Buenos Aires, 8 de julio de 1806. Un grupo de comerciantes catalanes residentes en Buenos Aires se reunía semiclandestinamente en casa del alcalde, Martín de Álzaga, para organizar la resistencia a la ocupación británica. Dos semanas antes, el 25 de junio, el 71º Regimiento Highlanders, formado por 1.600 efectivos, había desembarcado en Quilmes y había ocupado la capital sin resistencia. Su comandante, el general William Carr Beresford, se había convertido en el primer gobernador británico de Buenos Aires. Aquel grupo de resistentes catalanes crearía el cuerpo de Migueletes de Cataluña, denominación que remite a los Miquelets, los guerrilleros catalanes, valencianos y mallorquines que habían combatido a favor de la causa austriacista en la Guerra de Sucesión hispánica (1705-1715). Tendrían una destacada actuación en las guerras a raíz de la invasión británica de Río de la Plata (1806 y 1807), pero todavía más decisiva en la Guerra de Independencia (1810), que culminaría con la proclamación de la República Argentina.
¿Quiénes eran los catalanes de Buenos Aires?
Casi tres décadas antes (1778), el rey hispánico Carlos III había decretado la liberalización del comercio con las colonias americanas. Y eso significaba que los catalanes, por ejemplo, quedaban autorizados a comerciar con las colonias hispánicas en teórica igualdad de condiciones con castellanos, franceses, británicos y neerlandeses, que habían obtenido aquella concesión de la cancillería borbónica de Madrid en 1713 a cambio de abandonar su apoyo a Carlos de Habsburgo en el conflicto sucesorio hispánico (1705-1715). No obstante, los comerciantes catalanes ya habían establecido una ruta estable de intercambio con Buenos Aires en 1756, después de que el rey Fernando VI, hijo de Felipe V, excepcionalmente autorizara la constitución de la Real Compañía de Barcelona, fundada por las clases mercantiles catalanas que se recuperaben del colapso de 1714. Aquellas clases mercantiles emergentes serían el embrión de la colonia catalana de Buenos Aires y se establecerían y se concentrarían en el barrio de Montserrat, situado en el noroeste de la trama histórica de la ciudad.
¿Qué eran los catalanes de Buenos Aires?
La colonia catalana de Buenos Aires estaba formada por comerciantes que exportaban materia prima obtenidaen en el territorio (principalmente lanas y pieles) y que importaban productos de lujo elaborados en las fábricas del Principat (básicamente tejidos y alcoholes). Un pentágono formado por Barcelona, Mataró, Reus, Buenos Aires y Montevideo. Un comercio claramente en los dos sentidos, que había enriquecido y consolidado social y políticamente importantes estirpes del barrio de Montserrat. Las fuentes documentales de la época mencionan las casas de comercio Alsina, Ansió, Ballester, Bofarull, Botet, Busquets, Casanovas, Coll, Cornet, Corvera, Creus, Dolcet, Duran, Flores, Fluix, Fontrodona, Fornaguera, Grau, Guasch, Larreu, Llavallol, Lloret, Matheu, Miró, Molas, Nadal, Nicolau, Nogué, Olivera, Parareda, Ponce, Reynals, Roca, Rosiano, Sabatés, Sentenach, Serra, Vidal y Vilardebó; reveladoramente, muchos de estos serán los nombres de los jefes militares de los Migueletes de Cataluña en Buenos Aires.
Los británicos
A inicios de la centuria de 1800, Buenos Aires alcanzaba casi los 40.000 habitantes. Para tener una idea qué significa eso, diremos que en la misma época Barcelona tenía 120.000 y Reus, la segunda ciudad del Principat, 30.000. Era el puerto más importante de la fachada atlántica de América del Sur. Los británicos que el año anterior habían destruido la armada hispánica en Trafalgar (1805), habían fijado sus intereses en el Cono Sur, precariamente defendido, y no hallaron oposición ni en la maniobra de acercamiento ni de desembarque ni de conquista del territorio. El 27 de junio, dos días después de que los británicos pusieran pies y picas en la playa de Quilmes (veinte kilómetros en el sur de Buenos Aires), el virrey hispánico Rafael de Sobremonte entregaba la capital y el fuerte al almirante Riggs Popham, y las tropas británicas —que el informe previo del capitán hispánico Liniers calificaba de "despreciables corsarios sin el valor ni la resolución de atacar"— desfilaban por la plaza Mayor sin prácticamente haber disparado ni solo tiro.
Los Migueletes catalanes
La historiografía española ha hecho una interpretación interesadamente patriótica de aquel episodio y ha elevado las arengas militares de Liniers a la categoría de pensamiento político. Pero lo cierto se que las clases mercantiles de Buenos Aires, formadas principalmente por los vecinos del barrio de Montserrat, tomaron una posición decidida a favor de la administración británica. Beresford decretó medidas muy favorables al comercio internacional, pero también estableció una administración que asfixiaba cualquier aspiración independentista. Y en este punto se empezó a enfriar el cortejo entre unos y otros. Los comerciantes catalanes confiaron la creación y la dirección de un cuerpo de guerrilleros a los comerciantes y exmilitares Rafel Bofarull y Josep Grau, originarios de Tarragona, y allí empezó la historia de los Migueletes. En la primera invasión (1806), con tan solo 120 efectivos, expulsaron a los británicos de las posiciones del Retiro y de la Ranchería (12 de agosto) y precipitaron la derrota definitiva de los ocupantes en las mismas calles de la capital.
Los Miñones de Cataluña
Algo debió de pasar porque el año siguiente, cuando los británicos intentaron una segunda invasión (1807), los Migueletes fueron incorporados al ejército colonial hispánico y perdieron su denominación original para pasar a llamarse Miñones de Cataluña. Este detalle es muy revelador, aún más cuando sabemos que el nombre de Miquelets (o Migueletes) transportaba a un escenario y a una época (Catalunya, 1714) que no eran, por razones obvias, ni del gusto ni de las ganas de la administración colonial hispánica. Y lo es, también, porque pone de relieve que aquellos catalanes, aunque había transcurrido casi un siglo y el régimen borbónico había hecho todo lo posible para borrar la historia, mantenían una tradición que transportaba a la existencia de una nación catalana con capacidad de decisión y de revolución. Eso, sin embargo, no le restaría apoyos: los "intrépidos catalanes" expulsarían a los ocupantes del estratégico distrito de Miserere, defendido por las tropas regulares del general Whitelocke, y precipitarían la segunda derrota británica (5 de julio de 1807) en poco menos de un año.
La chispa del independentismo
Los dos intentos frustrados de invasión no hicieron más que atizar el sentimiento independentista. Alejada la amenaza británica, el alcalde de Buenos Aires, el vasco Martín de Álzaga —socio comercial de los comandantes migueletes Domènec Matheu y Joan Larreu—, encendería la chispa de la revolución. I Santiago de Liniers —un antirrevolucionario francés que había pasado de capitán a virrey— respondería con una batería de medidas represivas (encarcelamientos, confiscaciones, destierros, disolución e ilegalización de los Miñones) que liquidarían, definitivamente, el idilio entre la administración colonial y la totalidad del independentismo ("intrépidos catalanes", incluidos). La proclama del 1 de enero de 1809, conocida como la Asonada de Álzaga, se convertía en el pistoletazo de salida del independentismo argentino. Y en aquella nueva etapa, los Migueletes de Cataluña pasarían de ser un regimiento proscrito de las tropas coloniales hispánicas a formar parte de la élite del ejército independentista de Río de la Plata.
La herencia de los Migueletes
Los Migueletes de Cataluña o el Tercio de Voluntarios Catalanes Miñones de Cataluña no superaron, tal como habían sido antes, la represión de Liniers y la de su sucesor, Baltasar Hidalgo de Cisneros. Pero, en cambio, sus mandos y su tropa (formada exclusivamente por vecinos del barrio de Montserrat) tendrían una actuación decisiva en la guerra de independencia de Río de la Plata, tanto en el campo de batalla como en cuanto a la logística y la inteligencia. Los catalanes del barrio de Montserrat financiaron, con sus propios recursos, la creación de las armas de infantería, de artillería y de marina del ejército independentista. La decisiva victoria naval de la armada independentista sobre la armada colonial delante de las costas de Montevideo, por ejemplo, que significaría la derrota definitiva de los españoles, no habría sido posible sin la implicación de Joan Larreu (excapitán de la Segunda Compañía de Migueletes), que comprometió todo su patrimonio en la creación de aquel grupo.
La trascendencia de los Migueletes
Las victorias militares independentistas en tierra tampoco habrían sido posibles sin la implicación de la comunidad catalana del barrio de Montserrat, especialmente la de Domènec Matheu (exteniente de la Segunda Compañía de Migueletes), que comprometió todo su patrimonio en la leva y armamento de aquel ejército. Larreu y Matheu serían los primeros vocales (equivalente a ministros) de Defensa y de Economía, respectivamente, de la Primera Junta de Río de la Plata (1810), el primer gobierno independiente del territorio, presidido por Cornelio Saavedra, el precedente inmediato de la República Argentina. Y Felip Llavallol, hijo de Jaume Llavallol (excapitán de la tercera compañía de Migueletes), recogería el testigo de Álzaga y se convertiría en el primer alcalde de Buenos Aires nombrado por un gobierno independiente. Larreu, Matheu, Llavallol y los Miquelets de Catalunya, por extensión, serían padres de la patria argentina.