El Teatre Goya acoge, desde el 19 de enero, una versión teatral de Moby Dick, la genial novela de Herman Melville que relata cómo un capitán mutilado por una gigantesca ballena blanca se obsesiona en su captura, hasta que él mismo, y toda su tripulación, acaban siendo víctimas del cetáceo. Al correr medio mundo a la busca de revancha, el capitán Ahab y sus hombres no hacen más que buscar su destrucción. La adaptación para el teatro ha ido a cargo de Juan Cavestany y la dirección es de Andrés Lima. En el reparto figuran Josep Maria Pou, Jacob Torres y Oscar Kapoya.

Pou al frente

En la novela de Melville el personaje del capitán Ahab es tremendamente misterioso: es una presencia que se cierne sobre todos pero que a menudo no está presente. En cambio, la versión de Cavestany y Lima da todo el protagonismo al capitán del ballenero, interpretado por Josep Maria Pou. Este Moby Dick es casi un monólogo, en el que Pou se tiene que encargar de presentar el eje básico de esta versión: las emociones de Ahab. La tripulación del ballenero Pequod es representada por sólo dos actores: Jacob Torres y Oscar Kapoya. Ellos dos van alternando papeles para representar diferentes marineros del barco de Ahab, pero siempre de forma absolutamente supeditada a Josep Maria Pou. Y Pou sobresale en su papel, reflejando la evolución paranoica del personaje, que acaba pronunciando una frase mítica: "Yo no estoy loco. Soy la locura enloquecida". La locura de Pou acaba dominando todo el escenario de Goya y cautivando al espectador.

Sobriedad y tecnología

Toda la obra se desarrolla en el mar, en un barco negrero y en los botes que se llanzan al mar para acosar las ballenas. Y el montaje de Goya opta por una solución muy imaginativa. El ballenero es representado por una sencilla estructura de madera, que representa las barandillas del barco y por un obenque que se supone que lleva a la cofa. Pero para representar el mar, las olas o incluso el descuartizamiento de la ballena, se opta por proyecciones audiovisuales en el fondo del escenario. De esta forma se consigue crear ambientes muy diferentes en determinados momentos de la obra sin modificar el escenario (la obra no tiene entreacto). Y la presencia de Moby Dick, la gran ballena blanca se resuelve, de forma magnífica, con un gran lienzo blanco que sólo aparece en la fase final de la obra.

Cuando a Moby Dick le falta la aventura

Moby Dick es la historia de una obsesión. A través del deseo de revancha del capitán Ahab, a quién la rabia por la pérdida de la pierna lleva a la pérdida de la vida y a arrastrar a toda su tripulación a la destrucción, Herman Melville nos retrata la capacidad autodestructiva del ser humano. Y en este aspecto, la versión teatral de Juan Cavestany, y el montaje de Andrés Lima, son impecables. Ahora bien, Moby Dick también es una de las grandes novelas de aventuras. El lector de Moby Dick, mayoritariamente, no busca una novela que explique los secretos del corazón humano, sino una historia trepitante de cacerías de ballenas, de persecuciones arriesgadas, de tormentas, de paisajes marinos cambiantes, de enfrentamientos entre marineros... Y, en este sentido, el escenario de un teatro se queda pequeño ante la capacidad del libro de Melville de desplazarnos a mundos lejanos, de hacernos vivir el peligro de las olas, de sumergirnos en el espectáculo de la cacería... Y las diversas versiones cinematográficas de la obra han conseguido potenciar al máximo el gran relato de aventuras que es Moby Dick. Inevitablemente, la versión teatral no llega a su nivel.

Una nueva forma de ver un clásico

Moby Dick es una novela mítica, que prácticamente todo el mundo conoce, a través del libro, de los cómics y de las películas. Hay quien la considera "el mejor libro de aventuras de la historia". Pero a menudo es una obra que se lee de adolescente, que no se olvida y que se recuerda confusamente a lo largo de toda la vida. Ahora, con esta versión teatral, magistralmente interpretada por Josep Maria Pou, podemos devolver a este clásico, y valorarlo, no sólo como apasionante novela de aventuras, sino también como una profunda exploración de los rincones más oscuros del alma humana.