Para algunos, Miquel Bonet (Reus 1977) no necesita presentaciones. Al resto, solo os lo podemos presentar con citas de la película Scarface: "Necesitáis personas como yo, para señalarlas y decir: ¡Este es el malo! Y vosotros, ¿qué sois? ¿Los buenos? Para nada. Solo sabéis esconderos y mentir. Yo no tengo este problema. Yo siempre digo la verdad, incluso cuando miento". Tuitero bocazas, articulista insolente, enemigo declarado de la Internacional Papanatas: Bonet es tantas cosas como puntos de mira tiene encima del cogote. Años después de debutar con la novela El dia de l'escórpora, el autor reusense vuelve a las librerías con Periodisme de contacte, una recopilación de artículos hirientes y brillantes sobre el Camp de Tarragona por donde desfilan desde Gabriel Ferrater hasta Leopoldo María Panero.
Yo intento escribir desde lo peor de mí mismo, nunca desde lo mejor
Aunque es una recopilación de artículos publicados a lo largo de los años, en Periodisme de contacte encontramos una voz sin gradaciones, muy cohesionada y muy contundente. ¿Siempre has escrito de esta manera?
Cuando escribo El dia de l'escórpora, ya configuro este tipo de voz donde, al mismo tiempo, soy y no soy yo. No puedo negar que soy yo a quien escribo, pero sí que utilizo mecanismos de autoficción para conseguir una voz cínica. Yo intento escribir desde lo peor de mí mismo, nunca desde lo mejor. Si estuviéramos en El club de la lucha, el Bonete escritor sería el personaje oscuro. Es mi parte chunga, la que pongo a escribir. La otra parte dice muchos tópicos, es demasiado complaciente; rehúye el conflicto. Mi parte buena no tiene ningún interés, desde el punto de vista literario. En cambio, la parte sarcástica y con mala leche, soltar de dentro esta bestia, a mí me divierte mucho. Es una manera de escribir satírico-decadentista, que envía el mensaje que todo está perdido y todo está por perder. Y es normal, que la voz de Periodisme de contacte te parezca conformada, porque fue el tono que utilicé en la novela, y decidí no volver a modularlo. En el fondo, está todo mucho más pensado de lo que parece.
“En Espanya, lo que decías no se tenía en consideración si antes no condenabas el terrorismo de ETA. Aprovecho la ocasión, por cierto, para condenar públicamente los horrores del nazismo”. Esto es puro Ricky Gervais.
Ahora Gervais está un poco cancelado, pero la reflexión sobre el humor primordial y más interesante que yo he oído, la ha hecho él. Creo que es un teórico bastante inteligente, cuando habla de los límites del humor. Estos límites siempre creemos tenerlos resueltos, pero es cíclico: pasan dos años y volvemos a caer de cuatro patas. Para juzgar el humor hay dos criterios básicos: la calidad y el código penal. Cuando tú incurres en un delito por honor y calumnias, vas a un juzgado, te defiendes y, si te toca pringar, pringas. Cuando hablamos de pagar un precio por hacer un chiste, el precio es este.
¿Y qué piensas, de la supuesta ‘cultura de la cancelación’?
Decirle cancelación a según qué cosas me parece exagerado. Si hay gente cancelada, lo está solo en ciertos ámbitos donde su producción, de entrada, ya no tenía ninguna capacidad de penetración. Eso ha pasado toda la vida, es una dinámica habitual: los colectivos se reúnen por su manera de pensar y por su manera de expresarse. Es normal y sano, que existen diferentes opciones expresivas, y que algunas estén confrontadas. Yo he faltado a muchos colectivos y estoy seguro de que, por principios, no abrirán mi libro. Yo eso lo encuentro normalísimo, de la misma manera que yo un libro de Fernando Savater no lo leeré, porque no me sale de los huevos. Con nuestras decisiones presuntamente responsables, escogemos el ámbito y el espectro donde queremos tener cierta prédica. Tenemos que empezar a normalizar eso, ya por una cuestión de sanidad: no puedes gustar a todo el mundo. Y no solo eso, sino que tienes que contar con que siempre, siempre, habrá alguien que no te podrá ver.
Mi escritura envía el mensaje de que todo está perdido y todo está por perder
Leyendo Periodisme de contacte me ha venido a la cabeza aquello que decía Josep Asensio sobre que Valero Sanmartí era "producto de la necesidad de comprar la prosa de Sostres sin ensuciarse las manos".
Hace 10 años hubo una revolución de los blogs catalanes, de donde salieron gente como Jair Domínguez o Valero Sanmartí. Ellos nos hicieron ver, no solo que se podía provocar en catalán, sino que se podía utilizar un lenguaje que no era el que podías leer en los diarios y en la literatura catalana. Que podías insultar a la gente. Eso a mí me abrió un mundo, porque demostraba que se podía ser escritor sin la necesidad de utilizar el registro de Carner o de Espinàs. Los artículos de Espinàs están muy bien, pero su lenguaje es monótono, un déjà-vu asqueroso donde siempre acabas en el mismo sitio. En cambio, esta apuesta por la expresión que hicieron el Valero y todo aquel grupo de gente, nos abrió muchas puertas.
Fenómenos como La Sotana y El Soterrani están muy influenciados.
Y cosas que él decía hace 10 años todavía son vigentes, si lo piensas. El juego de espejos de la juventud de izquierdas catalana con la cosa vasca, por ejemplo, era algo de lo que Valero se burló mucho. Que aquella tendencia ridícula se haya acabado es, en parte, mérito suyo. En cierto momento, el personaje no le dio más de sí, porque si te planteas una carrera desde la máscara, te estás metiendo en un callejón sin salida. Yo eso de utilizar un seudónimo no me lo he planteado nunca, pero también es cierto que yo empecé a escribir con las cosas más claras y de vuelta de todo. Tengo 44 años, y hace 7 que escribo. Yo me dediqué muchos años a la hostelería y después a la química y al mundo industrial. Hasta que se me hincharon los cojones.
¿Crees que el pasotismo de tu prosa tiene que ver con el hecho de vivir lejos de Barcelona y, por lo tanto, de sus capillitas literarias?
Barcelona, en este sentido, es muy dura. Es una ciudad muy coaccionadora de la libertad, con muchos mecanismos para hacerte pasar por el aro. Fuera tenemos todos los inconvenientes de la periferia, pero encuentras mucho más aire para respirar. Es prácticamente un terreno virgen. Seguramente, si estuviera en Girona o en Solsona, te diría lo mismo: que no encuentro los impedimentos que sí que encuentro en Barcelona, donde tienes que abrirte paso a codazos. Eso desgasta. Yo creo que los barceloneses no se dan cuenta, de este desgaste y de toda la energía que dedican a adaptarse. La palabra es esta: adaptarse. Yo, cuando estudiaba aquí, lo único que tenía ganas era de volver, por eso de encontrar el aire. Barcelona tienes la sensación que te ahoga.
En Catalunya somos muy cafres en privado y muy bienquedas en público.
¿Dónde encuentras la inspiración?
En el humor de barra de bar, en las situaciones cotidianas de calle; mi lenguaje bebe de eso. De todo lo que escribo, hay muy pocas cosas inventadas. Lo que pasa es que, si voy a una rueda de prensa, en vez de atender al discurso del concejal de turno o a los parlamentos institucionales, trato de prestar atención en otro lado. Tú puedes decidir si escuchas al concejal, o si escuchas al señor que tienes al lado y, por debajo, va murmurando: "Este hijo de puta ahora dice eso, pero siempre que puede aparca el coche en doble fila". Mi elección es escribir, no lo que se dice desde el púlpito, sino el comentario del ciudadano de a pie. Los mayores pitotes donde me he metido han sido por reproducir punto por punto declaraciones de este tipo. En Catalunya tenemos una tendencia enfermiza a la hipocresía. Eso, en este país, es muy bestia. En Madrid no tienen este defecto: la distancia entre lo que dicen y lo que piensan es muy pequeña. Los catalanes, sin embargo, somos muy cafres en privado y muy bienquedas en público. Pienso que esta hipocresía nos condena.
Lo de la hipocresía me viene muy bien para preguntarte sobre las acusaciones de vendido sobrevenidas, desde el entorno de Casablanca, después de que ganaras el Premi Finestres d'Assaig. ¿Te sientes un vendido?
No, para nada. Es más: yo creo que es una responsabilidad de los escritores, y muy especialmente de los escritores que vamos a contrapelo, coger toda la pasta que podamos. Pero es que toda. No se tiene que quedar nada para Martí Gironell. Ni un puto duro. Eso es una misión casi para salvar Catalunya. Catalunya la salvaremos así: ocupando el poder. Te he dicho Martí Gironell, pero ya me entiendes: cualquier escritor del régimen que escriba en unos códigos muy establecidos y con unos límites que nunca atraviesa. Yo no sé si con esta actitud se hace periodismo, pero lo que seguro que no se hace es literatura. Los que estamos de acuerdo que hay una casta que nos hace de tapón a todos los demás, tenemos que tener la estrategia de ver cómo se puede revertir, de cómo se puede torpedear todo aquello.
¿Y qué podemos hacer para revertirlo?
Yo no tengo la receta, pero es muy difícil torpedearlo yéndote cada vez más hacia la periferia. La tendencia tiene que ser centrípeta, no centrífuga: tienes que intentar ocupar el centro, todos los espacios de poder que puedas. Fracasarás igualmente; pero la tendencia tiene que ser esta, no la contraria. Yo soy una persona que viene de la periferia, pero mi voluntad es incidir en el poder, aunque sea de forma extractiva. Es mi responsabilidad: ser tan popular como se pueda, salir en todos los medios, y evidentemente siendo fiel siempre a aquello que quieres decir. Siempre hay unos códigos, claro está: lo que escribo en Catalunya Diari no es lo mismo que escribo en el Quadern de El País. Pero la diferencia es de lenguaje, no de mensaje. Variar el lenguaje no es difícil de hacer, ni evidentemente condenable.
Mi voluntad es incidir en el poder, aunque sea de forma extractiva
Ahora que hablas de El País, creo que otro medio español donde has colaborado es CTXT, donde se te censuró un artículo. ¿Qué pasó exactamente en CTXT?
Gonzalo Torné siempre estuvo interesado que escribiera en CTXT. El primer artículo que escribí para ellos, en castellano, era un texto de contenido muy político. Decía cosas que ahora, digamos, las dice todo el mundo. Francesc Serés ha escrito un libro al respecto: que si el Procés era una mentira, que si el Procés era un engaño... Cuando envié el artículo a CTXT, lo debieron pasar a dirección y, como el suplemento que coordina Torné es cultural, alguien consideró que mi texto era demasiado político, y no lo quisieron publicar. Gonzalo me explicó que él sí que lo quería publicar, pero que no salieron adelante. A mí, al hacerme el encargo, en ningún caso se me hizo entender que el artículo tenía que tener un contenido puramente cultural.
Y decidiste hacerlo público.
Sí, hice unos tweets denunciando el caso. Yo los motivos exactos por el que lo censuraron no las he sabido nunca, pero entiendo que era por el contenido político proindependentista pero antiprocesista; esta zona indefinida donde hemos ido a parar muchos. De aquel episodio ya han pasado unos cuantos años, y quizás artículos como aquel no se escribían tanto. Lo hacía Enric Vila, que siempre les había escrito. Fue Villa, quien publicó el artículo censurado en su Patreon. En cualquier caso, te tengo que decir que con Gonzalo nos entendemos bastante bien, y que no hemos tenido ningún otro problema. De hecho, ahora tenemos hablado de empezar a hacer una sección en CTXT de críticas de libros catalanes escritas en castellano. Por aquello de tocar la pera.
Tu 'yo' es muy visible en todo aquello que escribes, pero tu entorno familiar aparece muy raramente. ¿Por qué razón elides esta parte de ti?
Mi mujer, mi hija, mis padres: son cosas que reservo exclusivamente para mi yo bueno. Intento tocarlas tan poco como puedo, porque respeto mucho las instituciones familiares y paternofiliales, y tampoco querría que se vieran muy expuestas. Una vez, a alguien de Cambrils nos conectó a mí y a mi mujer, y la empezaron a asediar. Cuando empezó a recibir mensajes preguntándole por qué salía con un payaso como yo, dije: ep, calma. Que alguien me diga alguna cosa a mí, me suda la polla, porque me lo he buscado. Pero cuando ves que hay gente dispuesta a cruzar ciertos límites, llegas a entender quan importante es separar tu vida profesional de tu vida personal.
Entiendo que es la misma razón por la que nunca hablas de paternidad.
Evidentemente, mi hija sería lo último que yo haría entrar en esta rueda maléfica. Cuando publico uno de estos artículos punkis sobre Joc de cartes, donde lo único que hago es lo mismo que hace TV3 con los restaurantes —puro espectáculo—, me doy cuenta de ello como le cuesta a alguna gente distinguir ciertas licencias. No es mi ocupación, educar a esa gente; mi ocupación es otra. Hay días en que pienso lo contrario, porque me sale esta cosa pedagógica de tratar de explicarme mejor, de tratar de explicar desde dónde escribo. Pero no se lo pienso explicar. Esa labor la tienen que hacer las escuelas, los institutos y las universidades, no yo.
No puedes pedir en España justicia y equidad si tú, con tu propio país, no lo haces
Me comentabas también que desde La Segona Perifèria tenían la inquietud por como sería la recepción de Periodisme de contacte más allá de Tarragona.
Miquel Adam, el editor, en algún momento ha dicho que el libro es una guía de Tarragona para dummies. Tarragona es una zona del país con mucho potencial y muy desperdiciado, y muchas veces sabe mal. Tiene un volumen de población lo bastante importante y está lo bastante lejos de Barcelona como para dejarse satelizar. Es una cosa que tenía el Vallès, y que ya lo ha perdido. Una cosa que tenía Girona, y que ya lo está perdiendo, porque cada vez es más difícil que zonas con poca densidad población puedan ser autónomas con respecto al discurso cultural y al discurso político.
¿Y Tarragona puede conquistar esa autonomía discursiva?
Ahora mismo, sólo Tarragona y su área metropolitana son las únicas que pueden ofrecer una alternativa dialéctica a lo que significa Barcelona. La fuga de cerebros hacia Madrid de la que siempre se queja Barcelona es, a pequeña escala y muy invisibilizada, el que la misma que sufrimos en Tarragona: tenemos una fuga de cerebros hacia Barcelona. Sería conveniente que entendiéramos que, con Barcelona sola vehiculándolo todo, no saldremos adelante. Barcelona nos ha dado imágenes muy egoístas, y tiene que darse cuenta de que aquello que saca de un lugar después lo tendría que reponer. No puedes pedir en España que te trate con justicia y equidad si tú, con tu propio país, no lo haces. Tarragona y su AMB, si dejamos atrás las batallas de campanario, yo creo que tienen futuro. Es lo que he intentado explicar a Periodisme de contacte, con sarcasmo y con humor, si quieres. Pero, como a todas las buenas sátiras, siempre encuentras, en el fondo, un ansia de reforma.