brothers, De La Soul y A Tribe Called Quest. The Low End Theory fue su segundo disco, fantasía rap entre las declinaciones old school, imaginativas bases jazzies y un discurso afrocéntrico.
El disco de su generación, el álbum que, decálogo del grunge, captura el zeitgeist de la era. Un trabajo monumental devenido clásico instantáneo, obra maga, título que figura entre los mejores discos de la historia del rock.
Treinta años después de su aparición, los 30 segundos iniciales de Nevermind con la progresión de acordes distorsionada de 'Smells Like Teen Spirit' sigue siendo un acelerador para que te explote la cabeza.
Han pasado 30 años y el segundo disco de Nirvana, un trío que hasta entonces había vivido en la precariedad del que publica un disco muy correcto, pero tan difícil de deglutir como fue Bleach, sigue resonando tan atractivamente incómodo, fascinantemente airado y sobrecojedoramente depresivo. Guitarras como cuchillas oxidadas, melodías con el poder de seducción del pop, letras rebosantes de imágenes nihilistas y el magnetismo de una figura, Kurt Cobain, que se convertiría en el icono, héroe y mártir de la Generación X.
10 discos más de 1991 que no pueden faltar a tu discoteca
De La Soul. De La Soul Is Dead
Fugazi. Steady Diet of Nothing
Guns N' Roses. Use Your Illusion I & II
Hole. Pretty on the Inside
My Bloody Valentine. Loveless
Pixies. Trompe le Monde
Slint. Spiderland
Smashing Pumpkins. Gish
Soundgarden. Badmotorfinger
Teenage Fanclub. Bandwagonesque