El Museu de la Música dedica una exposición a un episodio de la historia de la música poco recordado. Pioneres [d']ones i experimentació sonora conmemora a las mujeres precursoras del siglo XXI en el mundo de la música experimental. La exposición ha sido comisariada por la también música experimental Haize Lizarazu y se puede visitar hasta el 24 de septiembre.
La tecnología como herramienta liberadora
La compositora Laurie Spiegel resume muy bien la esencia de la muestra: "La tecnología es una gran liberadora. Destruye las estructuras de poder. La atracción de las mujeres por la música electrónica es natural. No necesitabas la aceptación de los medios mandados por hombres. Emisoras de radio, discográficas, salas de concierto y promotoras. Podías hacer música electrónica y presentarla directamente al público. Eso te da una gran libertad. Pero la historia olvida a las mujeres".
La tecnología es una gran liberadora. Destruye las estructuras de poder. La atracción de las mujeres por la música electrónica es natural. No necesitabas la aceptación de los medios mandados por hombres
Estas palabras son las que abren el documental Sisters with Transistors (2020) que se puede visionar a la sala expositiva del museo. La muestra nos obliga a viajar en los años setenta y ochenta del siglo XX, cuando la tecnología justo empezaba a innovar. Lo que no avanza tan deprisa es el feminismo; hace cuarenta años las mujeres a menudo quedaban en segundo plano. Además, son mujeres que se dedican a la música experimental, por lo tanto, como dice Jordi Alomar, director del Museu de la Música, se trata de un sector doblemente menospreciado.
Una sala pequeña, una gran exposición
Esta reivindicación se realiza tanto a escala internacional, como local. Se presentan con gran detalle las pioneras de la experimentación electroacústica de nuestro país: Anna Bofill y Mercè Capdevila, y, gracias al documental, se conocen referentes de todas partes como Clara Rockmore (Lituania, 1911 - Nueva York, 1998). La exposición no es solo una puerta para profundizar en su música, sino también en las obras físicas de algunas artistas. Por ejemplo, se exhibe una partitura original de la obra Primer Artifici (1985) de Mercè Capdevila. Si leer notaciones musicales ya es difícil, todavía se complica más si se añade la gráfica del sonido eléctrico. La experimentación musical también da paso a la creación de objetos sonoros como Museum of the Dry Bugs (2019) de Eli Gras; una casete que, para acceder, hay que gastar la pastilla de jabón que la contiene.
La exposición ocupa una sala muy pequeña del museo, pero es lo justo y necesario. Es una sala que queda aislada del resto del espacio y, por lo tanto, el visitante queda inmerso en una burbuja de música experimental. La muestra requiere la atención de la vista y del oído a partes iguales; se puede disfrutar de las obras físicas de cada artista mientras suena una pieza musical de las autoras que se proponen. Hay un proyector donde el visitante puede escoger qué escuchar mientras observa las vitrinas, o bien focalizarse solo en el documental; entonces el espacio se convierte en una pequeña sala de cine. Por desgracia para el museo, pero afortunadamente para el visitante, es una exposición poco concurrida. Por lo tanto, se convierte en una exposición personalizada y a la carta.