"Para las marcas no existo. Soy una pulga apestosa", se sincera Marta D. Riezu, periodista especializada en moda, autora de La moda justa (Anagrama, 2021), un ensayo brevemente enorme, tremenda bofetada en la jeta a nuestra consciencia como consumidores. O como reza el subtítulo del libro: una invitación a vestir con ética. "Solo me conocen algunas marcas pequeñas y medianas, lo que para mí ya es un orgullo. Pero no te hablo de mí: si yo fuera una activista con medio millón de seguidores en Instagram seguiría siendo irrelevante para Shein, porque ellos tienen en nómina a doscientos influencers también de medio millón con el que ahogar mi mensaje. Hasta que no se obligue por ley a límites de producción y a multas no habrá cambios gordos. Mientras tanto, ¿voy a renunciar yo a mi poder crítico como compradora y a mi (minúsculo) poder como periodista? Ni de broma".
Un guardarropa poco práctico
Confiesa la periodista barcelonesa Marta D. Riezu que más que tarde fue tardísimo cuando despertó en ella la conciencia de la moda justa. "Casi a los treinta. En parte por no estar en un entorno de trabajo formal, sino uno en el que había libertad para vestir como uno quería". Hasta esa edad dice que compró ropa de mala calidad incombinable, piezas fuertes que iban cada una por su lado, sin coherencia. Un guardarropa que no era ni práctico, ni conciso, ni útil ni bello. Cuando se dio cuenta de ello, se hartó y se puso seria. "Una mudanza también ayuda a verlo más claro. Y, por supuesto, ser periodista va ligado a tener curiosidad por lo que uno deja entrar en su vida. Saber dónde va tu dinero".
Hay muchas alternativas a Primark o Inditex, pero requieren un esfuerzo y una búsqueda
¿Cómo deshacernos de lo que nos sobra o no utilizamos?
No tienes que verlo como ‘deshacerte’, como si fuera algo que ya no sirve para nada. Es mejor intercambiarlo o regalarlo a amigos que dejarlo en un contenedor de ropa, donde es poco probable que acabe en una tienda de segunda mano. Por estadística, su futuro es el vertedero. ¿Quién ha decidido que esa prenda ya no sirve? ¿Ya no te gusta porque la tienes muy vista? En ese caso quizá debas reeducar tu mirada y madurar como comprador. Algo muy visto no pierde su valor. ¿Un libro que tienes hace quince años te parece menos bueno? ¿En qué momento nos engañaron para despreciar la ropa de este modo?
La comodidad, el desconocimiento y una falsa creencia de que tenemos derecho a lo barato impide que se compre mejor
En una sociedad como la actual, ¿cómo podemos abstenernos de entrar en Primark o en las tiendas de Inditex?
Hay muchas alternativas, pero requieren un esfuerzo y una búsqueda, y entiendo que uno puede sentirse perdido acerca de por dónde empezar. Así que se empieza de un modo facilísimo y barato: dejando de comprar. Ya tenemos de todo. ¿Conoces a una sola persona de tu entorno a la que le falte ropa, que no tenga los armarios de casa a rebosar? Es lo mismo que si me preguntas: ¿se puede vivir sin entrar a Hacendado? Y te diré: por supuesto. Pero se tiene que querer cambiar. La comodidad, el desconocimiento y una falsa creencia de que tenemos derecho a lo barato impide que se compre mejor.
A Marta D. Riezu el concepto 'ir a la moda' le provoca urticaria. Suelta tajante que le resulta una de las ideas más absurdas del último siglo. Para ella, lo más importante es vestir con corrección, preparado para tu cometido y a tu estilo, con algo que te resulte cómodo y con lo que te identifiques. "Las tendencias solo complican la vida, están hechas para sacarnos los cuartos". De eso, destapando y denunciando todas las injusticias que se producen en la industria de la fast fashion: desde condiciones de trabajo infrahumanas a cuestiones medioambientales, trata su libro, La moda justa. Una invitación a vestir con ética.
Tan fácil como no comprar
La autora no esconde que su ensayo fue un encargo que partió de la editorial. Anagrama. "La colección Cuadernos había tenido una primera etapa más política en los setenta, y ahora se ha reorientado a textos breves e híbridos, entre lo personal y lo periodístico, la crítica y el humor subterráneo. Hay cuadernos dedicados a los secretos, las bibliotecas, los enemigos, la siesta, la filmoteca del Vaticano, la corrección política, la burocracia… Creo que el formato breve ayuda a quitar miedo a algunos lectores que según a qué temas no se acercarían por temor a un tochazo teórico (vivan los tochazos teóricos, a todo esto)".
El libro es una invitación a liberarse de cierto tipo de moda porque lo que nos venden no solo daña el ecosistema, a los trabajadores y a los animales, sino que encima es un mal producto, una cutrez
Ciertamente, La moda justa son escasamente 90 páginas, eso sí, todas ellas plagadas de sentencias tajantes que apelan a nuestra ética y moralidad a la hora de abrir el armario y encararnos a las decenas de piezas de ropa que hace meses que esperan su turno para salir a la calle y lucir. "Creo que hay que mojarse cuando uno escribe, da igual si se cierran puertas. Se escribe no solo con la información de que uno dispone, sino con el carácter.Es un asunto demasiado importante para andarse con medias tintas".
Que esta seguridad en sus ideas no nos lleve al engaño, Riazu no practica sermones, sino que abofetea consciencias. "El sermón y el intentar convencer a alguien mediante la pena no sirven para nada. Creo más en un discurso ágil y directo, sin monsergas. El libro es una invitación a liberarse de cierto tipo de moda porque lo que nos venden no solo daña el ecosistema, a los trabajadores y a los animales, sino que encima es un mal producto, una cutrez. Yo describo el panorama y espero que el lector sea inteligente, reflexione y vea que ciertos modos de producción son moralmente inviables.
Si únicamente te guías por lo barato que puedas comprar algo eres solo un consumidor, no un ciudadano
¿En este escenario de moda basura son las marcas las que nos han de informar sobre cómo han sido elaborados sus productos somos los usuarios los debemos informarnos?
Ambas cosas. Algunas marcas ya informan, pero muy pocas. La mayoría solo da pinceladas incompletas, algunas son completamente opacas. Si no lo vemos claro, es tan fácil como no comprar. Como ciudadano tengo la obligación de conocer el mundo inmediato que me rodea: lo que como, lo que pago de impuestos, quién es exactamente ese señor al que voto, la historia de mi barrio. Si únicamente te guías por lo barato que puedas comprar algo eres solo un consumidor, no un ciudadano. Y no me sirven los rollos esos de 'no tengo un duro'. ¡Nadie tiene un duro! Vestir de modo responsable no tiene que ver con gastarse fortunas, sino con tener un criterio firme y saber decir no".
No es solo a quién le compras, sino qué haces tú con ello
En el otro extremo, y ejerciendo de abogado del diablo, no es menos cierto que también se ha romantizado en exceso lo artesanal.
Lo artesanal se ha presentado como un antídoto a la voracidad fast fashion, pero no es muy realista, porque debido a las horas de trabajo y la excelencia tiene un precio, perfectamente coherente. Y no todo el mundo lo puede pagar. Pero es importantísimo que exista, porque su valor cultural es incalculable; es uno de los caminos más interesantes de la moda como respuesta al consumo vacío. Es singularidad y humanismo. Sublima los materiales más bellos de la tierra y crea vínculos duraderos. Pero, entendámonos: si tú tienes prendas de Zara en casa y las usas veinte años, eso es sostenible. Lo que no es sostenible son sus métodos de confección, pero tú con sus prendas puedes enmendar la compra. Y puedes comprar una prenda artesanal, y cansarte al mes y tirarla. O sea que no es solo a quién le compras (y quién/dónde/cómo se produce eso que compras), sino qué haces tú con ello.