La escritora y periodista Mercè Ibarz (Saidí, Baix Cinca, 1954) acaba de reunir en un nuevo volumen, Tríptic de la terra (Anagrama), la crónica autobiográfica La terra retirada y la novela La palmera de blat publicadas los años 1993 y 1995 respectivamente, con un epílogo en forma de nuevo libro titulado Labor inacabada, con la cual forman un conjunto coherente sobre el mundo rural, la familia y los cambios ocurridos durante el siglo XX a su pueblo. Ensayista y narradora, ha publicado las recopilaciones de cuentos En la ciudad en obras y Fiebre de calle, las novelas No parlis de mi quan me'n vagi y Vine com estàs, el ensayo L'amic de la Finca Roja y la biografía Rodoreda: exili i desig, además de estudios sobre Luis Buñuel, a quien dedicó su tesis doctoral, leída en la Universidad Pompeu Fabra el año 1997. Licenciada en periodismo en la UAB, Ibarz ha sido profesora en la Universidad Pompeu Fabra y trabajado como periodista cultural al 'Hoy', 'Diario de Barcelona' o 'La Vanguardia', actualmente colabora en 'Vilaweb' y 'El País'.
En la presentación de Tríptic de la terra se define como una "labradora, de las letras en mi caso, una campesina de la escritura, propietaria del terreno: eso cuenta".
Lo veo al cabo de treinta años de escribir. ¿Qué quiere decir labrar cuando escribes? Pertenezco a los escritores para los cuales cada palabra puede ser una piedra a la frase. Y, al igual que cuando labras, el primero es despedrar la frase de palabras inútiles que lo obstaculizan y no te dejan decir lo que quieres decir. Después hay otras derivadas. Escribo en el libro sobre los cambios provocados por la agricultura industrial para decir, también, que no soy una escritora industrial. Ni siquiera profesionalmente pienso que el periodismo sea una forma de escritura industrial.
De hecho, su periodismo no tiene nada de industrial.
Trabajo como periodista desde el año 76 y he hecho de todo. Una cosa es que haya una empresa detrás, pero otra es la forma de trabajar y el sentido del periodismo. Al menos el periodismo tal como lo entiendo.
La terra retirada y La palmera de blat hablan de un momento de transformación de un campesinado ancestral a la agricultura mecanizada y al cambio en los cultivos. El paso del labrador al agricultor y de aquí al empresario.
Salgo de Saidí el año 1968, un año cargado de simbolismo y cambios en todas partes. Tenía 14 años y se estaba haciendo el cambio del cereal hacía la fruta. ¿Y qué quiere decir la mecanización? Muchas cosas, también grandes inversiones que algunas familias no pudieron hacer.
A los dos textos se ve el choque entre una generación que ha labrado con caballerías y una nueva generación que ya es la del tractor.
No lo viví como un choque ni lo presento así. Es sencillamente un hecho. Un hecho que no está tan lejos en la memoria. Tengo sesenta y seis años y recuerdo perfectamente vivir con animales en casa. Quizás lo recuerdo más porque lo he escrito. Pero no es un choque, sino que me ha interesado ver cómo cambian las cosas y como estos cambios afectan a la vida de las personas.
¿No tiene la sensación que los cambios fueron vertiginosos en el siglo XX?
¡Conversaciones al respecto he oído tantas a mi familia! He tenido a mi disposición buenos narradores orales, como mi madre y el tio Julio, o casi ensayistas, como mi padre. Mi tio decía que nuestra vida había cambiado, pero nada en comparación con la de su generación. No hablo de la tierra desde el punto de vista atávico y telúrico, sino de una tierra completamente viva. Estos cambios tan fuertes también han pasado en el mundo industrial: las reconversiones de la minería, del textil, en todos los sectores que casi han desaparecido. Cambios enormes en cincuenta años.
Por el contrario, hay cosas que nos parecen eternas, pero, de hecho, son muy recientes. Como la fruta en la zona del Segrià y el Baix Cinca.
Parece que el Paraíso ya se hizo así, pero no. Como narradora me he centrado en el micromundo de Saidí. Y en Saidí no hago periodismo. No voy preguntando a la gente. Muchas transformaciones de los últimos tiempos no las he conocido porque los míos, una vez abandonado el cereal, se han dedicado siempre a los mismos cultivos de fruta. Pero la fruta ha cambiado. El melocotón de viña hace años que no existe. Ahora se cultivan otras variedades y otros payeses han probado con las fresas o los kiwis. Una vez te adaptas a lo que el mercado manda, pues el mercado manda, efectivamente. Es un hilo del libro que se podría seguir, porque hablamos de la alimentación, hablamos de la tierra, del planeta... Saidí es una comunidad pequeña donde pasa el mundo. Todo lo que puede pasar en una sociedad pasa en un pueblo. La llegada de la inmigración, pongamos. Si nos hemos dado cuenta de ello ahora hace cuatro días, es nuestro problema, pero el mundo rural frutícola hace tiempo que lo sabe, hace treinta años ya lo traté en La terra retirada. O las drogas.
Pertenezco a los escritores para los cuales cada palabra puede ser una piedra a la frase
Hace casi treinta años escribió sobre esta transformación de la vida colectiva a través de un género muy parecido a la crónica de no ficción, en La terra retirada, y desde la ficción estricta, en La palmera de blat. Puestos ahora de lado ves los diálogos entre los dos textos.
Estoy contenta de este libro y agradecida a la Isabel Obiols que se me hiciera la propuesta porque efectivamente resulta un libro nuevo. Para la tercera parte, escrita al cabo de treinta años, Labor inacabada, y porque el hecho de poder leer La terra retirada, continuar con La palmera de blat y acabar con La labor inacabada, cambia los libros previos.
Encuentro que es un diálogo muy enriquecedor poder leerles series, viendo las relaciones y los mecanismos de cada uno. Una crónica y una obra de ficción, que a menudo no hay que leer pensando las cuales es verdad, y qué no. En las dos hay accidentes con tractores, hay relaciones familiares, personajes potentes. Incluso, en Labor inacabada da algunas claves, como quien le inspiró a un personaje determinado.
¡En la lectura manda el lector!
¿De dónde sale la idea?
Cuando Isabel Obiols estaba en La Magrana ya habíamos hablado de rescatar estos libros de otra manera, pero pasó el tiempo y no lo hicimos. Las cosas a menudo pasan cuando tienen que pasar. Ahora le dije que querría acompañar estos dos libros de una tercera parte. Y escribo Labor inacabada. La avisé de que si no salía lo dejaría estar, porque creía que había escrito mucho sobre Saidí –tanto en estos libros como en otros– y quizás ya había bastante. Por lo tanto, volver, como pensaba que valía la pena pensando en el libro que podía resultar, no era tan sencillo. La podíamos acertar o no. Y estoy contenta.
La abuela dice que de la guerra no se sabrá nunca nada. ¿Qué presencia tiene la guerra en sus libros?
De la guerra hablo, sobre todo, a 'La guerra vista desde la masía' de Vine com estàs. En Saidí la guerra fue muy dura, está entre el Frente de Lleida y el Frente de Aragón... El mundo que quieres explicar a menudo está contenido en un solo lugar, también en este punto.
Está un momento que dice que la televisión uniformizó el mundo rural a la manera del mundo urbano. ¿Cómo afectó a eso en la lengua?
Hasta hace cuatro días, la Franja era el lugar del dominio lingüístico donde más se hablaba el idioma. En casa, en el trabajo, en la calle, en las tiendas... Como territorio de frontera ha habido siempre matrimonios mixtos y relaciones de trabajo, de fiestas mayores, y en estos casos durante décadas cada uno hablaba en la lengua propia sin problemas. Todo eso ha ido variando, porque en el mundo rural pasa el mismo que en todas partes. Saidí duplica población en verano con los temporeros y algunos de estos migrantes se han quedado, y sí, la tele, como el mercado, hace su trabajo...
El cine tuvo una importancia primordial para su generación.
Para mí, como narradora, sin duda. A menudo pienso que mi sentido narrador proviene de dos fuentes: de la narración oral que he oído desde pequeña y hasta que se murieron mi madre y mi tio, y del cine. En casa todo el mundo leía de pequeña, lo explico a La tierra retirada. Y antes de marcharse a estudiar a Lleida ya había biblioteca en el pueblo. Aun así, creo sinceramente que el sentido de la narración me viene de las historias orales y el cine. El cine, además, incluye la fotografía, el montaje, la música, el movimiento, el teatro... Es el arte total, un lenguaje universal.
Las nuevas formas de trabajar provocadas por las máquinas, también cambiaron la manera de relacionarse entre los jóvenes.
En discotecas como la Florida de Fraga, en un lugar de confluencia entre dos comarcas trabajadoras y ricas, los jóvenes hacían lo que han hecho siempre: hablar y encontrarse. Los hombres jóvenes necesitaban saber cómo van las máquinas y los abonos. ¡Ni los campesinos ni nadie no nacemos con un manual de instrucciones, y los cambios hacia una agricultura industrial comportaban que la tierra no se podía dejar en barbecho y recuperar así su propia sazón, sino que se le tenían que poner fertilizantes, abonos industriales, etc. Productos que venían en inglés! Por lo tanto, había que compartir la práctica, que es lo que ha hecho siempre el campesino. Y las chicas se intercambiaban información sobre cuestiones tan clave como los anticonceptivos. Ahora no hay macrodiscotecas, ahora hay grandes festivales, como el Monegros Desert Festival.
En La palmera de trigo, la madre de Irene compara al abuelo con un árbol. Un abuelo que había visto arrancar los árboles y que al llegar a los 100 años decide que ya tenía bastante y se muere de manera natural.
El yayo Agustinet, Andreu en el libro, murió así, decidió terminar. Retirarse, como la tierra.
En los libros hay muertes trágicas dentro de la familia que provocan reacciones muy dolorosas, a su vez.
Conozco la muerte recorriendo a la familia desde los cinco años, cuando murió cazando al hermano del padre. Las más dramáticas y duras, las muertes con el tractor, que se habla muy poco y son muchas.
He vivido la muerte recorriendo a la familia desde que tengo cinco años
Lo que dio posibilidades de prosperar, los mata.
Es general. Cada avance que hay, comporta unas responsabilidades y unas consecuencias a menudo dramáticas. El padre observó que hay más muertos en accidentes de tráfico en las carreteras europeas que muertos en la Segunda Guerra Mundial.
El papel de las mujeres en cuyo mundo hablas configura casi un matriarcado.
El mundo rural está basado en un patriarcado que está sostenido por el matriarcado. Un matriarcado a la disposición de mantener el patriarcado. Es una manera de decir que no se las ha reconocido lo bastante, ni mucho, ni nada. Los patriarcas que he conocido eran plenamente conscientes. Si todavía es así por todas partes en nuestra cultura, que a la mujer le toca ser el eje de la estructura emocional de la casa, imagínate en las organizaciones familiares previas que en cada casa vivía tanta gente. Ser la responsable de la estructura emocional de la familia es muy pesado.
En Labor inacabada rinde homenaje a figuras femeninas inspiradoras, como la madre, doña Pepita y la tía Carmeta.
Con el paso de los años he visto que son un cierto eje. En el caso de la madre, como el padre, una lo sabe de siempre, en el de doña Pepita y la tía en parte también y ahora les reconozco el magisterio. A la tía todavía me gustaría más parecerme. Ser más paciente y discreta, como era ella. Las tres son mujeres que me vienen en la cabeza en situaciones concretas. ¿Qué haría la madre? ¿Qué haría la tía? ¿Qué haría doña a Pepita?
¿De qué manera influyó ser de Saidí para que hiciera la tesis sobre Tierra sin pan, de Luis Buñuel?
En principio no. Quería estudiar el cine documental e hice caso a los estudiosos norteamericanos que recomendaban estudiar lo que puedes ver. Ahora quizás es más fácil, pero cuando empecé a interesarme por este cine histórico, se trataba básicamente de un cine leído, muchas obras fundamentales no las podías ver o sólo las habías visto una vez. Los hice caso y me centré en Buñuel, que es una referencia para mí desde muchos puntos de vista, y de quien la Filmoteca de Catalunya conservaba una copia de su filme de 1933. Después te das cuenta de que hablando de Tierra sin pan estás hablando, de nuevo, de este concepto de la tierra que atraviesa mi trabajo literario. La vida es una montadora cinematográfica y narrativa que va haciendo sola. No siempre es necesario, al menos en mi forma de trabajar y en la de muchos otros escritores, partir de cosas previas, sino ver qué encuentras en el mismo proceso de trabajo. Cuando publiqué la tesis, incluí al padre en las notas, porque aprovechando el centenario de Buñuel llevé la película a Saidí, y me dijo, 'hija, eso también se hacía aquí'. Eso me afianzó mi hipótesis que Tierra sin pan no habla sólo de las Hurdes, sino que es una metáfora de la España del año 1933 y de la Europa del momento. Volviendo a la pregunta, efectivamente te das cuenta de que has ido a parar a varias cosas que tienen que ver con tu propio mundo originario y creativo.
Cuando mi padre vio Tierra sin pan, de Buñuel, me dijo que aquello también se hacía en Saidí
Se ha dedicado muchos años al periodismo cultural y ahora escribe artículos a 'Vilaweb' y 'El País'. ¿Cómo se relaciona en su obra el periodismo y la literatura? ¿Cree que el periodismo también es literatura?
Hago de periodista cultural desde 1981 y de articulista, hace menos. No tengo mucha tirada en periodismo a la opinión, creo, como el poeta, que no tengo, de opinión, que sólo tengo nervios... que reaccionan y me hacen escribir. Es un espacio interesante porque está fijo de espacio y de publicación, escoges el tema y el titular, pero para mí es el espacio de auscultar la vida en tanto que crítica cultural, y en este sentido a menudo mis artículos son crónicas y hasta reportajes. No encuentro que el periodismo y la literatura sean la misma cosa, y quizás ahora menos que nunca, según mi opinión hay demasiada opinión y poca información, sobre todo información fiable. El periodismo tiene que estar bien escrito y tener voluntad de estilo, claro está que sí, pero eso no lo convierte en literatura ni a mi entender le hace falta, el periodismo tiene autonomía propia. La gran diferencia que veo, al menos tal como trato de practicar una cosa y la otra, es la jerarquía del género en que escribes: todos los géneros de la escritura se pueden combinar y, hoy, hasta se tienen que combinar, en todo; pero tienes que respetar el género primero de aquello que escribes: periodismo, ficción, ensayo, prosa poética y poesía, investigación académica, teatro... En periodismo, escribir para el lector, que es un lector educado e interesado, mucho más de lo que nos pensamos, es la guía primera.
Me gustaría hablar, para acabar, de sus proyectos. Sabemos que está terminando un libro sobre Mercè Rodoreda, una escritora sobre la cual ha escrito desde hace décadas.
Rodoreda paisatges, con la fotógrafa Carme Esteve y diseño de Ediciones del Eixample, editado por el IEC y la Fundación Mercè Rodoreda, entrará pronto en imprenta. Un trabajo de dos años largos, un viaje por los lugares y paisajes vitales de Mercè Rodoreda, algunos inéditos en imágenes hasta ahora. Una buena ocasión de conocer un poco más a la autora y, también, de interpretar mejor algunas obras rodoredianas cuando la releo.
El periodismo tiene que estar bien escrito y tener voluntad de estilo, claro está que sí, pero eso no lo convierte en literatura