Mercè Rodoreda aseguraba que "si no hubiera escrito o pintado, me habrían tenido que encerrar". Pintar, pues, fue para ella una importante válvula de expresión. Pero los especialistas en la literatura de Rodoreda normalmente han despreciado su faceta de creadora plástica. Ahora, la Fundació Rodoreda, del Institut d'Estudis Catalans, quiere recuperar este olvido con la publicación, dentro de la Obra completa de la novelista, un volumen dedicado a su obra artística. Mercè Rodoreda. Obra plàstica es una obra magníficamente editada que fascinará a los estudiosos de Rodoreda y a sus admiradores.
Influencia de los vanguardistas
Aunque no se puede decir que Rodoreda fuera una gran pintora, sus cuadros tienen mucha fuerza. No pintó nunca sobre tela, y utilizaba a menudo la acuarela o los collage. Para ella, la pintura era una forma de explorar su inconsciente. En algunas de sus obras es patente la influencia de los pintores vanguardistas, como Joan Miró, Pablo Picasso, Klee u Oskar Kandinski, que descubrió cuándo llegó a Francia (de hecho, algunos de sus cuadros imitan claramente el estilo de Miró). Pero una de las cosas más sorprendentes es la fuerte influencia que tiene el arte negro sobre algunos de sus collages.
Pintura como terapia
El profesor Daniel Giralt-Miracle asegura que "es indisociable la Rodoreda escritora de la Rodoreda pintora". Alguien encuentra que sus obras son inquietantes. Sin duda, como afirma Giralt-Miracle, "son atractivas, no placenteras". Muchas de ellas presentan personajes angustiados, perdidos, torturados... Hay imágenes de gente atrapada en una red, de esqueletos en campos de concentración... En las antípodas, los cuadros de flores y animales, auténticas explosiones de color. Los expertos consideran que Rodoreda creó estas obras en un momento de crisis personal y que cuando se recuperó pudo escribir. Ella, de hecho, reconocía que pintaba y escribía "para encontrarme, para reencontrarme".
Pintura conocida post mortem
Rodoreda pintó mucho en sus años de exilio, especialmente entre 1929 y 1957, cuando estuvo en París y en Ginebra. Posteriormente, cuando volvió a Catalunya, dejó las artes plásticas y se concentró en la literatura. En realidad, nunca llegó a exponer en galerías de arte (era uno de sus sueños frustrados). La primera muestra de su obra, de pequeñas dimensiones, se celebró en Molins de Rei, poco después de su muerte, cuando su nuera descubrió sus pinturas al desmontar su casa. En 1991, ocho años más tarde, se organizó una gran exposición de su obra. Fue la primera vez que salía a la luz, y gracias a eso sus cuadros fueron fotografiados y se conocen. Más tarde quedaron repartidos entre numerosos coleccionistas. En el 2008 La Pedrera acogió una exposición de pinturas y collages de la escritora, comisariada por Mercè Ibarz.
Una obra muy dispersa
Es probable que muchos de los cuadros de Mercè Rodoreda todavía no se conozcan. En realidad, en sus cartas a Armand Obiols cita muchas obras que hasta ahora no se han identificado. Uno de los problemas para organizar su obra es que la mayoría de sus creaciones no tenían nombre ni estaban fechadas. La Fundació Rodoreda, que tiene una veintena de cuadros, intenta agrupar el máximo de obras de la escritora.
Un catálogo incompleto
La idea de crear este catálogo fue del profesor Joaquim Molas, muerto el año pasado. Su voluntad era recoger toda la obra artística de Rodoreda en un único libro. Pero los autores del catálogo, Daniel Giralt-Miracle y Maria Rosa Villanueva, saben que eso, por ahora, no es posible. A pesar de todo, han conseguido identificar más de 200 obras suyas e incluso han conseguido recoger numerosos esbozos. Este volumen, como el resto de la Obra completa se ha financiado gracias a los derechos de autor de las obras de Rodoreda, que van a parar a la Fundació. Sin embargo, todavía falta mucho para acabar la recopilación de la obra de Rodoreda: ahora mismo todavía está en proceso el primer volumen de su correspondencia.