"Un cuentista nato que trasladó su ingenio a la novela. Y, ante todo, un  amigo del alma", así lo ha descrito Enrique Vila-Matas. El escritor barcelonés Pedro Zarraluki ha muerto a los 70 años. Autor de excepcionales libros de cuentos y novelas traducidas a varios idiomas y galardonadas con el Premio Nadal (2005, Un encargo difícil), el Premio Herralde (1994, La historia del silencio) y el Premio Ciudad de Barcelona y RNE Ojo Crítico (1990, El responsable de las ranas), así como un el prestigioso premio internacional White Raven para su obra juvenil El hijo del virrey (2012).

Simetría de afinidades

Entre la obra que nos deja Zarraluki, hay que mencionar también las colecciones de relatos Galería de enormidades (Anagrama, 1989), Relato de familia con catástrofe (Anagrama, 1989), Humor Pródigo (Destino, 2007), Te espero dentro (Destino, 2014) y las novelas Todo eso que tanto nos gusta (Destino, 2008) y, su última novela, La curva del olvido (Destino, 2021).

Nos deja, indudablemente, uno de los grandes escritores de nuestro país y uno de los novelistas y cuentistas más estimados por sus compañeros de gremio. "Uno de los narradores más finos y personales de las últimas cuatro décadas. Sin sus libros nuestra literatura reciente sería mucho más pobre. Pedro se nos ha ido cuando todavía le quedaban unos cuantos libros por escribir. Eso nos lo perdemos los que venimos leyéndolo desde el principio", ha destacado Ignacio Martínez de Pisón.

Uno de los narradores más finos y personales de las últimas cuatro décadas. Sin sus libros nuestra literatura reciente sería mucho más pobre

Muestras de pésame a las que se han sumado nombres referenciales de la literatura catalana como Màrius Serra, que al saber la noticia del fallecimiento de Zarraluki ha recordado una maravillosa anécdota que vivieron juntos. "Conocí a Pedro Zarraluki en un avión, camino de Bilbao. Nos pusimos a hablar de libros sin saber quiénes éramos. Entre los que me recomendó él, había uno sobre juegos de palabras que conocía de sobra porque lo había escrito yo mismo. Entre los que le recomendé yo, había un libro de cuentos, Galería de enormidades, que él conocía de sobra porque lo había escrito él mismo. Aquella extraña simetría de afinidades nos unió para siempre. Su proverbial elegancia y la destreza para trasladar a la novela los detalles luminosos que pueblan sus narraciones resistirán el paso del tiempo, como las conchas en las zonas montañosas que hace miles de años quedaron sumergidas bajo las aguas del mar".