José Mª Guerrero Medina (Jaén, 1942) es un pintor formado en Catalunya y con una carrera estrechamente vinculada, en las últimas décadas, a la Fundación Vila Casas. Ahora, 60 años después de empezar su carrera, los Espais VolART de la Vila Casas ofrecen una muestra de su obra, como una de las exposiciones estrella de este año, que ocupa los tres ámbitos de la sala. "No se trata de una exposición retrospectiva, pero sí de la mayor exposición que se ha organizado sobre este pintor", explica Àlex Susanna, comisario de la exposición junto con Glòria Bosch. Susanna explica que esta exposición, que contiene una sesentena de obras, es una muestra del compromiso de Guerrero, un compromiso social, pero también un compromiso con él mismo y, sobre todo, un compromiso con la pintura. Esta exposición, ideada por Antoni Vila Casas y el propio pintor, se podrá ver en los Espais VolART del 24 de enero al 24 de mayo. Las entradas se pueden comprar en el mismo espacio, en la calle Ausiàs Marc 22, o bien por internet.

Guerrero Medina. Figura 1. 1974. Óleo sobre tela. 61x50cm

Un verso libre

Susanna destaca que en el mundo de la pintura, Guerrero es un "verso libre", "un francotirador de la pintura", un artista excepcional que se desmarca de corrientes y de modas. "Nunca he copiado a nadie", asegura el pintor, aunque reconoce las influencias recibidas de Rembrandt, de Francis Bacon y de Velázquez. Normalmente lo adscriben a la "figuración expresionista de la segunda mitad del siglo XX", lo que para Susanna "quiere decir muchas cosas y nada en especial". Susanna aclara que cuando pinta, Guerrero no tiene una voluntad de hacer una copia mimética de alguna cosa, sino que pinta a partir "del propio magma de forma y de color". Sus pinturas, pintadas con tonos severos estallan con algunos puntos de color. Esta exposición ha escogido centrarse en la "figura humana", un elemento recurrente en la obra del pintor, tal como se puede ver en los libros de esbozos que también se exponen en la muestra (Guerrero trabaja a partir de esbozos en libros, que él considera que en sí, "ya son pinturas").

Retratos del exilio

Un frasco con arena de Argelès y con un retrato de un grupo de exiliados da un toque de corporeidad a una de las salas más impresionantes: la que recoge las obras de Guerrero dedicadas al exilio republicano. En esta sala se presentan, de forma contrastada, unos grandes cuadros que muestran las columnas de refugiados marchándose del Estado español (o los mismos fugitivos encerrados en el Campo de Argelès) con retratos de tamaño más pequeño donde se pretende mostrar la dimensión de la tragedia poniéndole rostro. Guerrero se inspiró en las imágenes de los grandes fotógrafos de la época, como Robert Capa (y en el libro Crist de 200.000 braços, escrito por Agustí Bartra en el campo de concentración), pero a partir de estas imágenes hace una libre interpretación de los hechos. En realidad, en los retratos imaginarios de los refugiados al fin lo que domina es una simple raya negra que les rodea, frente en un rostro que va quedando desdibujado.

Guerrero Medina. Garrote 1. 1974. Óleos sobre tabla. 146x114cm.

El Guerrero más antifranquista

Uno de los espacios de la exposición está destinado al Arte-denuncia. Guerrero pintó muchos cuadros con trasfondo político, sobre todo durante los últimos años del franquismo. Pero él deja claro que "nunca se interesó en el panfleto", sino que a él le interesaba la pintura. Entre otros, presenta varios cuadros de la serie La silla de la muerte, consagrados a la ejecución de Puig Antich. Explica que le implicó mucho sufrimiento pintarlos, como también El paredón, una obra dedicada a los últimos fusilados por el franquismo. Algunos cuadros de esta sala, como La procesión, representan masas sin caras, que contrastan con algunos personajes muy visibles, que ponen rostro al sufrimiento de la numerosa masa. (como al cuadro La procesión). Para Àlex Susanna, esta es la parte de la obra guerreriana que más conecta con Miguel Henández y con Antonio Machado. En la misma sala se exponen varios cuadros realizado, en los años setenta, a gente de Jaén, con el tema de fondo de la soledad. Se trata de una serie de personajes, con el rostro desdibujado, cada vez más pequeños, enfrentados a un inmenso fondo de tonos amarillentos, que refuerzan este sentimiento de soledad.

Guerrero Medina. Retrato de mi padre. 1978. Óleo sobre tela. 100x81cm.

Jugando con la memoria

El primer ámbito, en la entrada de la exposición, está destinado a las pinturas de la serie "Fragmentos de la memoria", inspirada en vivencias del pasado del artista (pero de una forma "no narrativa", basada en simples impresiones). Guerrero evita reproducir escenas explícitas de su pasado. Afirma que en principio deja su mente en blanco y hace los primeros trazos de cada una de estas obras, y que a partir de estas primeras líneas, "la misma tela, por sí misma, te dice como llenarla". "Si quieres hacer una pintura muy consciente, te pierdes muchas cosas por el camino", asegura. "Nunca me planteo qué quiero decir con estas obras", apunta. Para él, uno de los méritos de las obras de esta serie es que su mensaje está abierto y que tan sólo tienen sentido, cuando "las pones delante del espejo del espectador, que puede ver cosas diferentes de las que ve el artista". Entre las pinturas de este estilo, se muestran algunas de colores vivos, de la "serie roja" y otras de tonos fríos, de la "serie azul".

Guerrera Medina. Grito 1. 2009. Tinta china sobre papel. 180x80 cm.

Democratizando a Velázquez

Una de las salas de los Espais VolART está reservado al ámbito "Pintando a Velázquez", en el que Guerrero versiona algunas obras del artista barroco (el artista argumenta que eso le ha sido posible porque pese a admirar Velázquez, siente una gran diferencia hacia él, al revés de lo que le pasa con Goya). Guerrero recupera personajes diversos de los cuadros de Velázquez, y con ellos compone primero un mosaico de rostros con pequeñas acuarelas y, después, recrea, con su particular estilo, los rostros de varios personajes de los cuadros del artista. Y los discretos servidores de Velázquez llegan a adquirir una gran relevancia. En los grandes óleos, la menina ocupa el mismo espacio que un bufón, y el obispo no es privilegiado con respecto a la sirvienta (de forma excepcional, en su carrera, Guerrero Medina dibuja rostros muy claros, bien identificables). La exposición también tiene un espacio participativo destinado a todos los públicos en el que el visitante puede verificar cómo ha trabajado Guerrero Medina a partir de los cuadros de Velázquez. El público también tiene la ocasión de reproducir el principio creativo de Guerrero en sus Fragmentos de memoria, a través de tres pasos: observa (con un espejo), recuerda y expresa (mediante una pizarra). Guerrero continúa en plena forma y explica que esta, "no es su última exposición". En realidad, promete que muy pronto la Fundación Vila Casas promoverá una nueva exposición de su obra en el Espai La Mercè de Girona. Asegura que será muy diferente a la de los Espais VolART y que se centrará en el paisaje, que él trabaja de forma distinta. "Para mí, el paisaje es un juego", argumenta; "Me siento feliz, pintando paisajes. La naturaleza es mi pulmón", explica este pintor instalado en el Empordà, en medio de un paisaje natural que lo motiva como artista.

 

Foto de portada: Guerrero Medina. Camino del exilio. 1975. Óleo sobre tela. 250x400.