El manga ha generado un inmenso merchandising, y el Salón del Manga es la ocasión idónea de desplegarlo con toda su fuerza en Barcelona. Una buena parte del Salón está dedicado a la venta de objetos relacionados con los héroes favoritos de los jóvenes. Y es aquí, en la planta baja del Palacio 2, donde se acumulan más visitantes. Pocos de ellos salen del Salón sin una bolsa que guarde un recuerdo de su serie televisiva favorita. Algunos acumulan los paquetes. Hay de todas las series: desde los clásicos de Bola de Dragón o de la Guerra de las Galaxias, hasta series más recientes, como Naruto, Pokemon, Sailor Moon, Monogatari... Los productos inspirados en los héroes japoneses son claramente los mayoritarios en este gran mercado que es el Salón.
Ropa y disfraces
En muchos stands se venden disfraces. Los cospleyers más expertos se hacen ellos sus vestiduras, de forma artesanal, pero muchos aficionados recurren a disfraces prefabricados. Por eso es fácil encontrar monos de Picachu (sin duda, uno de los productos estrella del Salón de este año). Para los que no están dispuestos a pasarse hora maquillándose, también hay máscaras. Y hay todo tipo de complementos para vestirse como los héroes japoneses: espadas de plástico, gafas, abanicos, máscaras antigas, gorras... En el Salón se pueden comprar prendas de ropa como las que llevan los héroes de manga: desde chancletas hasta kimonos, pasando por minifaldas como las de las escolares japonesas y tops como los de las heroínas más bélicas (el mundo del manga es un mundo terriblemente machista y eso se hace palpable, también, en el vestuario de sus fans). Obviamente, no pueden faltar las pelucas de colores, objeto distintivo de los cosplayers que recorren el Salón. Y en decenas de puestos hay camisetas con imágenes de los héroes favoritos de los seguidores. Los que no quieren camisetas, pueden encontrar a sus héroes en prendas de ropa menos convencionales: desde zapatillas hasta pijamas, pasando por gorras o guantes.
Héroes hasta la sopa
Pero la industria del merchandising ha amortizado al máximo a los superhéroes japoneses. Podemos encontrar los objetos más insospechados decorados con Son Gokus, Picachus, Luffys, Super Sonicos, Sailors Moon... Hay pósteres, a centenares, con los personajes del manga. También encontramos libretas y bolígrafos decorados con ellos. Para los que quieren llevar a sus personajes bien pegados a su persona hay pulseras, collares, chapas y carteras. Los que quieren decorar sus muebles con los héroes del manga tienen un amplio repertorio de estatuillas, que no tienen nada que envidiar a las de Lladró. Los que quieren llevar a Son Goku a su mesa, lo pueden encontrar en vasos y tazas. Y los que quieren dormir con Picachu o con cualquier otro mito de dibujos animados los tienen en almohadas o en peluches de las medidas más variadas (hay peluches diminutos y hay algunos inmensos). Los que quieren ir a la escuela acompañados de sus héroes los tienen en mochilas, y las que los quieren llevar al trabajo también los tienen en bolsos. Y para los que quieren transmitir el amor al manga a sus descendientes hay un amplio apartado dedicado a juguetes infantiles de manga.
El manga, en segunda fila
Lo más curioso de todo, en esta explosión comercial en el corazón de un acontecimiento presentado como cultural, es que los espacios de venta de mangas no son muy concurridos. Las librerías se sitúan en un segundo plano, y es un espacio que no atrae a muchos visitantes. Hay un espacio reservado para los fanzines, el emblema del manga más underground, pero los autores locales no parecen despertar pasiones. Aunque en muchas puestos hay vídeos y videojuegos, no se ven muchos visitantes que se interesen por ellos, quizás como símbolo del gran poder de la piratería en nuestro país. Tampoco tienen mucho público los establecimientos que venden productos para dibujar mangas y para hacer grafitis: esprays, colores, rotuladores... Parece que el manga japonés se ha comido al dibujo local.