Cole, Teddy y Bart, protagonistas de Buena Suerte (Libros del Asteroide), son tres hijos de Wyoming y de las Montañas Rocosas del Oeste de los Estados Unidos. Tres country boys que comparten la estima por la vida rural con su creador, el escritor Nickolas Butler, que también vive rodeado de naturaleza en otro estado americano, Wisconsin. Pero sus vidas, aparentemente tranquilas, se transforman con un encargo inesperado: una millonaria les pide construir una mansión en medio de las montañas en un plazo de tiempo casi imposible. Si son capaces de cumplirlo, recibirán una prima que los catapultará a una vida diferente: la del gran sueño americano.
Después del éxito de Canciones de amor a quemarropa (Libros del Asteroide), convertido el 2014 en un best-seller internacional, Butler vuelve a explorar uno de los temas que conoce bien: el de la clase trabajadora americana. En este caso, el escenario ha cambiado, pero el origen y las inquietudes de sus protagonistas sigue siendo similares. Son constructores, albañiles, sin estudios superiores, unos personajes que el autor siempre reclama que tendrían que tener más protagonismo en la literatura contemporánea. Ciudadanos que ven a su alrededor una prosperidad que no les acaba de llegar, aunque eso no altera su amor a los orígenes geográficos.
Buena Suerte es en realidad un testimonio de los procesos de gentrificación que viven los Estados Unidos y de sus consecuencias para este grupo social. Pero en este caso, no es un escenario urbano el que se ve transformado por la llegada de extranjeros con poder adquisitivo; es la pequeña población de Jackson, Wyoming, un enclave turístico al pie de las Montañas Rocosas y puerta de entrada al Parque Natural de Yellowstone.
Convertido en un destino ideal para esquiar y hacer turismo de naturaleza, la novela retrata a una comunidad en la que viajeros y recién llegados con un gran poder adquisitivo conviven con una población local trabajadora: un ecosistema de riqueza muy desigual, del que se derivan conflictos. El principal, el poder de la promesa envenenada de una fortuna, que transforma a los protagonistas, propietarios de una pequeña constructora llamada True Triangle. La oportunidad de hacerse ricos haciendo una mansión se convertirá primero en un horizonte pero después en una maldición por la cual estarán prácticamente dispuestos a entregar la vida.
¿Servir o convertirse en el 1%?
"Teddy amaba a su mujer. Pero por muy bien que fueran las cosas, él avistaba un futuro todavía más brillante. Era como una visión fugaz del paraíso". Teddy, Bart y Cole sueñan en alguna cosa más. Son los integrantes de una América desesperada por tener una parte de lo que tienen los más ricos y capaces de sacrificar la mayoría de lo que tienen para conseguirlo. Incluso la salud, ahumando metanfetamina como estimulante laboral contra el cansancio físico. Butler, que ha trabajado en la industria càrnica, en un Burger King o vendiendo hot dogs, la conoce bien.
Buena suerte retrata a una clase consumida por una pulsión aspiracional, individualista y determinada a escapar a las limitaciones de la identidad trabajadora
Buena suerte retrata una clase consumida por una pulsión aspiracional, individualista y determinada a escapar a las limitaciones de la identidad trabajadora. Sus referentes son poder tener un Rolex, con lo que Cole sueña por las noches, y poder ser propietarios de una casa y no tener que alquilar, el sueño de Teddy. Recuerda el análisis del periodista Owen Jones en Chavs: la demonización de la clase obrera y la operación cultural del neoliberalismo para convertir el éxito social o el fracaso en una cuestión de esfuerzo individual. Es un punto de partida perfecto para que la intervención de la Gretchen, la rica abogada californiana que les encarga la construcción de la mansión, provoque un descalabro.
A partir de entonces, su rutina se convierte en una sucesión de largas jornadas a la montaña, trabajando en el enclave inaccesible donde hay que hacer la casa. Se pelean con las inclemencias del tiempo y la llegada del invierno e intentan salvar como pueden los obstáculos que les van apareciendo durante el proceso. Les da igual sacrificar el tiempo siempre que puedan recibir la recompensa en forma de prima que les prometieron. Pero llegarán a dudar de que conseguirla sea posible.
Si en Buena suerte reina el escapismo de clase es porque en la sociedad que retrata la novela nadie quiere ser trabajador para siempre. El sueño es el éxito total, convertirse en alguien como Gretchen, que vive una vida de lujo, a caballo entre Jackson y California. Este también es, sin embargo, un cóctel de impulsos curiosos: los protagonistas odian a los extranjeros adinerados que llegan a Jackson y odian trabajar para "satisfacer una selecta décima parte del un por ciento de la población". Por otra parte, quieren convertirse en ellos.
Una familia americana
Quizás son las contradicciones de clase de Buena suerte que recuerdan lo que fue otro fenómeno literario en los EE.UU. en 2016. Es Una familia americana (Ahora Libros), unas memorias en que el escritor J.D. Vance describe magistralmente una comunidad que no queda lejos a la de Teddy, Cole y Bart. Son de los trabajadores de los Apalaches, al este de los Estados Unidos. Ellos son los receptores originales del hillbilly, un término peyorativo con el cual se caricaturiza a los habitantes de áreas remotas y rurales y sinónimo de otros como redneck o white trash. A menudo retratados como un grupo social ignorante, de tradiciones anticuadas y con predisposición a la violencia, han sido un blanco mediático fácil. Y desde la década de los ochenta, una comunidad en claro declive.
Nickolar Butler: "Para aquellos como yo con la suerte de haber vivido el Sueño Americano, los demonios de la vida que dejamos atrás siguen persiguiéndonos"
Desde la experiencia personal como hillbilly de nacimiento, Vance describe el proceso de desaparición del tejido industrial de Ohio y de su Kentucky natal de forma paralela a su desarraigo infantil. La industria del metal cohesionaba y en torno al cual se estructuraba su pequeña comunidad. Su desaparición durante los ochenta dejó a la comunidad huérfana y a él una herencia de inestabilidad familiar. Y desembocó en una generación diferente: "de pequeños queríamos ser veterinarios o médicos u hombres de negocios. Pero no obreros del metal".
Con una trayectoria completamente fuera de lo normal por lo que hace a su entorno, Vance llegó a graduarse en la prestigiosa Yale Law School. Como los protagonistas de Buena suerte, Una familia americana describe una trayectoria marcada por el conflicto entre las limitaciones de sus orígenes y los códigos de entornos sociales exclusivos como la misma Yale, en la que siempre se sintió un outsider. En otras palabras, se adentra en la atracción del ascensor social pero sin dejar de retratar como te hacen sentir la abundancia material y la cúspide social cuando has crecido muy lejos de ellos. Como para los protagonistas de la novela de Butler, alcanzar el éxito en América siempre tiene un precio: "para aquellos como yo con la suerte de haber vivido el Sueño Americano, los demonios de la vida que dejamos atrás siguen persiguiéndonos". Y es que como el mismo Butler recuerda, "vivir en un mundo de millonarios cuando tú no eres uno puede acabar destruyéndote".