Ninguna duda: la cosecha del cine catalán de 2022 es fabulosa. Se ha rebelado contra los elementos y las dificultades y ha dado un puñado de títulos magníficos. Y no solo: un Oso de Oro histórico, selecciones en las secciones oficiales de los mejores festivales (Cannes, Berlín, San Sebastián), galardones internacionales, portadas a medios extranjeros... Este es el top 10 de Revers con las mejores películas catalanas de este 2022 —entre las que también se incluyen aquellas producidas por productoras catalanas—, sin orden de preferencia

🟠 Las 10 mejores películas estatales e internacionales para acabar este 2022
 

Alcarràs ganó el Oso de Oro a la Berlinale.

1. Alcarràs

Qué viaje el de Carla Simón con su segunda película. El histórico Oso de Oro en la Berlinale ponía en marcha un pequeño fenómeno de público, en un tiempo en que las recaudaciones en las salas son un drama, con una historia que, desde desde su carácter local, ocurre universal. Alcarràs es la crónica de la muerte anunciada del campesinado tradicional, o como mínimo una forma de vida que intenta resistir a los nuevos tiempos, pero sobre todo es la historia de una crisis familiar, la de los Solé: cuando los propietarios de las tierras que llevan 80 años cultivando reclaman su devolución para instalar placas solares, explotará el conflicto entre padres e hijos, abuelos y nietos, con lo que Simón construye un relato emocionante y luminoso, sutil y desbordante, conmovedor y empático, y lleno de naturalistas pequeños detalles que le dan verdad y vida. El pequeño gran milagro de la película es construir una familia con actores naturales, gente sin ninguna experiencia delante de la cámara, ni encima de un escenario. Alcarràs nos interpela porque habla de las fragilidades en las relaciones dentro de un núcleo familiar, y de eso todos sabemos, porque familia tenemos todos.

2. Un año, una noche

Supervivencia o vida. Aquella terrible noche del 13 de noviembre de 2015, cuando París se convirtió en un infierno de sangre y muerte en nombre de Alá, dejó miles de personas marcadas para siempre. Una de ellas, Ramón González, disfrutaba con su novia y otra pareja de amigos del concierto de los Eagles of Death Metal en la Sala Bataclan cuando los terroristas empezaron a disparar. Los cuatro esquivaron las balas, pero no las graves heridas del alma. Quizás como terapia, González escribió el libro Paz, amor y death metal, génesis de esta película, en la que Isaki Lacuesta deconstruye la cronología y propone un prodigioso rompecabezas sensorial en el que se mezclan la noche del horror y los días del año siguiente, y pone el foco en las diferentes maneras de plantar cara, o no, al trauma, en el shock: si Ramon se hunde enseguida y decide que es un aviso para cambiar de vida, su novia hace como si nada, ni siquiera explica en su entorno que él vivió el atentado en primera persona, decidida a que nada ni nadie interferirá en su día a día. Hacen lo que pueden para salir adelante. Y Un año, una noche los acompaña en su camino de dolor, frustración, tristeza, esperanza, terror y lucha por olvidar, o por recordar, la noche que los cambió para siempre. Supervivencia o vida.

3. As bestas

Una pareja francesa se instala en una aldea gallega, buscando una vida tranquila tirando adelante su pequeño proyecto de agricultura ecológica. Pero su convivencia con los vecinos no es tan idílica como querrían. Un conflicto con sus vecinos, dos hermanos nacidos en el pueblo, hará que la tensión crezca hasta alcanzar un punto de no retorno. La premisa de As Bestas se transforma, en manos de Rodrigo Sorogoyen, en una obra madura, trágica y contundente sobre hombres violentos y mujeres conciliadoras, que bebe del true crime y del western, incluso del cine de terror, y que, con una atmósfera a ratos irrespirable, reflexiona sobre el odio al extranjero y el choque entre urbanitas que miran por encima del hombro y vecinos frustrados por la falta de futuro. Sorogoyen acompaña la poderosa intensidad del relato con un inconformismo formal que propone un cambio en el punto de vista (en la Psycho) a mitad del relato o momentos como una larga conversación de bar en plano fijo convertida en uno de los grandes momentos cinematográficos del año.

As bestas está dirigida por Rodrigo Sorogoyen.

4. Suro

No deja de ser curioso que el choque entre lo urbano y lo rural sea leit motiv de tres de las películas de este listado. Aquí, una pareja deja la ciudad para empezar una nueva vida gestionando una plantación de encinas y todo el proceso de leva del corcho de los árboles. Poco a poco, la envenenada fantasía inconsciente de tantos urbanitas de conectar con la tierra se va convirtiendo en pesadilla, sus ideales y valores se resquebrajan sin remedio, el progresismo es más de fachada que real, la xenofobia se descontrola, la lucha entre el hombre y la naturaleza tiene ganadora clara. La ópera prima de Mikel Gurrea sorprende por la madurez, y nos descubre a un cineasta que domina el tempo narrativo, la tensión y la atmósfera, y que es tremendamente hábil al transmitir las sensaciones, estímulos, texturas y sonidos del bosque. Con la complicidad de unos implicadísimos Pol López Vicky Luengo, estamos delante, probablemente, del debut del año.

5. La maternal

Carla tiene 14 años, y reproduce los mismos errores que ha visto en su desestructurado hogar. Carla tiene 14 años, se queda embarazada y, visto el panorama y la tensa relación con su madre, ingresa en un centro que acoge a madres menores de edad sin recursos. Conmovedora, tierno pero sin concesiones, la segunda película de Pilar Palomero después de Las niñas mantiene aquella sensibilidad en el retrato juvenil y juega con las fronteras cada vez más difusas entre ficción y realidad, el naturalismo elevado a la máxima potencia, y navega entre la mirada a los complejas vínculos materno-filiales y la radiografía del día a día en el centro donde viven niñas obligadas a madurar antes de tiempo. Y, como Las niñas, Palomero vuelve a sacar petróleo de su insólita capacidad de convertir a chicas sin experiencia en grandes actrices. ¡Qué exhibición, la de Carla Quílez, qué milagro!

6. Mantícora

Los universos tan tenebrosos como hipnóticos de Carlos Vermut, los de Magical Girl i Quién té cantará, se retuercen todavía más en una película de clima malsano, incómodo, que pone al espectador entre la espada y la pared, obligándolo, obligándonos, a sumergirse en los rincones más oscuros del alma humana, y a reflexionar en una cosa tan real como abyecta. Porque Mantícora (que toma el nombre de una criatura mitológica devoradora de personas) nos presenta un monstruo real, camuflado entre otros seres humanos con apariencia similar a la suya. Julián, el protagonista (extraordinario Nacho Sánchez), es un joven solitario que diseña bestias asesinas para videojuegos, y es este mundo de realidades virtuales el qué le sirve como paliativo del secreto que lo atormenta, su pedofilia. Julián vive una pelea diaria consigo mismo para mantener sus instintos bajo control y no cruzar la línea que convierta la fantasía y el deseo en realidad. Y en medio de las tinieblas, la luz que podría suponer la aparición de una chica a la vida de Julián. Austera y perturbadora, la película no tiene miedo a camianr por la cuerda floja, y asegura una experiencia que penetra en el espectador y marcha en casa con él.

Mantícora habla de un joven que tiene que luchar contra sus impulsos pedófilos.

7. Tolyatti Adrift

En los años 60 era sinónimo de progreso y orgullo de la URSS, gracias a la fábrica de automóviles Lata. Hoy, Tolyatti es una de las ciudades más pobres de Rusia, y los jóvenes que viven allí no tienen demasiadas esperanzas en el futuro. Viviendo la tasa de paro más alta del país, muchos estos chicos y chicas se rebelan contra su destino y muchos estos chicos y chicas lo hace con un movimiento que une pasado y presente: Boyevaya Klassika, que convierte a los viejos Lata en vehículos con los que derrapan sobre hielo, como forma de expresar su descontento y sus frustraciones. Fruto de un largo proceso de siete años de trabajo, la catalana Laura Sisteró documenta esta iniciativa, tan poética como llena de rabia, y se fija en tres jóvenes que ejemplarizan a la perfección los sueños rotos, pero también la lucha para abrirse camino, de toda una generación. Tolyatti Adrift es un potente documental con olor a gasolina.

8. Malnazidos

Pocos cineastas más juguetones con los géneros que Javi Ruiz Caldera, capaz de saltar del spoof de Spanish Movie al biopic de Un hombre de acción, pasando por la comedia romántica de 3 bodas de más o esta película de aventuras, guerra y zombis, donde comparte dirección, con su montador habitual, Alberto de Toro. Fanáticos del cine de género, el dúo propone una peripecia llena de casquería, de humor y persecuciones, que, en plena Guerra Civil Española, une a republicanos y a fachas contra un enemigo común: una plaga de muertos vivientes fruto de un experimento de los nazis. Divertidísima, trepidante, explosiva y llena de homenajes a maestros tan diferentes como John Carpenter, Luis G. Berlanga, Steven Spielberg o George A. Romero, Malnazidos es una fiesta para amantes de un cine de desacomplejada evasión.

Pacifiction es la nueva propuesta de Albert Serra.

9. Mi vacío y yo

Después de Sedimentos, el cineasta Adrián Silvestre sigue explorando las realidades del colectivo trans, ahora siguiendo la peripecia de Raphi, una joven francesa instalada en Barcelona que, después de ser diagnosticada con disforia de género, inicia su tránsito mientras sigue la búsqueda de su príncipe azul, entre desastrosas citas de tinder y sin perder la esperanza. En una especie de ejercicio de autoficción, Raphaëlle Perez se abre en canal interpretándose a sí misma y volcando delante de la cámara toda una serie de experiencias íntimas en un relato tierno sobre la identidad, emocionante y luminoso, honesto y profundamente comprometido, lleno de esperanza.

10. Pacifiction

El cine de Albert Serra no se parece al de nadie más. Creador original y provocador, obsesionado en ofrecer experiencias únicas, con Pacifiction ofrece su obra menos críptica (o la "más escrita", dice él), con personajes que evolucionan y una trama que progresa, sin dejar de ser enemigo de la narrativa tradicional, como demuestra el último tercio de un filme que nos sitúa en Tahití para seguir los movimientos del alto comisionado de Francia en la Polinesia. Un hombre a la deriva, que navega entre sus responsabilidades y la voluntad de mantener una vida de lujos, y que se enfrenta a una población que ya no se fía de él delante los rumores que apuntan que Francia volverá a hacer pruebas nucleares en sus aguas. Serra propone reflexiones sobre los mecanismos de poder y la ambigüedad de los siniestros personajes que mueven los hilos, la paranoia, la resistencia organizada y, como dice el protagonista, "los políticos desconectados de la realidad". Y entre la fascinación del aparato visual, de la atmósfera, de los paisajes, de la luz y la oscuridad, y de una gran ola, un Serra que sigue siendo el último, o el único, mohicano de una forma de entender el cine.