Natàlia Romaní, nacida en Tarragona el año 1967, es periodista y ahora también escritora. Aparte del catalán y castellano, domina el inglés, francés e italiano. Ha vivido en Roma, donde fue redactora del diario italiano l'Unità; también en Skopie, Prístina y Sarajevo donde llegó acabada la Guerra de los Balcanes. Actualmente vive a caballo entre París y Bruselas, ya que trabaja en el Parlamento Europeo. Es aficionada a la gastronomía, la literatura y los viajes y dice que le gustaría vivir en Japón. La historia de la nostalgia (Univers) es la segunda novela de la autora, una historia que narra la vida de tres personajes, Sarah, David y Laura, un triángulo amoroso que sirve de excusa para hacer un viaje emocional y geográfico y profundizar sobre la idea de lealtad, la importancia de la amistad, la ternura, la perdurabilidad del vínculo y los lazos familiares. La historia se desarrolla en la Universidad de Pembroke, en los Estados Unidos, un espacio idóneo donde los personajes comparten conocimiento académico e intelectual y acaba siendo el punto de partida de un viaje que hará Sarah con el escritor italiano Claudio Magris por la antigua Yugoslavia y que sirve de pretexto para entender el dolor de la guerra y las heridas de la Europa del siglo pasado.

¿Qué has querido explicar con este libro?

Es un libro que intenta dar respuesta a muchas preguntas. Una de ellas es si la felicidad de uno mismo causa infelicidad en los otros, y yo creo que sí, absolutamente. Es por eso que introduzco esta trama amorosa. Yo me he enamorado muchas veces de profesores, siempre de hombres que saben mucho más que yo, por eso el mundo de la maestría me interesa mucho, y está explicado en diferentes niveles, como el viaje de la Sarah con Claudio Magris.

En el libro reivindicas que tenemos que empezar a anteponer la racionalidad ante las emociones, sobre todo las mujeres.

Pienso que se tiene que reivindicar mucho el cerebro, las emociones son los que nos hacen decidir, consumir…, todo se basa en eso, aparcamos el cerebro, lo menospreciamos. Me gusta reivindicar que la mujer aporta la racionalidad, en cualquier aspecto, somos tanto o más capaces que los hombres de pensar, pero siempre hemos sido arrinconadas en las emociones. Los hombres piensan y las mujeres sienten, pues no, las mujeres también piensan y en este libro lo digo: deja de sentir y empieza a pensar, es el triunfo del cerebro sobre el corazón. Estos personajes que yo ya sitúo en un contexto muy intelectual, en una universidad americana pequeña, no demasiado famosa que, sin embargo, todo el mundo conoce, lo que hacen es aparcar las emociones y anteponen la capacidad intelectual para intentar solucionar un problema en el cual no les gusta encontrarse.

La novela responde dos grandes preguntas, hasta qué punto mi felicidad puede causar infelicidad a los demás, y hasta qué punto mis emociones tienen que controlar mi vida.

Aunque la trama principal de la novela sea un triángulo amoroso, tu libro no narra una historia de amor.

Efectivamente no es una historia de amor, pero el amor es una excusa que permite hacer un viaje físico y no solo físico por la historia europea que, con el atentado de las torres gemelas en el 2001, hace que empiece otra historia.

Natàlia Romaní, autora de La historia de la nostalgia durante la entrevista en la cafetería Baldomero / Carlos Baglietto

¿Qué representan para ti los Balcanes?

Los Balcanes son dos placas tectónicas que friccionan. Churchill decía que era un lugar demasiado pequeño para toda la historia que acumula, era un lugar donde la gran historia pasaba y ahora ha dejado de pasar. Para mí los Balcanes representan el primer conflicto que conozco de primera mano siendo periodista, llegué en el buen momento, Kapuscinski decía que hay que llegar en los lugares cuando la noticia se ha marchado y yo llegué cuando la guerra había acabado. Ser reportero de guerra produce adrenalina porque mañana quizás ya no estás, es intenso. En cambio, la posguerra es la cosa más difícil que existe. En aquel momento no había perspectiva de nada para aquella gente, ni trabajo, ni dinero, había desplazado arriba y abajo, gente que no podía volver, a los criminales de guerra no los habían detenido, había tensión… Y yo quedé completamente enganchada.

¿Por qué Claudio Magris y este mundo tan académico?

Me parecía muy atractivo que apareciera el personaje de Claudio Magris, que tiene esta capacidad tan única de los intelectuales italianos, que viene del renacimiento, como Umberto Eco, Roberto Calasso... Son este tipo de intelectuales que tienen un abanico de conocimiento maravilloso, son elegantes, no han dejado de dar nunca clases y por lo tanto tienen mucha vinculación con el mundo académico y la transmisión del conocimiento. Por eso en mi libro quería a este personaje, quería este estilo de maestro y de intelectual que se daba antes a Europa de entreguerras.

El libro está lleno de citas filosóficas y referentes intelectuales, pero casi todo son hombres. ¿Nos faltan referentes intelectuales femeninos?

Sí, en el contexto intelectual de aquel tiempo me cuesta encontrar referentes femeninos. Para el próximo libro, que ya estoy escribiendo, aparecerán Hannah Arendt, Susan Sontag, quizás la poetisa rusa Anna Ajmátova… Son mujeres con vidas muy interesantes, pero nos faltan muchos referentes femeninos intelectuales.

La escritora catalana Natàlia Romaní / Carlos Baglietto

¿Te sientes cómoda con el debate feminista?

Creo que decantar todo el peso hacia una única visión seguramente es necesario, pero poco a poco tendremos que empezar a introducir matices si queremos ser justos para que el resultado de eso sea el que nos merecemos. Quizás ahora no es el momento de introducir estos matices, igual que en el año 1942 durante la Batalla de Stalingrado se tenía que apoyar Stalin a toda costa, tenías que estar con quien tenías que estar, estaba clarísimo. Es lo que pasa ahora con el debate feminista, pero a mí me costará escribir sin matices.

Hablas de Nueva York como la ciudad de los que no tienen patria. ¿Tú que has viajado tanto tienes patria?

Mi patria es mi lengua, evidentemente sin ningún análisis político, son el catalán y el castellano, también tengo una patria francófona muy importante: mi familia escogida es francesa y mi patria literaria es muy inglesa. Pero el catalán es una lengua que tenemos que reivindicar, como lengua intelectual, como lengua de pensamiento, de reflexión. Creo que con el catalán necesitamos sacarnos corazas y abrir el debate y pensar el mundo porque lo que nos pasa aquí pasa por todas partes.

¿Cómo has hecho la elección de los personajes?

Quería un judío, porque el siglo veinte no lo explicas sin ellos, no lo puedes explicar sin la Shoah (holocausto) y el siglo veintiuno tampoco se podrá. Europa es profundamente antisemita, la mayoría ejerce una violencia contra el débil. Por otra parte quise introducir a un personaje, Emilia, que hablara del psicoanálisis, porque me interesa mucho, soy fan de la evolución del lenguaje, la creación de la memoria, quería alguien que diera esta óptica. Los personajes ya existen, tú lo que haces es convocarlos.

Es el primer libro que firmas con el apellido Romaní.

Romaní es el apellido de mi familia materna, es el apellido de mi abuela, tiene que ver con mi identidad y patria catalana, si tengo que construir una memoria, se construye como Romaní, reivindicar las raíces está muy bien.

Es un homenaje a las mujeres de mi familia

En el libro dices que el ejercicio de escribir es un mecanismo de control sobre el otro. ¿A quién o qué pretendes controlar?

A cualquier lector. La voz del escritor se impone, por eso es tan importante leer, la lectura establece mecanismos cerebrales que hacen que tu lenguaje interno se pare y este espacio de palabra que tienes continuamente la ocupa la voz del libro que te explica otra historia. A mí la lectura me ha salvado la vida, de muchas maneras. De hecho, una de ellas es habiendo nacido en una familia de grandes lectores, y eso se ha convertido en mi ascensor social. He podido moverme por el mundo gracias a haber leído mucho. Tenía respuestas casi para todo, y sobre todo en los momentos en que no tenía una buena época me han salvado la vida, y no necesariamente leyendo grandes libros ni clásicos.

La historia de la nostalgia (Univers) / Carlos Baglietto

¿Qué libros te han ayudado?

Mí familia y otros animales de Gerald Durrell..., Harry Potter es un gran libro... La novela es un instrumento que me ha salvado la vida, parar mi voz interior, que a veces puede ser muy maléfica y muy autodestructiva y dejar que el libro fuera quien me llevara, y con los libros aprender.

La literatura es la mejor manera de comprender la realidad

¿Qué parte de la novela te ha resultado más compleja de escribir?

No hay partes más difíciles, simplemente tengo que poner más imaginación en algunas partes del libro, sobre todo para hablar de los sitios donde no he estado, como Des Moines, en Iowa. Yo reivindico que se pueda escribir sobre aquello que no has vivido y no conoces. Pienso escribir sobre la Antártida y quizás no iré nunca. Para mí la literatura es una excusa para viajar, y la documentación es una de las partes más apasionantes cuando escribes.

¿Te has desnudado con el libro?

Todo el mundo se desnuda con un libro, es muy difícil no hacerlo, eso no quiere decir que sea autobiográfico, pero quien me conozca me encontrará, entre líneas hay mucho de cada autor.

 

Imagen principal: Natàlia Romaní, autora de La historia de la nostalgia / Carlos Baglietto