Los más fanáticos del cine de Martin Scorsese jamás le olvidarán: el actor estadounidense Ray Liotta ha muerto a los 67 años, según ha avanzado la publicación Deadline, mientras dormía en la República Dominicada, lugar donde estaba rodando la película Aguas Peligrosas. No obstante, todavía no se han hecho públicas las causas del fatídico traspaso.
Tipo duro del cine, Riotta siempre representó ese perfil de villano a la perfección, pese a haber interpretado más veces a personajes que rozaban la bondad. Con más de 80 películas a sus espaldas, el actor empezó a trabajar en series de televisión a finales de los años setenta, aunque su papel definitivo, el que lo catapultó a lo más alto, fue el del desquiciado Henry Hill en Uno de los nuestros, clásico entre los clásicos, un retrato sobre el crimen organizado dirigido por un impoluto Scorsese. Ahí debutó con Robert de Niro y Joe Pesci, peces gordos, y su nombre ya jamás se borraría de la historia del cine contemporáneo. La película recibió cinco nominaciones a los premios Oscar en 1990.
Adiós a uno de los buenos
Nacido en 1954 en Nueva Jersey y con una carrera cinematográfica algo irregular, en los últimos años vivía una especie de resurgimiento. Salió en la película de Netflix Historia de un matrimonio, en No Sudden Move o en uno de sus últimos trabajos, la precuela de la serie Los Soprano, que pretende revivir los orígenes del mafioso Tony Soprano. El actor, nominado al Globo de Oro en 1987 por Algo salvaje, acababa de terminar la película Cocaine Bear, dirigida por Elizabeth Banks, y tenía previsto protagonizar Working Title The Substance, junto a Demi Moore y Margaret Qualley. Sin embargo, su muerte imprevista deja a la industria sin un actor difícil de olvidar.
Otras de las películas por las que Liotta será recordado será por interpretaciones en películas taquilleras como Cop Land (1997), junto a Sylvester Stallone; Heartbreakers (2001), con Sigourney Weaver; Blow (2001), junto a Johnny Depp y Penélope Cruz; o Hannibal (2001), con Anthony Hopkins, cuya imagen con el córtex cerebral cortado y masticando su propio cerebro es ya un icono de la cultura pop del cine.