"¿Cómo es eso de morirse?", le piden una vez y otra al protagonista de Mickey 17. Y es que nuestro hombre lo sabe todo sobre perder la vida, porque este es su trabajo. En tanto que "prescindible", esta es la casilla que ha marcado sin leer la letra pequeña cuando se propone para formar parte de una misión colonizadora de un planeta lejano, el bueno de Mickey ha aceptado convertirse en una especie de rata de laboratorio. En el interior de una gigantesca nave salida al espacio exterior en un viaje que tiene que durar cuatro años, un equipo de científicos investigan para la creación de una vacuna necesaria para su supervivencia lejos de la Tierra, y prueban los efectos de virus, bacterias y radiaciones en el cuerpo humano. Y para eso sirven los "prescindibles".

Una sangrante mirada anticapitalista

La tecnología del año 2054, cuando sucede la trama, ha posibilitado la existencia de una impresora 3D gigante capaz de reconstruir de nuevo los cuerpos de estos voluntarios, reinstalando también las funciones cerebrales y su memoria, conservadas en un disco duro. No hay que decir que las defunciones del pobre protagonista son muy creativas, y sus nuevas versiones son más o menos similares a las anteriores, pero nadie asegura que, en algún momento, alguno de los clones de Mickey tenga intenciones cuanto menos cuestionables.

Mickey 17, las muchas maneras de morirse de Robert Pattison

La de Bong Joon-ho es una de las voces más originales, pero también críticas, del actual panorama cinematográfico

La de Bong Joon-ho es una de las voces más originales, pero también críticas, del actual panorama cinematográfico. Seis años después de reventar las predicciones con cuatro Oscars, entre ellos los de Mejor Película y Dirección, por Parásitos, el cineasta coreano vuelve a un género que ya ha utilizado anteriormente para construir sus desgarradoras sátiras. Títulos como Rompenieves (2013) o El huésped (2006) jugaban con las herramientas de la ciencia ficción para tirar mensajes contundentes.

Con Mickey 17, Bong Joon-ho propone un divertimento carísimo, en tanto que blockbuster de autor, que no deja caña derecha

Ahora, con Mickey 17, Bong Joon-ho propone un divertimento carísimo, en tanto que blockbuster de autor, que no deja títere con cabeza: la película se convierte en una sangrante mirada anticapitalista que pone el foco en la deshumanización, la diferencia de clases, la polarización ideológica, los conflictos éticos de determinados avances tecnológicos, la acumulación sin control del poder y la corrupción sistémica. Pero en su voluntad discursiva el director no es precisamente sutil, todavía menos con la aparición del mesiánico político multimillonario que ha financiado y dirige la misión espacial. Él y su esposa, narcisistas hasta el infinito, y en una constante competición para resultar repugnantemente desagradables, han planteado la llegada a un nuevo mundo como una oportunidad para crear una sociedad pura y superior, destruyendo cualquier conato de rebelión o cualquier forma de vida autóctona, si eso trastorna sus planes.

Bong Joon-ho señala sin muchas sutilezas la figura de los líderes iluminados que se creen escogidos por alguna divinidad para dirigir el mundo

Con este matrimonio de mediocres con dinero, cretinos obsesionados por pisar a todos aquellos que consideran inferiores, así es la lucha de clases para los que cortan el bacalao; Bong Joon-ho señala sin muchas sutilezas la figura de los líderes iluminados que se creen escogidos por alguna divinidad para dirigir el mundo. Interpretados por unos desajustados, irritantes, pasadísimos de vueltas, Mark Ruffalo y Toni Collette, la pareja pierde los papeles en cada una de sus caprichosas decisiones, que hacen pensar en manos de quién queda el presente y el futuro de la humanidad. Sí, a Ruffalo solo le falta un tono de piel de color cheeto por clavar a Donald Trump. Mucho más mesurado es el trabajo de un Robert Pattinson que ha sabido superar las cadenas de la saga Crepúsculo y que, en la piel de las diferentes versiones de Mickey, sabe matizarse cuándo hace falta.

Tan subversiva como irregular, tan autoconsciente como desequilibrada, Mickey 17 navega entre la avalancha de ideas brillantes y originales, por unlado, y la obviedad disfrazada de caos descontrolado, por el otro

Tan subversiva como irregular, tan autoconsciente como desequilibrada (por la falta de armonía, pero también por la locura de cada una de sus escenas), Mickey 17 navega entre la avalancha de ideas brillantes y originales, por un lado, y la obviedad disfrazada de caos descontrolado, por el otro. A ratos, cuando Bong Jong-hoo da da pantente de corso a los personajes de Ruffalo y Collette, abriendo la puerta a la caricatura desatada, la película es un absoluto despropósito. En otros, la sátira funciona mejor. Lo que decíamos del desequilibrio, aquí elevado a la máxima potencia.