Puigcerdà. 8:30 aprox. A fuera nieva ligeramente y en el teatro-casino la calefacción no está puesta en marcha. Hace un frío notable. Me he levantado a las 5:45h y he hecho una hora y media de coche para encontrarme con músicos veteranos de procedencias varias que han sido reclutados para reproducir en directo el Tubular Bells de Mike Oldfield de cara al 2023, el año del... ¡cincuenta aniversario de su publicación! Hoy tenemos que grabar un playback para el vídeo promocional para los programadores, o lo que es lo mismo: antes de comer tendremos que grabar 25 o 30 tomas enteras de un fragmento de 5 minutos de la obra magna del compositor inglés.
Campanas tubulares
Este es el procedimiento habitual de grabación de cualquier videoclip, pero hacerlo del Tubular Bells tiene una dificultad añadida: el leitmotiv del disco es una melodía irregular de dos compases que se mantiene imperturbable durante buena parte de la obra, mientras los elementos de fondo (la instrumentación, la armonía) van variando y creando ritmos bastante complejos. Y eso quiere decir que más allá de todas las otras consideraciones y el gozo de estar interpretando una música muy bien parida, los teclistas (entre los cuales me incluyo) tendremos que tocar el motivo unas MIL veces en el transcurso de una mañana de grabación. Eso incluye varias tomas enteras del plano general, unas cuantas por cada sección y después los planos-detalle. Y claro está: entre la sensación de bucle y frío, van aflorando las bromas y las complicidades. Se aprovechan las pausas o los planos en que no tenemos que aparecer todos para interesarnos los unos por los otros, ya que la mayoría nos hemos conocido hoy.
En un momento dado, el teclista de mi lado, Pito, hablando de su vida laboral, explica que ha dedicado buena parte de su carrera a componer jingles para publicidad. Los empieza a enumerar y de golpe aparece el único nombre de empresa inmobiliaria que me podría emocionar: Grupassa. Me levanto con los ojos como naranjas: sacando vaho por la boca, porque debemos estar en menos diez grados, y grito: "me estás diciendo que eres el creador del grandísimo hit de "es qëstió de pristigi: GRUPASSA?!". Y él, impasible, responde que si y nos explica algunas de las anécdotas del proceso de grabación, entre ellas el porqué de la curiosa pronunciación.
Maldita inmobiliaria
La cuña la grabó un cantante inglés establecido en nuestro país y si bien la grabación de la versión en castellano la hizo sin demasiados problemas, no había manera que pronunciara correctamente la versión en catalán. Dice la leyenda que en el transcurso de la sesión el vocalista soltó algún "Fucking Grupassa" de frustración que el cliente, presente, oyó perfectamente desde la cabina de producción. Al final desistieron y emplazaron al vocalista a estudiárselo más y a volver a probarlo al cabo de unos días. Pero al siguiente intento no consiguieron mejorar la ejecución y al final concluyeron todos juntos que quizás la mejor decisión era aceptar estoicamente que no había nada que hacer y rezar para que el supuesto 'defecto' fuera recibido por los oyentes como una excentricidad entrañable.
El resto es historia: la sintonía, protagonizada por una guitarra eléctrica al estilo Santana (que entonces estaba disfrutando de una renovada popularidad) se convirtió en un éxito instantáneo y la palabra Grupassa quedó para siempre asociada al "qüestió de pristigi", una frase mal pronunciada que pasó de ser un quebradero de cabeza de todo un equipo de creativos a convertirse en un clásico instantáneo de los lemas publicitarios. Y es que los caminos del éxito son inescrutables. Y si no que los lo pregunten a cualquiera de los virtuosos presentes en aquella sala. ¿Sabéis cuántos de ellos se ganan la vida con los conciertos? Ya os lo digo yo: ninguno. ¡Hasta la próxima, amigos y amigas!.