Dicen que con la edad todo sabe mejor. New Order descorchó la botella a las 23.05h en punto y justo ahí ya empezó a animarse el cotarro. Los más mayores del lugar poniendo a caldo a los jovenzuelos. Bernard Sumner y los suyos relevaron al dúo estadounidense Nxworries y sacudieron el espíritu del rap y el hip hop yankee para convertir la pista más grande del Primavera Sound en un mix entre bolo de rock y rave alternativa de los 80 sobre una marea de cabezas que no podían (ni querían) permitirse estar en otro lugar. Hay sensaciones que no las puede agriar el tiempo y sonidos que mejoran como el vino. Quien sabe si es cosa de la nostalgia, de la melancolía o de la necedad, pero fue como tener un pie en dos épocas diferentes: nuestros padres en el escenario y nosotros frente a ellos, tomando nota de la lección.

🟠 Primavera Sound 2023: conciertos, entradas, cartel y todo lo que tienes que saber del festival
 

Foto: Montse Giralt

Como siempre en estas citas multitudinarias, los británicos no se contuvieron en su brillo y explotaron su experiencia con soltura. Se estrenaron con su versión más rockera con las guitarras a todo volumen y a la tercera dieron el gran salto hacia los sonidos electrónicos, sin miedo al prejuicio y sostenidos por atuendos maravillosamente sobrios. Súper cómodo en su papel de estrella de rock y de avatar dance de discoteca, Sumner salió a matar con camiseta y pantalón negros y gafas de pasta, y despertó ternura, porque sin perfomance también hay paraíso y no hay nada más entrañable y fácil de amar que parecerse a un padre. La brecha volvió a notarse en la falta de pantallas encima de las seseras, excepto cuando sonaron Bizarre Love Triangle Blue Monday, convertido sin duda en gran himno intergeneracional.

Sumner salió a matar con camiseta y pantalón negros y gafas de pasta, y despertó ternura, porque sin perfomance también hay paraíso y no hay nada más entrañable y fácil de amar que parecerse a un padre

Si algo dan los años es experiencia y espacio de sobra para sembrar fans y dejarlos crecer a sus anchas. El público, más de 40 y 50 que de 25, se dejó embriagar como si hiciera años que no salía. No es necesario para esta nueva orden post Joy Division querer quedar bien o repensar un set list para contentar a la muchedumbre. No les hace falta, aunque estuvieron sembrados de hits inolvidables: True faithTempation o Love will tear us apart, que cerró. Les bastó su marca personal y ese porte dicharachero y genuinamente arrítmico para volver a ganarse el cielo pese a sus movidas internas y a un buen puñado de cambios de silla. Gilian Gilbert a los teclados, Phil Cunningham al bajo y Stephen Morris a la batería se portaron como miembros de una orquesta, bien sincronizados en una jornada festiva, placentera y desahogada que olía un poco a jueves laboral.

Foto: Montse Giralt

Parece que el presagio visto en el concierto inaugural de los Pet Shop Boys se cumplió y que lo de reducir el aforo de un recinto magnánimo dio sus frutos. Poco queda de aquellas dos semanas de agobio y quejas por doquier que el Primavera Sound protagonizó hace un año. En su lugar, pocas aglomeraciones y casi ninguna cola, baños sorprendentemente limpios para tratarse de un macrofestival y un entorno distendido con la cabeza más puesta en disfrutar que en caber. La banda catalana Antònim dio el pistoletazo de salida a la primera de las tres noches oficiales, con Joe Crepúsculo o Júlia Colom como marca de la casa, aunque lo autóctono no pasará en este ciclo de conciertos del testimonio residual: solo una quincena de artistas locales podrán permitirse el lujo de tocar en casa, aunque la presencia de la lengua catalana está mucho más presente entre el gentío que en 2022.

Red Velvet, Pinkpantheress, el heavy metal de Ghost o la popera Halsey también fueron parte de la banda sonora de la primera jornada entera del festival, antesala del par de días tochos a nivel musical que se avecinan en las próximas horas. No faltó el concierto reivindicativo de la banda Le Tigre con la fuerza de la vocalista Kathleen Hanna, antigua miembro de Bikini Kill y máxima exponente del movimiento Riot Grrrl y el activismo punk feminista, y Blur puso la guinda con una actuación floja alejada del mito. El bochorno de media tarde dejó paso a una noche fresca sin hombros al aire, y aunque con las manos y los pies fríos, ya pareció un poco más verano en el Parc del Fòrum.
 

Foto: Montse Giralt