Miquel Missé y Noemi Parra son expertos en género y sexualidad. Por separado, han escrito muchos libros, pero esta vez se han aliado para escribir Adolescentes en transición. Pensar la experiencia del género en tiempos de incertidumbre (Bellaterra, 2023). Esta alianza rebelde que vio la luz a finales de año es un faro para las personas que quieren entender cómo están afectando las normas de género a los jóvenes y cómo la cuestión trans a veces se entiende de manera errónea, fruto de estereotipos, protocolos rígidos y poco diálogo. Hablar con ellos de este ensayo riguroso apunta a otro libro, a un proyecto de futuro. Porque hoy más que nunca urge abordar los malestares de los adolescentes y acompañarlos, seguir haciéndonos preguntas. Allá vamos.

¿Por qué habéis escogido este momento para reflexionar sobre las transiciones de género?
Noemi Parra (NP):
Hay una cuestión que es evidente, y es que está habiendo un aumento de transiciones y que algo ha cambiado en cuanto a lo que las moviliza. Es decir, que los enfoques tradicionales en la manera de interpretar las transiciones de género no están siendo muy adecuados, parece que no terminan de dar respuestas a la realidad que nos estamos encontrando y eso dificulta los procesos de acompañamiento y plantean nuevos desafíos.

Hay un momento en el que se satura este tema a nivel institucional, pero también a nosotros como profesionales. Hay algo que falta en las piezas del puzzle del discurso público, que no termina de atender con complejidad lo que está ocurriendo. Y aquí aparece otro elemento en nosotros, es que va más allá de la cuestión trans. Este libro lo escribimos para empezar a entender qué está pasando con los malestares de género en la adolescencia.

¿Qué queréis decir cuándo apuntáis que el género está funcionando como una caja de resonancia de los malestares de la adolescencia? En el libro habláis de que los adolescentes durante estos últimos años responden a otras categorías no binarias y quizás las políticas públicas no están sabiendo acompañar estas identidades. ¿Las normas de género están en disputa y esto dificulta cómo se identifican los adolescentes?
Miquel Missé (MM):
Somos herederos de una tradición que piensa las normas de género de una forma muy concreta. Pienso en Gerard Coll Planas, sociólogo, o Cristina Gairazabal, psicóloga feminista, que reflexionan sobre cómo las normas de género son tanto cosas que ordenan la vida de forma normativa como que la configuran. Es decir, entender que las normas de género son una cosa mala o dañina es simple porque  a la vez que limitan nuestra libertad, también generan muchas desigualdades y orientan a veces nuestros proyectos de vida, y a la vez nos configuran totalmente como sujetos.

La forma en la que nos aproximamos al género es comprendiendo que en tanto que norma social, por un lado nos encorseta y nos oprime, pero a la vez nos configura y nos da sentido. Especialmente en los últimos años esta norma ha sido muy sacudida por la popularización de las críticas feministas, que eran urgentes y necesarias. Pero cuando miramos qué impacto tienen estas transformaciones en los sujetos, nos damos cuenta de que a la vez que estas sacudidas son positivas por la flexibilización en el imaginario del género y disputan la hegemonía masculina, son algo que desorienta a muchas personas, y esa desorientación genera efectos y síntomas.

¿Qué quieres decir con que genera síntomas?
MM:
Este cuestionamiento tan fuerte de las normas de género, que se ha dado en los últimos años, es algo que genera mucha libertad para mucha gente porque no encontraba su lugar, pero a la vez podría ser que estuviera generando “orfandad”, como dice Montserrat Puig. Hay unas normas de género que orientaban tu vida, los hombres hacían una serie de cosas y las mujeres hacían otras, y si de repente decimos que esto estaba y está mal, hay mucha gente que se pierde. Nuestra propuesta advierte que las normas de género que queremos transformar son unos engranajes y mecanismos muy delicados. Por eso debemos entender todo este malestar que hay y ponerlo en relación con la transformación de las normas.

Parece que el género se ha ido tensando como un lugar fundamental en la configuración de la vida de la gente

NP: Lo que parece que se abre en la actualidad es una grieta en torno al género, por eso decimos que es una cuestión de época o que es la caja de resonancia, parece que el género se ha ido tensando como un lugar fundamental en la configuración de la vida de la gente. Y con esta tensión pueden pasar dos cosas: que se pluralicen las experiencias vinculadas con el género —es decir, que haya una mayor diversificación de formas de identificarse, más allá de ser hombre o mujer de una perspectiva clásica normativa—, o que se reafirmen posiciones identitarias. Esto está ocurriendo en el caso de las masculinidades, hay un cierto miedo a perder el control y que se acaben los privilegios.

Habéis hablado de que en la adolescencia la identidad es algo importante. ¿Y la orientación sexual? No sé si los adolescentes se sienten más cómodos a través del género o a través de la orientación sexual.
MM:
Nos hemos dado cuenta de que para poder mirar realmente bien, tendríamos que dar un paso atrás y no solo mirar la cuestión trans. Da la sensación de que, en este momento histórico, las rupturas con las normas de género y sexuales se explican más a través de la identidad de género que a través de la orientación sexual.

¿Antes no era así?
MM:
No, porque antes un chico que tenía interés por la feminidad se explicaba a sí mismo a través de la categoría de homosexual y ahora parece que esto está desplazándose, pero a la vez es solo una hipótesis de algo que nos parece que podría estar pasando, pero que más que confirmar, lo que queremos decir es que invitamos a más gente a hacerse esta pregunta y a seguir investigando.

NP: También hay otra cosa que ha ido operando y que es muy interesante para pensar las cuestiones de identidad de género y de orientación sexual de género, no como cuestiones esenciales, sino como cuestiones que se mueven a lo largo del tiempo y que dependen también de los contextos en los que se producen. Es uno de los ejes del libro. Hay un desplazamiento de una posición identitaria hacia una posición más de experiencia y fluidez. Ahora mismo, el hecho de tener una experiencia homo erótica no te hace homosexual. Miramos lo trans como un fenómeno contextual que ocurre en un tiempo y que, para poder leerlo, necesitamos saber qué es lo que ocurre con el género en un contexto determinado.

¿Se está dejando de lado la educación sexual?
NP:
 En el estado español nunca nos hemos tomado en serio la educación sexual, tenemos un déficit brutal, y lo que sí se ha ido haciendo es atender cuestiones urgentes. Por ejemplo, hubo un auge de la atención a las ITS y embarazos no planificados, o el tema de la coeducación o la diversidad sexual. Estamos parcializando los temas en relación a la educación sexual cuando se deberían trabajar de forma integral a lo largo de la etapa educativa. La educación sexual debe permitir tener herramientas para configurar una cabeza crítica que nos permita manejarnos en la sexualidad. Creo que necesitamos una educación sexual que tenga una perspectiva feminista e interseccional y que permita a la gente desarrollar  aptitudes críticas sobre las normas sociales. La sexualidad también es una caja de resonancia de los malestares sociales.

¿Se está haciendo un buen acompañamiento de las transiciones en los centros educativos?
MM:
En este estudio nos centramos en la ciudad de Barcelona. Yo creo que durante mucho tiempo la posición normativa respecto al género ha sido una posición rígida que espera unas exposiciones en general que reproduzcan el modelo heterosexual y que reproduzcan la dominación de lo masculino sobre lo femenino, y creo que este marco igual que se ha movido en la sociedad española también se ha movido en el ámbito de la educación. Hoy en día, diría que en muchos institutos el sentido común del claustro es favorecer una mirada crítica con el sexismo, un contexto favorable a la diversidad sexual y diría que el ámbito educativo es uno de los contextos donde más se ha integrado una mirada diversa y no normativa. Hay muchos centros que lo están intentando hacer bien y hay una posición que es comprensiva de todas estas desigualdades y discriminaciones, eso es una cuestión. Aunque hay una buena voluntad, faltan herramientas para una mirada más compleja y actuar a largo plazo porque hay una falta de recursos evidente. Lo que intuyo es que el mismo profesorado se da cuenta que el acompañamiento es muy complejo, siento que a veces aplican el protocolo, cambian el nombre, pero van acumulando muchas preguntas que no formularán porque estamos en un contexto muy complicado para formular dudas.

Diría que el ámbito educativo es uno de los contextos donde más se ha integrado una mirada diversa y no normativa

¿Por qué estamos en un contexto complicado?
MM:
En la recepción de nuestro estudio muchísimos profesionales de la educación nos dieron las gracias porque entendían que el acompañamiento a jóvenes trans era más complejo y a la vez era un reflejo de un malestar más transversal. ¿Por qué hay gente que tiene tal nivel de malestar con estas categorías de género? Hay alumnos que no hacen transiciones de género y que también sufren. Hay muchísimo malestar respecto al género y nos fijamos solo en el de las transiciones. Tenemos que dotarnos de muchos más recursos para acompañar a estos profesionales que acompañan, porque se están haciendo preguntas que requieren respuestas más complejas que un protocolo.

NP: No podemos reducir temas complejos a titulares como “el uso de viagra aumenta por parte de los jóvenes”, nos tenemos que preguntar qué nos está indicando eso. Los Trastornos de Conducta Alimentaria, por ejemplo, también se observan como una patología mental sin relación con el género, y no reparamos en los patrones estéticos que están atravesándolos. No todo se puede reducir a una cuestión de cambiarte de uniforme si eres niño o niña, tendríamos que reflexionar sobre por qué hay uniformes segregados por género en el siglo XXI.

Cristina Gairazabal dice en el libro que “las chicas heterosexuales han entrado en una crisis en los últimos años (por suerte)”. ¿Se huye de ser una chica porque la identidad que nos han impuesto es incómoda?
NP:
Y menos mal que huímos de esto… El feminismo ha removido muchas conciencias y lo problemático sería que los avances nos bloqueen o nos den miedo. Me preocupan algunos de los discursos que han ido cuajando, porque al mismo tiempo que se señalan discriminaciones y desigualdades, no veo rebeldía. Para mi, la pregunta es cómo el feminismo puede darnos más herramientas para que cambie la subjetividad de los jóvenes.

En los jóvenes no ha permeado un discurso mainstream socialmente aceptado sobre el feminismo o la igualdad, pero no se ha hecho efectivo porque no tienen cómo incorporarlo.
NP:
La incorporación de los discursos feministas a veces se implementan de manera muy moralista. Tenemos que ser conscientes de que las normas que nos oprimen también ordenan nuestra subjetividad. Si solo piensas que todo es una cuestión de opresión, no sabes cómo te está afectando subjetivamente.

El género no es quitarse y ponerse una camisa…
MM:
Si bien el eslogan de “lo personal es político” es muy revelador y aporta mucho, creo que ahora estamos en un momento en el que hay una cierta confusión entre la estructura y el sujeto. Porque una cosa es el heterosexismo y otra es la práctica de la heterosexualidad. Nosotros decimos que el heterosexismo es un problema porque moldea una forma de relacionarse sexual y afectivamente como norma, y es problemático. Pero muchas veces se está criticando la heterosexualidad como práctica, y esto es muy poco transformador. Hay mucha culpa en personas por tener prácticas heterosexuales y reproducir relaciones normativas, a veces cuando se les hace una encuesta contestan que son bisexuales… decir que eres heterosexual hoy es una categoría problemática porque se ha confundido la heterosexualidad con el heterosexismo.

Todo se centra en el tema trans y estamos viendo que hay mucho más malestar en las expresiones de género.
Miquel:
Y específicamente mucho malestar hacia la heterosexualidad porque se plantea como una sombra de sospecha, una posición poco feminista y conservadora. Algunas personas piensan que poco avanzada y demasiado tradicional, y yo creo que para la gente que se identifica como heterosexual, más allá de generarles culpa o miedo, es poco transformador.

¿Y qué está pasando con la masculinidad?
MM:
La masculinidad está siendo señalada por ciertos discursos de algunos feminismos como algo negativo. A muchos chavales se les está pidiendo que se deconstruyan y que se bajen de sus privilegios en segundo de la ESO. Cuando tienes 12 o 13 años, has recibido una serie de mensajes y de estímulos para que desarrolles tu personalidad, y no es tan fácil; hay que invitarles a que lo piensen críticamente, pero no invalidar su personalidad. No es una cuestión individual, es estructural. No entiendo que nos sorprenda que los adolescentes reproduzcan actitudes “masculinizadas” porque son socializados en una pauta de género muy normativa. No hay que pedirles cuentas porque ellos han obedecido bastante bien… Ellos están acercándose a una posición adulta y para empezar una conversación más honesta podríamos decir: “Hemos promovido unos modelos de género que no nos hacen muy libres”.

Decir que eres heterosexual hoy es una categoría problemática porque se ha confundido la heterosexualidad con el heterosexismo

También ellos sufren cuando se apunta a la reproducción del patriarcado.
MM:
Cuando un chaval ha sido socializado en nuestra cultura bajo un canon masculino tradicional, seguramente habrá aprendido a gestionar sus emociones de vulnerabilidad de una forma específica. En nuestra sociedad para los chicos gestionar la vulnerabilidad se hace mediante la rabia y el odio.

¿Por ejemplo?
MM:
Si a Manuel se le ha muerto la madre y quiero generar una conexión con él, de nada sirve que le diga “Manuel se ha muerto tu madre, no tengas esa masculinidad tan cerrada, llora”. Porque Manuel ya se ha dado cuenta que tiene una dificultad para llorar y ese aprendizaje no lo puede activar en cinco minutos. ¿Uno se puede dar cuenta de una cosa que ha aprendido y puede cambiar? Interpelar a alguien señalando su falta no hace ninguna conexión, sino que genera culpa. Manuel va a sentir que estoy señalando su incapacidad para llorar. En cambio podríamos acercarnos de una manera comprensiva. Estamos señalando la falta de quien reproduce las masculinidades, pero no nos hacemos cargo de ayudarles a cambiarlo.

NP: Igual Manuel ha hecho un esfuerzo grandísimo para adaptarse a esa masculinidad y lo han machacado porque no juega al fútbol, porque está con las niñas. A veces los chavales necesitan a personas que entiendan su mundo y lo que les está atravesando y no que los pongan a todos en el mismo saco. Hablar de género y de patriarcado daña a todas las personas, no solo a las mujeres. El problema de todo al final al final es esencializar el género lo que implica despojarlo de su dimensión estructural. El problema parece que reside en las personas que son estereotipadas de alguna manera, pero en realidad todo es muchísimo más complejo. Vivimos haciendo un diálogo constante con la estructura  y así nos vamos haciendo sujetos.