Antes de que existieron los stories, de que tu amigo el chuzado sustituyese el apelativo por comunidad fitness y de que las criptomonedas sólo fuesen el sueño húmedo del dueño de un Tesla adicto a Monopoly, ellos ya estaban allí. Cuando el trap siquiera era un género musical, ni mucho menos respetable, ellos ya estaban allí. Con las mismas pintas de pijos trasnochados, repletos de parches, tattoos ignorant, que se habían sufragado con la Visa Oro de papá. Antes de que Yung Beef tuviera sarro entre las paletas, Pawn Gang ya estaban allí. Más sorprendente que se inventaran la risa urbana es que también estén encabezando el manidísimo mundo del podcasting.

Un programa pinchíssim

Hay un show, un inframundo bien iluminado y con un set en un garaje, que es una alucinación que no puedes permitirte si has tenido malas experiencias en el pasado con el THC. Bon Jan, nuestro rapero con las cejas como un semáforo y la lengua más trabada que un poema de Torquato Tasso, es un despiporre. Carraspea. Vocifera. Revolotea las manos, se inclina hacia delante, atrás, bebe. Se mueve más que Lamine Yamal.  Vale, sí, llegó el momento del escrutinio: ¿Como si se hubiese fumado hasta las alfombras del Majestic? No procede, señoría. Este es un entretenimiento que computa directamente por el carné de una aso canábica. Con el que te llega multa de la Urbana a casa, por echar humo, beber y mear en una esquina, las tres. Pero con el que te tronchas aunque no tengas ni puñetera idea de quién es el invitado. Así son las comedias de situación. La decadencia, una reversión también sin guión del programa de David Broncano, es un programa que va –dicta Bon Jan– a pinchíssim.

La decadència amb Juana Dolores

La decadencia, una reversión también sin guión del programa de David Broncano, es un programa que va –dicta Bon Jan– a pinchíssim

Hay un capítulo con Juana Dolores que, entre broma y broma, la verdad asoma: calle, panfleto, escena pasada, generaciones olvidadas. También hay episodios que es para ponerlos como la pantalla del fuego de Netflix, de fondo, porque si prestas atención plena corres el riesgo de deshacerte el córtex frontal. Esta delicatessen en catalán llegó a su cúlmen cuando Jan llevó a Manel Vidal, al que definió como periodista deportivo, con el que no quiso sostener ni media frase del tirón. “Tu eres Eminem en Detroit, un calvorota blanco. Criado en Salt. ¡Un blanco en Detroit!”. Donde parece que hay cachondeo y rodeo, la suelta. Después le pregunta, sin reparo, “dónde estás”. Dónde estás trabajando. A los nueve minutos de conversación. Dice que a él las entrevistas le dan palo: “Como dice Gandalf, toda grande historia merece ser adornada”, le suelta al cómico de La Sotana. “Llegasteis demasiado pronto”, comenta él, majo. “Cuando tocaba, como Gandalf”, concluye Bon Jan. Ahora mismo hace un mes que el canal no publica mandanga. Deben andar sin ideas, presos o aburridos de darle la vuelta. El que más mérito tiene es el editor, que ha visto el programa varias veces para poner los efectos. Denle una paga a ese buen hombre o mujer, porque a Bon Jan no le hace falta de nada, ya va flotando.