En un momento en que, si mucho conviene, incluso países que no escondieron sus simpatías por el nazismo parecen ahora otorgarse el mérito de figurar en el bando de los vencedores en la Segunda Guerra Mundial, es oportuno recordar el papel de aquellos personajes que sí que tuvieron un papel decidido y desinteresado en el camino hacia la victoria aliada.
Es el caso de un nombre no suficientemente conocido, el de Nancy Wake (1912-2011), una mujer australiana nacida en Nueva Zelanda que con su participación en las redes de la resistencia francesa aportó su granito de arena a la derrota del nazismo.
Ahora, con la publicación del libro Nancy Wake. La espía más buscada de la Segunda Guerra Mundial (Antonio Machado Libros, 2019) llega en castellano la biografía de una maquisarda que actuó en territorio francés a lo largo de todo el conflicto bélico demostrando la importancia de muchas personas que, lejos de la esfera militar, supieron afrontar el reto que la historia les puso delante.
El autor de esta biografía, Peter FitzSimons –el cual, en otro orden de cosas, es el actual presidente del Australian Republican Movement– pudo contar con el testimonio de la propia interesada, que pudo explicar todos los detalles poco antes de su muerte a los 98 años. La experiencia vivida, además de un amplio trabajo de investigación han dado lugar a la historia de la vida de una mujer que consiguió entrar en la lista de sospechosos más buscados de la Gestapo, que la bautizó con el nombre de batalla de El ratón blanco, un mote que convivió con alias de la clandestinidad como Madame Andrée, Hèléne, Witch, Lucienne Carlier o Shirley Anne Keneddy.
Una mujer empoderada
Pero vamos por partes. La vida de Nancy Wake es la de una mujer empoderada, que como la protagonista de su libro preferido, Anna de las Tejas Verdes (Lucy Maud Montgomery) decide romper con las convenciones sociales y enredarse en un viaje que la llevaría de Australia a Londres pasando por Nueva York. Y de allí a Paris, donde ejerció de periodista en los años treinta y tomó contacto con el nazismo en un viaje exprés a Berlín.
Pronto sus convicciones le hicieron tomar la decisión de luchar contra Hitler y sus acólitos y encontró la oportunidad de hacerlo desde Marsella, la ciudad donde se casó con un hombre de negocios. Conductora de ambulancias de primera hora, con la derrota de Francia entra en contacto con la résistance y empieza a organizar redes de escape hacia los Pirineos de prisioneros de guerra británicos. Se calcula que 1.037 personas pudieron cruzar la frontera francoespañola gracias a Nancy Wake, que en aquellos tiempos ya se había convertido, como dice el subtítulo del libro, en la espía más buscada de la Segunda Guerra Mundial.
Reclutada por el SOE
Con todo, su campo de actuación no fue el espionaje propiamente dicho, sino la organización de redes de fuga en una primera etapa de la guerra, y la organización logística del maquis en una segunda. En medio, una rocambolesca escapada por los Pirineos, de Perpinyà a Besalú, y un viaje al Reino Unido donde fue reclutada por el SOE (Special Operations Executive) la organización militar británica dedicada al espionaje, el sabotaje y el apoyo a las fuerzas de resistencia de la Europa ocupada.
De vuelta a Francia, a Wake se le asignó el papel de enlazar con los grupos de maquisards, evaluar sus necesidades y pedir a Londres los recursos –principalmente armamento, munición y explosivos, pero también los imprescindibles aparatos de radio– que les hacían falta para llevar a cabo sus acciones. Destinada a Auvernia, pronto demostró su capacidad para la gestión logística e impuso su poder entre los grupos de maquis que, a menudo, ni querían depender de una mujer ni querían reconocer más autoridad que la propia.
De hecho, Wake acabó constituyendo su propio maquis, donde algunos de sus miembros eran españoles –de los que Franco desposeyó de la nacionalidad y ahora son reivindicados de manera vacua por el estado español– y participó activamente en las tareas de sabotaje que acompañaron la liberación del centro de Francia desde el desembarco de la Provenza en agosto de 1944.
A pesar de algunos errores destacables en el libro con respecto al desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, como dar el 10 de marzo de 1940 como la fecha de inicio de la batalla de Francia en vez del 10 de mayo o situar a Montgomery al frente de la operación Torch –el desembarco aliado en Túnez en 1942– cuando quien dirigió la operación fue Eisenhower, la obra destaca por poner el foco en un personaje muy concreto, una mujer empoderada que se hizo valer en un territorio de hombres y jugó un papel, quizás crucial para la victoria aliada.