Da la sensación de que su agenda generaría ansiedad a cualquiera, seguro que al firmante de estas líneas. Pero él no pierde la sonrisa ni la calma zen, de sesión de fotos a estudios de radio, y de aquí a la cafetería de Barcelona donde se sienta con Revers. Miki Esparbé (Manresa, 1983) ha hecho un viaje relámpago a Barcelona para participar en la promoción y las presentaciones previas al estreno de Wolfgang (Extraordinario), la adaptación de la novela juvenil homónima de Laia Aguilar que ha dirigido Javi Ruiz Caldera (el de 3 bodas de más o Superlópez). Una película catalana y en catalán que acaba de llegar a los cines.
Instalado en Madrid, donde representa la obra teatral Los nuestros, el actor está a punto de empezar el rodaje de la serie de Movistar+ Anatomía de un instante, sobre el libro de Javier Cercas. Se pondrá en la piel del hoy emérito Juan Carlos de Borbón en la recreación del intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981, el de Tejero y el “todos en el suelo”. Otro proyecto que tiene muy buena pinta, con Alberto Rodríguez detrás de la cámara y con actores como Eduard Fernández, Álvaro Morte o Manolo Solo. Y, en una vorágine de producciones que cuentan con sus servicios, acaba de estrenar las series La chica de nieve e Invisible, y en otoño le veremos en otras dos películas, Frontera y Mi amiga Eva.

Miki se ríe cuando, de entrada, le preguntamos si tiene tiempo para vivir. “Buena pregunta, pero ¿qué te voy a contar que tú no sepas? Es verdad que a veces ocurre que te tiras un año que quizá ruedas más y otro en el que se estrenan las cosas que habías hecho. Porque nosotros sabemos cuándo rodamos, pero no cuándo se estrenan los proyectos. Y tengo la sensación de que ahora toca dar salida a varios trabajos acumulados”, razona sobre esa sensación de que lo encontramos en todas partes. “A veces es una especie de espejismo. Por poner un ejemplo: en Mi amiga Eva solamente aparezco en dos o tres escenas, pero cuenta igual que si hiciese de protagonista. Siempre le digo a Cesc Gay que he entrado en su filmografía por la puerta grande, en una mesa cenando con un grupo de colegas desamparados hablando de desamores. Sentado con Nora Navas, Juan Diego Botto, Àgata Roca, Lluís Villanueva y Marian Álvarez. Me apetecía mucho trabajar con un director al que admiro, y al que me encuentro por el barrio, y daba igual si lo hacía con un personaje principal o secundario. ¿Dónde tengo que firmar? Pero vamos, que este es un momento en el que se acumulan los estrenos de una manera muy aleatoria”.
Vale, pero... ¿tienes tiempo para vivir?
(Ríe) Evidentemente. Y también te digo, y lo creo en serio, que sin tiempo para vivir... no tienes muchas cosas que contar. En ocasiones, necesitas parar la máquina. Pero sí, me siento superprivilegiado y muy afortunado de haber enlazado un tiempo con mucho trabajo y movimiento. Es verdad que voy un poquito con la lengua fuera, porque ahora estoy compaginándolo todo con teatro, con un montaje que me vuelve loco, se llama Los nuestros y es una coproducción del Centro Dramático Nacional y el Teatre Nacional de Catalunya. El próximo otoño la llevaremos a Barcelona y me hace mucha ilusión, tengo muchísimas ganas. Pero sí, este es un momento de ir con la lengua fuera, pero muy feliz de que se estén enseñando trabajos tan distintos entre sí. Porque, de alguna manera, no te diré que sea el objetivo permanente porque el primero de todos es tener trabajo, pero después, y en la medida de lo posible, quiero intentar enseñar colores diferentes como actor, y dar los saltos al vacío que me permitan hacer. Es que si no me aburriría.
Quiero intentar enseñar colores diferentes como actor, y dar los saltos al vacío que me permitan hacer. Es que si no me aburriría
Desde fuera sí parece que te estén dando cancha...
Sí, y eso que a veces es difícil escapar de la imagen que proyectas. Cuando, por ejemplo, haces comedia y los productores creen que se te da bien, te siguen dando personajes similares y se complica salir de ahí. A mí me ocurrió al principio de mi carrera. Entonces, el reto es forzar la máquina para que directores y responsables de casting te vean haciendo otras cosas. Y ahora mismo, afortunadamente, me ven cubriendo un amplio espectro de personajes. Y eso para mí es un regalo, es donde me siento cómodo. Que alguien pueda intentar visualizarme en algo en lo que quizás ni yo mismo me he proyectado, me parece el mejor de los escenarios.
¿Y estás en ese punto en el que ya puedes escoger?
Sí, pero sólo en parte. No es que pueda elegir por catálogo, a ver qué tipo de carrera quiero hacer. Nosotros hacemos lo que nos llega. Y en este sentido, diría que hay tres fases: la primera sería tener trabajo, evidentemente, porque, como sabes, este es un sector muy precarizado. La segunda sería poder empezar a escoger algo de entre lo que te ofrecen. Y la tercera ya sería controlar los tempos, que es algo impensable. Si es verdad que, de un tiempo hacia acá, intento seleccionar un poco más entre los proyectos, poder estar tranquilo con las decisiones tomadas, investigar, arriesgar... Ese es mi objetivo. Arriesgar. Y a mí me gustan los actores que la lían. Ves a un Philip Seymour Hoffman que aquí estaba estratosférico y allí no la clavó tanto, y cómo mola que lo hubiera probado... Eso es lo que a mí me gustaría. Obviamente, y salvando todas las distancias, que son muchas, es un modelo aspiracional. Y hacer cosas tan distintas como Wolfgang, Frontera o Anatomía de un instante... para mí es como si me hubiera tocado la lotería.
Hablemos de Wolfgang (Extraordinario), o la historia de un niño con Asperger y altas capacidades que trata de gestionar la muerte de su madre y la aparición de un padre ausente que ni siquiera conocía y con el que debe convivir a partir de ahora...
Es una feelgood movie que toca temas muy profundos y que puede ayudar mucho, en general. Y que hace una labor social que creo que es hermosa. Retrata un caso muy singular dentro del espectro autista, que hace que el niño protagonista sea alguien totalmente excepcional, pero sí comparte una serie de condiciones del autismo. Aparecen estas dinámicas de literalización de las frases y de los conceptos, la sinceridad, las dificultades a la hora de adaptarse a las rutinas, la interacción social... Y mostrarlo en una película en pleno 2025, creo que es muy poderoso. Y ayuda, porque, para mí, el mensaje es que la única forma de superar una situación excepcional, en una familia o en un entorno concreto, es la empatía, el amor, la escucha y la paciencia. Y, en un mundo y una sociedad tan enloquecida, no hay mensaje más poderoso que este.

Wolfgang (Extraordinario) es una feelgood movie que toca temas muy profundos y que pueden ayudar mucho, en general
En Wolfgang, como en la estupenda Una vida no tan simple o en la serie Invisible, trabajas con niños.
Sí, y me gusta hacerlo, me lo paso muy bien. Tengo cuatro sobrinos y me manejo más o menos bien con ellos. También es verdad que en un rodaje en el que hay personajes infantiles, es fundamental la figura del coach, un trabajo que en Wolfgang ha hecho Clàudia Costas, que es un amor. En un rodaje en el que hay niños, los que mandan son ellos. Esto es así, y así debe ser. Y los demás, lo que intentamos es aspirar a hacer lo que hacen ellos por defecto: jugar. Nosotros, en un rodaje, intentamos simular ser quienes no somos, y de eso los niños saben más que nosotros, eso para empezar. Luego, hablando de Wolfgang, sí es evidente que las variables que tenía Jordi Catalán eran muy delicadas, porque él no es un niño que tenga ese trastorno del espectro autista, y tenía que interpretarlo, con textos complicados. Y lo ha hecho excepcionalmente bien. Jordi es un bicho, capaz de integrar muy rápidamente la estructura técnica de un rodaje, que en realidad es muy salvaje, que puede ser muy invasivo y te puede saturar un poco. Y en el caso de Jordi era como todo a favor todo el rato, casi como si tuviera un superpoder. Ojalá le vaya muy bien, porque se lo merece mucho.
Los niños son esponjas...
Muchísimo. Sobre todo en la técnica, en entender el lenguaje cinematográfico. Aunque después haya aspectos que condicionen a la hora de interpretar. Nosotros estamos acostumbrados, pero para un niño no es tan fácil concebirlos. Si para un adulto es difícil al principio, imagínate. Pero te pillan el rollo muy rápido, te pasan muy rápido la mano por la cara.
Antes hablabas de tus inicios y me ha venido a la cabeza que salías en el programa de Jordi Évole.
Hombre, ha llovido, ¿eh? (ríe) Eso era al principio principio. ¿Hará qué? ¿16 años?
¿Cómo recuerdas aquellos tiempos?
Venía de estudiar otra carrera, y entonces hice Interpretación. Creo que éramos de las primeras remesas de actores que convivíamos con la crisis de 2008, una debacle universal, y el sector estaba muy perjudicado. Pero allí había gente con muchas ganas de hacer cosas. Y recuerdo mucho las inquietudes, las muchas ganas de levantar proyectos. Hicimos un corto con Paco Caballero para el Notodofilmfest, que se viralizó...
Era Doble Check.
¡Exacto! Se viralizó de la hostia, y lo hicimos en un local del Born, comiendo un kebab, con cuatro duros. Estábamos obligados a ser muy ingeniosos y tratar de salir adelante. Y eso del programa de Évole llegó porque, estudiando Interpretación, vi un cartel en el que buscaban caras nuevas para El Terrat, hice un casting, de ahí me derivaron a una entrevista con Andreu Buenafuente, él hacía un personaje y yo hacía otro... una locura.
Tengo ganas, desde hace un rato, de levantar cosas que yo consumiría como espectador. Tengo mucha curiosidad
Una prueba de nivel...
Sí, y además con gente con la que yo había crecido, porque yo soy de la generación que vivió con el humor de El Terrat, veía a Andreu en TV3, o a Pepe Rubianes... Es el tipo de humor con el que yo había crecido. Y hacer una prueba con esa gente y empezar a trabajar con ellos fue un regalito. Si ahora me lo pidieran, no sabría ni por dónde empezar, porque todo era un poco despropósito. Pero había algo de la adrenalina que se disparaba haciendo eso... y había un gran plantel de actores que iban haciendo aquellas cámaras ocultas, etcétera. Fue una muy buena escuela, aprendí mucho.
Aquella necesidad convertida en motor para ser ingeniosos y crear vuestros proyectos debe seguir presente. Porque no hace mucho has presentado un proyecto de sitcom para TV3.
¡Sí! Ha habido tres proyectos finalistas, y en principio son tres proyectos que deberían ver la luz en los próximos años, y el primero de ellos es el que hará Dani de la Orden. El nuestro lo hemos escrito con Marc Artigau y Dani Amor, y no es una sitcom al uso. Es algo diferente, pero con las pautas de siempre.
Ya habías dirigido tres cortometrajes, y quería preguntarte...
Ambición creativa, ¿no? (ríe) Sí, estoy en este punto de mi vida. Creo que tengo ganas, desde hace un rato, de levantar cosas que yo consumiría como espectador. Tengo mucha curiosidad. También hay algo que me rebaja un poquito la presión: realmente, mi vocación es otra, y entonces me acerco con todo el respeto hacia otras disciplinas, como producir, escribir o dirigir. Con respeto, pero con muchas ganas de abordarlas. A la larga, y a la no tan larga, tengo ganas de dirigir una peli o una serie... También con Artigau llevamos un tiempo escribiendo un texto que, en principio, quisiéramos llevar al teatro, pero sin cerrar las puertas a que pueda haber una adaptación al cine. El gusanillo está ahí. El gusanillo y las ganas. Y creo que será más pronto que tarde.