En el Arxicenotafi, una ciudad futurista que se acerca peligrosamente a la distopía tecnológica, un grupo interventor de técnicos trata de determinar las causas de un accidente en uno de sus sistemas de transporte. En el trayecto de los personajes, las taras de esta sociedad aséptica, burocratizada y deshumanizada van aflorando, filtradas por una mirada satírica y crítica que Miquel de Palol (Barcelona, 1953) reivindica.

Bootes es una novela faraónica, de casi 1.300 páginas, que construye un universo complejo y pensado hasta el detalle

Bootes (Navona) es una novela faraónica, de casi 1.300 páginas, que construye un universo complejo y pensado hasta el detalle. Es un despliegue de recursos narrativos e imaginativos intimidante, que recuerda la propuesta de novelas como El arco iris de la gravedad de Thomas Pynchon. Y que bebe de los principios de la geometría y las matemáticas. Con su publicación, Miquel de Palol cierra el ciclo Exercicis sobre el punt de vista, que empezó en el 2004 con Les concessions. Es el segundo libro que el autor publica los últimos meses después de Frase Variata (Barcino), un ensayo en que abordaba las cuentas pendientes del procés y se interrogaba por las razones de su fracaso. La conversación enseguida se desvía, de la ficción hacia la política tanto catalana como global, de la que Palol demuestra tener muy presente.

Bootes vio la luz el pasado enero, pero ya hace tiempo que lo habías acabado.
La novela está hecha de hace siete u ocho años. Pero es aquel tópico que dice que los libros no se acaban sino que se abandonan. La redacción del libro se acabó en el 2016, pero he seguido tocando y añadiendo. Corregir, para mí, no consiste en quitar. La primera relectura quizás si, pero a partir de aquí en lo que son las correcciones y afinaciones, que para mí es lo más importante del proceso, hay más de añadir que de sacar.

Miquel de Palol en el sofá de su casa. / Foto: Carlos Baglietto

¿Cuál ha sido el camino de la novela para encontrar editor?
El libro no había tenido una respuesta positiva por parte de algunos editores. Me imagino que por dos factores: primero por la extensión y la dificultad empresarial. Yo entiendo que desde el punto de visto económico es un libro que hacía respeto. Y después, porque|para que en medio hubo la pandemia. Con Ernest Folch fue una cosa a primero vista, todo fue bastante inmediato y enseguida se interesó por el libro.

La ciudad máquina del Arxicenotafi, donde pasa la acción de Bootes, representa todo lo que ha producido el capitalismo, desde los avances tecnológicos magníficos a, sobre todo, sus aspectos más negativos.
Eso es una cosa común de la experiencia literaria de los últimos años. Los tiempos en que la humanidad tenía una expectativa racionalista e iluminada con un futuro lleno de esperanzas quedan lejos. Tenemos una conciencia de desastre, de ir hacia un cataclismo de la naturaleza y de convulsión social, que tiene una dimensión local y una planetaria. Entre otras cosas, hay un grave problema de distribución de la riqueza. El reparto de la riqueza de nuestra sociedad debe ser muy parecido de la de la Francia de Luis XVI, que llevó a la decapitación del rey. Pero estamos en un momento muy interesante por qué no sabemos a quién conviene cortar la cabeza para resolver esta cuestión. No tenemos claro quién es el amo de esta maquinaria posesiva mundial.

El reparto de la riqueza de nuestra sociedad debe ser muy parecido de la de la Francia de Luis XVI, que llevó a la decapitación del rey

¿Estaba la voluntad de reproducir esta confusión en la sociedad de Bootes?
He intentado reflejar esto desde un punto de vista satírico. Mi sentido del humor es peculiar, pero he pretendido darle una dimensión satírica importante. He intentado moverme entre los disparates de la razón y la lógica y de la sátira; dar la vuelta a lo que decía Goya de "el sueño de la razón produce monstruos". A mí me da la impresión que es lo contrario, la hipertrofia de la razón es lo que produce monstruos.

Dices que con el libro buscas hacer reflexionar pero también directamente hacer voltear a los lectores. ¿Cómo puede hacer dar vueltas la literatura?
No lo sé, de muchas maneras o quizás de ninguna. Yo pienso que un libro y una obra de arte en general tienen que tener el rasgo de sacudir alguna cosa. Puede ser el sentimiento, puede ser el interés por el conocimiento y puede ser también el espíritu de revuelta. Uno de los grandes males de la actualidad es este tipo de conformismo fatalista. La idea generalizada que 'no hay nada que hacer' porque la humanidad somos demasiada gente y los que tienen el poder están en otro lugar. Como mínimo sacudirnos un poco esta sensación de derrota generalizada.

Miquel de Palol. / Foto: Carlos Baglietto

Un libro tiene que tener el rasgo de sacudir alguna cosa

¿Cómo lo podemos hacer?
La solución colectiva es muy compleja. Estamos un momento de gran confusión, como ha habido muchos en la historia, por otra parte. Pienso que es más factible, fácil y barata la fuga personal. ¿Qué estás haciendo para sacarte esta sensación de derrota colectiva que llevamos todos encima? La música, el mar o caminar pueden ser cosas que te pueden aliviar. Se me podría decir 'esto es tratamiento sintomático'. Seguramente lo es. Pero claro, atacar el mal en general es una cosa muy complicada ahora mismo.

¿La reivindicación de la tradición cultural propia que hiciste en Frase Variata tiene a ver con la búsqueda de este consuelo? Dices que los catalanes nos hemos olvidado de nuestros clásicos.
Eso es una cosa que se ve mucho en la cuestión política. Se ha visto perfectamente en todo el procés. A mi manera de ver, el procés no ha fracasado por lo que han hecho a Madrid o por lo que no han hecho los europeos. Ellos han hecho lo que tenían que hacer de acuerdo con sus intereses. El Procés ha fracasado por la falta de consistencia colectiva de los mismos catalanes. Somos un pueblo que ha olvidado sus orígenes y su razón de ser, la ha lanzado por la ventana en nombre de una modernidad muy efímera y muy mercantilizada. Y, en el momento clave, ha habido una falta de valor, en todas las acepciones de la palabra: tanto en el sentido de 'valores', como en el sentido de 'coraje'. Tú no puedes poner en marcha una cosa así sin la conciencia de que eso es una revolución que te llevará|traerá un coste, seguramente en vidas, y una catástrofe social y empresarial. Tienes que empezar explicando esto bien a la población y preguntando si estamos dispuestos a pagar el precio. Ha parecido que no estábamos dispuestos a pagarlo, pero los primeros que no lo estaban eran los que iban delante.

Somos un pueblo que ha olvidado sus orígenes y su razón de ser

Es una de las cuestiones que también discutes en el libro. Tienes la sensación de que se ha infantilizado a los ciudadanos.
Absolutamente. Hay una desconfianza mutua entre los dirigentes y al población que ha llegado a puntos casi inéditos. Tendríamos que ir a los tiempos de Franco para encontrar un divorcio igual entre el estamento público y la población. Hay una desafección mutua: los que mandan parten de la base que la población es idiota, con todas las letras.

La mentira forma parte de la política y el poder. ¿Cómo nos defendemos?
De ninguna manera, eso funciona así. Es evidente que tú cuando estás haciendo una serie de operaciones políticas no te puedes dedicar a explicarlo todo a la población, para que le diera información al adversario. El problema es que eso los políticos lo toman por sistema: son incapaces o no quieren trazar una línea ética entre lo que, desde un punto de vista de estrategia no conviene compartir, y la obligación ética de no esconder cosas a la población. Una vez la cuestión está resuelta, la gente tiene derecho a saber porque las cosas se han hecho así, qué ha pasado y por qué. Los políticos tienen el deber de explicarlo.

¿Te imaginas la reacción colectiva si los dirigentes del procés hubieran dicho públicamente que quizás había que pagar un coste en forma de muertos?
Creo que la gente habría reaccionado positivamente. No creo que se hubiera descolgado mucha gente. Yo recuerdo el famoso 1 de octubre. Todo el mundo estaba muy dispuesto a plantar cara. Cada vez que aparecía un coche de policía delante de el colegio donde yo estaba, todo el mundo se levantaba dispuesto a plantar cara. No vi a nadie que dijera que se marchaba deprisa hacia casa. Si se hubiera explicado bien, aquella población que defendía los colegios, habría respondido.

¿Cómo se relacionan esta 'derrota colectiva' y el olvido de la tradición cultural propia?
Se ha filtrado la idea de que la identidad popular y territorial era una cosa burguesa, reaccionaria, de derechas y opresiva. Eso entre los catalanes ha cuajado bastante. Es una cuestión compleja y difícil de liquidar en una respuesta corta. Pero en el momento en que te están oprimiendo y atacando desde un sistema identitario, la única manera de defenderte, es teniendo tu propio sistema. Si desprecias el tuyo, le estás dando armas al enemigo. Y no hablo de adversario, sino de enemigo; el adversario te quiere vencer, el enemigo te quiere destruir.

El escritor junto a una de tantas estanterias de libros de su casa. / Foto: Carlos Baglietto

Los que mandan parten de la base que la población es idiota, con todas las letras

¿El Estado español quiere destruir a los catalanes?
Quiere destruir la identidad catalana. Lo dijo el ministro Wert con aquello de 'españolizar a los niños catalanes'. Hay un proceso de liquidación de facto del catalán. Yo no sé hasta qué punto la gente es consciente de los paralelismo entre la actualidad y los años cuarenta. Ahora no te fusilan, no te meten en la prisión, pero la operación de aniquilamiento de las letras catalanas y del estamento cultural catalán es muy bestia.

¿Describes, pues, un procés de aculturización que tiene que ver con la presión del estado pero también con la propia globalización?
Sí, esun proceso generalizado en Occidente. ¿Qué pasa sin embargo? Que hay culturas que se lo pueden permitir porque tienen un estado y porque tienen un grueso demográfico importante. Si eres una cultura pequeña sin Estado y además atacada y disminuida, eso es mucho más destructivo. A eso se ha añadido un papanatismo capitalista de gran parte de la gestión cultural de los mismos catalanes, que han llegado a pensar que si la empresa funcionaba ya lo teníamos todo hecho. Si te pones en manos de los mecanismos mercantiles en una cultura pequeña y sin unas estructuras de supervivencia propias, estás contribuyendo a su desaparición. La aculturización ha sido muy ayudada por grandes grupos editoriales. El Grupo Planeta es tan destructivo para la literatura catalana como lo fue Franco en su momento. Sin amenazas, prisiones y muertos está haciendo un trabajo de categorización a la baja tremendamente destructivo.

No sé si has seguido la polémica reciente sobre el bilingüismo dentro de la literatura catalana. ¿Te ha parecido interesante?
Sí, no es una polémica nueva. Hay dos factores muy evidentes: en primer lugar, no se tienen que alimentar los procesos autodegradadores de un idioma que está bajo mínimos, como lengua de calle y como instrumento intelectual. En estos momentos, de ciencia en catalán, filosofía en catalán o historia se hace poquísima. Por otra parte, está la libertad de los creadores: los creadores tienen que poder lo que les dé la gana. Cuando sale este debate yo pongo el ejemplo de Tolstoi. en Guerra y paz, una de las catedrales de la literatura rusa, todos los aristócratas hablan en francés. Tú me puedes decir, claro, 'el ruso y la literatura rusa se lo pueden permitir'. ¿Se lo puede permitir la literatura catalana? Eso se lo contesta cada uno. Pero yo he puesto trozos en castellano en mis escritos.

Miquel de Palol con un Rombicosidodecaedro hehco por el mismo. / Foto: Carlos Baglietto

No se tienen que alimentar los procesos autodegradadores de un idioma que está bajo mínimos, como lengua de calle y como instrumento intelectual

También está la cuestión polémica del realismo.
Si tuviéramos que mantener la lengua de los personajes, yo habría tenido que hacer muchas de mis novelas medio en francés o medio en inglés. Hay esta convención que afecta a la credibilidad del lector: aceptamos la convención que aquí se hablan unos cuantos idiomas, pero eso lo estamos expresando en catalán. También lo hacen en Francia y los ingleses, por descontado. ¿Nosotros nos lo podemos permitir? Yo creo que en los medios de comunicación, no. En los medios y en instancias oficiales el catalán tiene que ser predominante y único. En la creación literaria, creo que cada uno tiene que hacer lo que le parezca.

En Bootes hay un interés muy claro en la geometría. ¿Qué encuentras de fascinante de esta disciplina?
De la geometría y las matemáticas me fascina la inmutabilidad. Tú puedes ir descubriendo cosas nuevas, montando nuevos teoremas y teorías, pero ninguno de los descubrimientos que haces anula el que tenías antes. Toda la lógica matemática nueva y los teoremas extraordinarios como el de Gödel no han tocado el teorema de Pitágoras. O la resolución de una ecuación de segundo grado. Es una manera de mirar la realidad y de ordenar una cosa que por definición es inordenable.