Narcís Prat, catedrático de Ecología en la Universidad de Barcelona, trabajó durante casi 15 años como perito de la fiscalía en casos de delitos ecológicos, del 1989 a 2002. Los recuerdos de los 96 juicios que pasó en este periodo se plasman en el libro Andanzas y desventuras de un ecólogo en los juzgados del "Reyno" (editorial Milenio), que hoy se ha presentado en la Facultad de Biología de la UB. El libro combina las anécdotas con las explicaciones jurídicas y son todo un retrato de la falta de conciencia ecológica en este país.

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Narcís Prat. Foto: Carles Gené.

Todo en el río

Narcís Prat ha retratado un panorama crítico sobre la situación de la ecología en la Catalunya de los años ochenta y principios de los noventa. Afirma que no había ninguna sensibilidad con respecto a la ecología. En su libro explica todo tipo de fechorías, sobre todo por parte de industriales que vertían ácidos al alcantarillado o echaban toneladas de pequeños de fragmentos de papel al río. Un país donde prácticamente no había depuradoras. En el que se consideraba que destruir el medio ambiente no era relevante. Y dónde los que denunciaban a los empresarios que contaminaban eran tratados como criminales que querían dejar la población de la zona sin trabajo en un momento de crisis.

David contra Goliat

En su libro, Prat también hace un retrato muy crudo de la justicia española de aquellos momentos. El título de su libro se refiere a los tribunales del Estado español como "los juzgados del reyno" porque "La primera vez que entré en un juzgado, al principio de los años 1990, tuve la impresión de viajar al siglo XIX". Unos juzgados que destinaban muy poca atención a las cuestiones ecológicas, y en los que la acusación siempre tenía mucho menos recursos que la defensa ("era como David contra Goliat", apunta). Los juicios se eternizaban, y entre los primeros informes y la sentencia podían pasar seis años. Al fin, la mayoría de los condenados recibían penas leves y a veces conseguían librarse de estas mediante recursos. En realidad, las leyes para defender el medio ambiente eran tremendamente insuficientes y ambiguas, según Prat. Pero destaca que el problema venía a menudo de los magistrados: "Según a qué juzgado ibas, el fiscal ya sabía que perderíamos". Recuerda, en cambio, a Santi Vidal, como un juez realmente preocupado por acabar con los delitos ecológicos. Asegura que muchos casos, cuando salía del juzgado después de que se dictara sentencia "no se me lo podía creer, cómo habían fallado eso". Y pone como ejemplo, a un juez que absolvió al responsable de unos grandes vertidos en el tramo final del Besòs, argumentando que "como el río ya estaba muerto, no importaba que contaminara". Prat apunta que a menudo la presión mediática era clave para que se persiguieran los delitos ecológicos: "Los periódicos son muy importantes. Cuando los medios empiezan a decir cosas, los jueces pueden dictar sentencias diferentes".

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Dibujo de Ernest Prat.

El caso Puigneró

Entre los casos que Prat llevó como perito judicial figuraban los vertidos que había hecho el empresario textil Josep Puigneró, la primera persona que fue a la prisión en el Estado español por delito ecológico (destaca que no ha habido muchos más). Prat todavía recuerda la gran movilización colectiva en defensa del condenado: "Toda la comarca de Osona, liderada por el obispo, se movilizó". Pero Prat recuerda que este industrial no fue encerrado sólo por delitos ecológicos: "Puigneró fue a la prisión porque ya tenía dos condenas anteriores, por delitos contra los trabajadores. Como era la tercera condena lo pusieron en la prisión".

Cambio de rumbo

Prat recuerda que cuando empezó a trabajar como perito, había mucha permisividad y "se pasaban las leyes por el forro", pese a los esfuerzos de la Fiscalía, los Mossos y la Guardia Civil. Los industriales aseguraban que reducirían la contaminación y eran condenados a penas leves. Pero asegura que el cambio fue radical a partir de 1991, cuando Albert Vilalta fue nombrado primer conseller de Medio Ambiente de la Generalitat: "Los industriales tenían miedo y reaccionaron". Afirma que "En 1979 los ríos estaban hechos un drama. Era un desastre". Ahora, la situación ha mejorado. El número de empresas altamente contaminantes se ha reducido, aunque todavía queda alguna. A pesar de todo, Puigneró cree que la situación de los ríos catalanes está muy lejos de ser la óptima: "La gente ve algunos patos y alguna carpa y ya piensa que los ríos están bien, pero no es así". Aunque él ya no trabaja como perito, considera que la vigilancia contra los delitos ecológicos tiene que continuar.

La UE, tabla de salvación y limitación

Narcís Prat afirma que la situación de los ríos catalanes ha mejorado sensiblemente, y apunta que la clave de esta evolución se encuentra en Bruselas: "Las directrices europeas han sido fundamentales", explica, y añade "En otros aspecto la UE no ha funcionado, pero en la ecología ha ido de maravilla". Ahora bien, también apunta que las directrices europeas en materia de contaminación fluvial no se acaban de adaptar a la realidad catalana, ya que están pensadas para ríos del centro y el norte de Europa, con mucho más caudal de los del Mediterráneo. Al tener los ríos catalanes mucho menos caudal de agua limpia, los vertidos contaminantes tienen mucho más impacto sobre los ecosistemas fluviales.