La tarde del 29 de octubre de 2024 no llovía en la capital valenciana, y Vicent Baydal recuerda que tenía programada la presentación de un libro: València, riu i platja, de Felip Bens, un ensayo sobre cómo se ha definido la identidad de los habitantes de la València que mira al mar. Un título que horas después sería carne de sarcasmo cruel, como si el destino se riera de esa terreta condenada a la fuerza del agua. Pero ese martes la convocatoria siguió su curso. El acto empezó a las siete y media, unas 40 personas llenaron el Col·legi d’Arquitectes y la charla se desenvolvió como si nada. Y a las ocho y once minutos, de repente, sonó la alarma tardía en todos los móviles de la sala. “Una persona gritó que había caído un meteorito porque no sabíamos lo que era; realmente era la primera vez que sonaba”, dice Baydal. Aun así, nadie se levantó para irse: total, no tenía que llover ese día en la ciudad de València.

El impacto de la DANA en el sector editorial valenciano: la serie de El Nacional sobre el terreno
 

Baydal es editor y cofundador de Llibres de la Drassana. También es historiador y Cronista Oficial de la Ciutat de València, lo que permite que tenga una perspectiva transversal de lo que sucedió esas horas y de sus fatídicas consecuencias. Su editorial perdió más de 5.000 ejemplares almacenados en las instalaciones de GEA Llibres, la mayor distribuidora editorial del País Valencià y enormemente afectada, con el 80% de los fondos que guardaba en sus instalaciones destrozado. En el caso de Drassana, las pérdidas sufridas superan los 100.000 euros a precio de venta al público, aunque afortunadamente su almacén principal está ubicado en Alboraya, en la Horta Nord, y eso amortiguó el golpe.

Vicent Baydal, editor de Llibres de la Drassana, en la plaza de la Mare de Déu de València. / Foto: Montse Giralt

El de Llibres de la Drassana es solo uno de los ejemplos de cómo la DANA ha golpeado al sector del libro y ha puesto en jaque el tejido editorial y librero de la zona. También por la devastación en GEA, Bromera, el gran grupo editorial del País Valencià, ha perdido más de 350.000 libros y una posibilidad de negocio de más de 4 millones de euros, pese a tener otras distribuidoras y almacén propio. Proporcionalmente más grave ha sido el impacto en Sembra Llibres: 20.000 ejemplares destrozados en una editorial independiente y cooperativa que solamente publica en catalán, aunque tiene otras distribuidoras en Catalunya o las Illes Balears. “Supone la mitad de nuestro stock”, explica Mercè Pérez, editora y cooperativista. O la editorial Camacuc, símbolo de la lucha por la normalización lingüística en el País Valencià, que vio como los 40 años de historia de la popular revista infantil en valenciano se diluían en el barro.

Según calcula l’Associació d’Editorials del País Valencià (AEPV), una cuarentena de editoriales se ha visto afectada, total o parcialmente, por los efectos de la catástrofe, con más de un millón de libros echados a perder. Los daños económicos se cuantifican en más de 5 millones de euros a precio de coste —lo que supondría unos 16 millones de euros a precio de mercado—, sin contar las afectaciones a otros equipamientos, instalaciones o vehículos que han podido sufrir. La situación ha causado estragos graves en la viabilidad a corto —¿y largo?— plazo de muchos proyectos y ha sumido a editoriales y librerías en un caos logístico y emocional absoluto. “Tenemos editoriales muy pequeñas, y quizás algunas corran peligro, porque hay una bibliodiversidad muy precaria; por eso reclamamos unas políticas del libro más ambiciosas que conecten y se fijen en la ciudadanía valenciana”, exige Vicent Baydal.  

Los daños económicos de las editoriales se cuantifican en más de 5 millones de euros a precio de coste, lo que supondría unos 16 millones de euros a precio de mercado

El impacto ha azotado también a las librerías ubicadas en la zona cero, algunas de ellas desaparecidas totalmente por la fuerza del agua. En total, el Gremi de Llibrers de València ha contabilizado 10 librerías dañadas con diferentes grados de afectación y la valoración de daños apunta a pérdidas de más de un millón de euros. Algunas pudieron abrir al cabo de un mes; otras, como La Moixeranga (Paiporta) o Somnis de paper (Benetússer), no pudieron salvar absolutamente nada de sus negocios y actualmente están reconstruyendo sus locales, haciendo un gran esfuerzo económico por sobrevivir y con las esperanzas puestas en volver a levantar la persiana esta primavera. La librería Bufanúvols (Catarroja), además, también tuvo que buscar un nuevo local para volver a empezar de cero, algo que consiguió a mediados de febrero tras semanas de absoluta incertidumbre.

A todo este caos se le suma la lentitud de la burocracia y una gestión torpe por parte de las instituciones. La mayoría de las ayudas prometidas por la Generalitat Valenciana de Carlos Mazón y el Estado central no han llegado, y muchos de los afectados han podido ir tirando, en gran medida, gracias a las donaciones de particulares. Es el caso de La Moixeranga, por ejemplo. “Pusimos un número de cuenta porque la gente nos lo pedía, y nos daba vergüenza porque todo el mundo estaba igual; pero volvemos a abrir, y hemos podido empezar la obra gracias a la comunidad lectora”, subrayan Arantxa Carceller y Eva Vázquez, propietarias de la librería desde 2023.


Cuatro meses esperando las ayudas públicas prometidas

Después del paso de la DANA, el Gremi de Llibrers se puso en marcha enseguida. Lo primero que hizo fue gestionar la enorme ola de solidaridad de personas que querían aportar su granito de arena y acompañar a los afectados en ese despiporre administrativo y sentimental sin precedentes. También abrir una campaña de donaciones propia para reactivar el motor de las librerías. Ya han recogido (y repartido) unos 90.000 euros provenientes mayoritariamente de aportaciones particulares, pero todavía hay proyectos en marcha con los que se recolectarán más ayudas económicas, como el festival benéfico Marcapáginas o los beneficios del libro Renàixer del fang (Ara Llibres), que serán íntegros para la reconstrucción de las librerías.

No todas han contado con la misma inyección monetaria. Para repartir el dinero donado se estableció una ponderación en función de varios parámetros, como los daños, el número de trabajadores, la actividad de la librería o el impacto en su localidad. “Algunas librerías tenían mucha necesidad económica, porque algunas ayudas no habían llegado y de repente debían hacer frente a muchos gastos”, lamenta Pau Pertegaz, director técnico del Gremi. La tardanza burocrática ha causado mucha angustia y ha hecho que la indignación aumente en un sector ya de por sí acostumbrado al desprecio de las instituciones. Y es que cuatro meses después que la gota fría arrasara con todo, la mayoría de los damnificados del sector todavía no han visto un euro de las ayudas públicas prometidas.

Pau Pertegaz, director técnico del Gremi de Llibrers: "La gestión ha sido extremadamente dificultosa para las librerías, además de la complejidad de las aseguradoras, que en muchos casos ha llevado a la desesperación"

Cabe señalar que editoriales y librerías, por su actividad diferencial, optan a ayudas distintas. En el caso editorial, pueden solicitar la ayuda directa de 6 millones destinados al sector cultural que convocó la Generalitat, con un millón directo al sector editorial para las reimpresiones; justo el pasado jueves, casi cuatro meses después, la administración publicó qué cantidades recibiría cada editorial en función de los daños declarados. Además, desde el Ministerio de Cultura también abrieron ayudas directas a la edición, con un apartado para las reediciones, aunque en este caso se puntúan los proyectos presentados previamente para asignar las cuantías. “Nos han dicho que darán una cierta preferencia a las editoriales que han sufrido la DANA”, explica Àfrica Ramírez, editora de Balandra Edicions y presidenta de la AEPV. Esto es oficialmente lo que se ha conseguido por parte de las instituciones, a parte de otras ayudas generales según casuísticas concretas, como ayudas a los autónomos o para reconstrucciones. Pero de momento las destinadas al sector como colectivo no se han resuelto, dejando a las editoriales a la merced de sus propios recursos. “Las convocatorias siguen abiertas y se han ampliado los plazos para solicitarlas; algunos reeditamos los libros con el compromiso que entrarían las ayudas, pero todavía no hemos recibido ni un duro”, dice Ramírez.  

La misma pauta siguen las contribuciones públicas concretas para las librerías perjudicadas. El Ministerio de Cultura puso en marcha una ayuda, con un máximo de 30.000 euros por caso. Por su parte, la Conselleria de Educación y Cultura convocó las Ayudas para profesionales y empresas de industrias culturales de afectados por la DANA, con un máximo de 90.000 euros en función de los daños declarados. La mayoría no ha recibido nada de las arcas públicas y los damnificados continúan esperando una resolución que nunca llega. “La gestión ha sido extremadamente dificultosa para las librerías, además de la complejidad de las aseguradoras, que en muchos casos ha llevado a la desesperación”, declara Pertegaz. A lo que sí han accedido algunos damnificados es a las ayudas impulsadas por grandes empresas como Mercadona o Inditex, que llegaron extremadamente rápido y rodeados de controversia. 

Estantería en la librería La Moixeranga, en Paiporta, ahora en reconstrucción. / Foto: Montse Giralt

A todo ello se suma que la Generalitat ha dejado sin las ayudas ordinarias al sector del libro en el peor año de su historia, según ellos porque el anterior equipo —liderado por el torero Vicente Barrera, de Vox, hasta julio de 2024— no había iniciado la tramitación de las líneas. “No se entiende cómo no ha salido esa ayuda, que es cíclica, basta con darle a un botón para que tire adelante”, denuncia Jorge Cabezas, secretario del Gremi de Llibrers y copropietario de la librería Somnis de Paper. Se trata de las subvenciones que convoca anualmente la Conselleria de Cultura, ahora en manos de José Antonio Rovira (PP), y que ya estaban contempladas en los presupuestos de 2024. Que todavía no estén convocadas hace peligrar acontecimientos cruciales del mundo del libro, pero también afecta a la industria editorial en valenciano. Por ejemplo, haciendo tambalear la celebración de las Places del Llibre en valencià, ferias exclusivamente en valenciano que recorren el país apostando por la cultura y la lengua, todavía en estado de espera. De hecho, la Fira del Llibre de València, la segunda más importante de todo el Estado español, podrá celebrarse finalmente porque la Generalitat ha prometido una financiación singular a través de presidencia para este 2025. Pero las ayudas ordinarias siguen sin llegar.

Más palos en las ruedas del sector editorial en valenciano

“Está claro que el actual gobierno autonómico se pronuncia en contra de todo lo favorable al valenciano”, clarifica Vicent Baydal. Si el sector del libro ha estado eternamente precarizado, sin una apuesta clara desde las instituciones por hacer un plan integran de ayudas reales a los libros, la radiografía del sector en valenciano siempre va un paso por detrás, algo que Baydal cataloga de “mal endémico” que va mucho más allá de los colores políticos al mando. “La hegemonía del sistema editorial es en castellano, con solo entre un 3 o 4% de los índices de lectura en valenciano; ningún gobierno, en ningún momento, ha puesto solución y ha creído en el libro y la edición en valenciano, y no se han hecho programas ambiciosos”, explica el editor de Drassana.


Precisamente, esta editorial nació hace una década con plena vocación de aportar nuevas sinergias al mundo editorial valenciano, trabajando por el país y por la cultura —editan la revista Lletraferit y organizan los premios literarios del mismo nombre—, aunque actualmente hacen un 10-15% de su producción en castellano. De hecho, la presidenta de AEPV calcula que solo un 30% de las editoriales asociadas (una sesentena) publican en valenciano, incluyendo también a aquellas que lo hacen en ambos idiomas, y no hay datos sobre cuántas lo hacen solamente en catalán. “Hay una sensación clara y evidente de que el valenciano se está muriendo; quieren imponer el castellano y acabar con el valenciano, tener derecho a no escucharlo y no ver nada en nuestra lengua”, denuncia Baydal. Sin embargo, también opina que la sociedad civil no está dividida por la lengua. “Hay algunos que somos muy activistas por el valenciano, pero a mucha otra gente le da igual y piensa que, si el valenciano desaparece, que desaparezca”.

Vicent Baydal: "Hay una sensación clara y evidente de que el valenciano se está muriendo; quieren imponer el castellano y acabar con nuestra lengua"

En el plano editorial, esta dejadez se nota precisamente en la dependencia que hay hacia Catalunya, algo que desde esta editorial intentan redirigir. “Nosotros somos una editorial muy valencianista, reclamamos hacer lo mismo que hace Catalunya”, explica el editor e historiador. Y es que mientras algunos escritores o editoriales valencianas reclaman más atención del Principat, desde Drassana apuestan por sus propias infraestructuras, en un ejercicio de autoestima nacional y de reivindicación de un sector doblemente precarizado. “Ya lo decía Pompeu Fabra: que cada uno trabaje por su lengua, su sociedad y su cultura, y al final nos encontraremos, porque evidentemente el catalán y el valenciano siempre nos encontraremos en la misma lengua”.

También critica que ese cambio de chip no se haya logrado históricamente en el sí del gobierno valenciano, que nunca ha apostado por la calidad de los escritores valencianos ni ha apoyado el ecosistema editorial. Lo saben bien proyectos pequeños y singulares como Sembra Llibres o Camacuc, que también reman a contracorriente para sacar adelante sus negocios en catalán. La publicación lleva cuatro décadas siendo la única revista infantil en lengua valenciana, aunque en 2023 fue censurada por el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Borriana —Jesús Albiol, de Vox—, que anuló la suscripción de la biblioteca municipal a esta y otras revistas catalanistas, dando finalmente marcha atrás. “Lo primero que hizo el PP cuando llegó al poder hace 30 años fue quitar el Camacuc de las escuelas, y nosotros quedamos ahogados, pero aquí estamos; para quien quiera acabar con el valenciano, seguimos siendo un referente”, explica Joan Escrivà, editor de la revista, que el pasado diciembre ganó la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes por ser una pieza clave para la difusión de la lengua en las nuevas generaciones.

Las pérdidas económicas en editoriales y librerías son de millones de euros. / Foto: Montse Giralt

“Tenemos un grosor de lectores en valenciano cada vez más consolidados, pero también llevamos un par de años de regresión, tanto en ayudas como en visibilidad del libro en valenciano, y esto es una acción política en contra de todo lo que es en valenciano, con una política lingüística en contra que también afecta a la lectura en valenciano”. Esto lo dice Mercè Pérez, de Sembra Llibres, una editorial de guerrilla nacida en 2014 que solo publica en catalán —“desde València ciudad para toda el área catalanohablante”— y que tira adelante con pocos recursos, apostando por su propio circuito. “Intentamos siempre estar ahí con mucha voluntad, pero tener un gobierno que está en contra de tu propia lengua nos repercute”.

Esta resiliencia es el denominador común de una industria que se ha sentido abandonada por las instituciones y que saca la esperanza de debajo del barro. Dice el director técnico del Gremi de Llibrers que en ningún momento pensaron que el sector no tiraría adelante; al contrario, las librerías siempre han afirmado que volverían a abrir. Las propietarias de La Moixeranga no dudan cuando dicen que se jubilarán en la nueva librería que, igual que Somnis de Paper, volverá con un diseño de local totalmente diferente para seguir siendo un referente de solera en la zona. O Camacuc, que ya ha reabierto parcialmente su sede, todavía patas arriba, pero que pretende inaugurarse a pleno rendimiento para ser un espacio visual para que los críos puedan experimentar con el dibujo o la creatividad, siempre comprometidos con la lengua. Mientras tanto, seguirán esperando las resoluciones de una administración pública que ya va tarde.