Después de leer You Are Beautiful & You Are Alone uno se alegra de ser feo. Quizás no feo-feo, como ‘el feo’ de los hermanos Calatrava, Franck Ribéry o el desdentado cantante de los Pogues —por citar solo algunos feos ejemplares—, pero sí suficientemente poco agraciado como para que no te tomen por el pito del sereno. Krista Päffgen (Colonia, 1938 - Ibiza, 1988), alias Nico, fue venerada como "la criatura más hermosa que jamás haya vivido". La musa que inspiró canciones a Bob Dylan, papeles a Federico Fellini, poemas a Jim Morrison, ensayos a Jean Baudrillard, películas a Andy Warhol y Philippe Garrel, historias a Ernest Hemingway y pajas (mentales y/o corpóreas) a todos. Y a pesar de la idolatría de estos célebres ‘señoros’ —o precisamente a causa de esta—, su carrera como creadora de algunos de los discos más extremos y reverenciados de la era del rock permanece desconocida para el gran público. De hecho, más de un lector (me atrevo a ponerle género), bajo sus gafotas de pasta, habrá fruncido la nariz ante el título de este artículo, cuando, si en lugar de ‘Nico’ hubiera escrito ‘Lou Reed’ o ‘John Cale’, el mismo titular no causaría arrugas nasales.
Para saber los detalles de su intensa biografía, una vida que es pura historia del siglo XX: nació y creció en la Alemania nazi, estuvo siempre “donde había que estar” (el París de la Nouvelle Vague, el Londres del Swinging London, la Nueva York de la Factory y el Max's Kansas City...); conoció “a quién había que conocer” (ver párrafo anterior), y murió en Ibiza trágicamente, pero justo a tiempo de ahorrarse el “Sexo, Ibiza, Locomia”, les recomiendo encarecidamente la lectura del exhaustivo y amenísimo libro de Jennifer Otter Bickerdike, recientemente publicado por Contra: You Are Beautiful & You Are Alone. Para conocer su revolucionaria discografía, les recomiendo con idéntica vehemencia que, a falta de discos, recurran a la plataforma digital el logotipo de la cual luce en las camisetas del equipo de fútbol que Vázquez Montalbán definía como “el ejército desarmado de Cataluña”. Por mi parte, me limitaré a hilvanar y sacar punta de algunas anécdotas más o menos curiosas, que, ya les digo ahora, no desentrañarán el cautivador enigma vital de esta modelo, actriz, cantante, compositora e icono del undeground über alles. Vamos a por ello.
La imagen de la rubia alemana se hizo popularísima en España como modelo protagonista de una serie de anuncios de Terry, la marca de brandy de Jerez prodigada en los carajillos y solysombras más carpetovetónicos
Caballo maldito
Desde que se juntara con Chet Baker durante una narcótica noche parisiense, si hubo una constante en la vida de esta camaleónica artista, esta fue la afición por la hípica extrema. La adicción al caballo, se entiende. El jaco, el Cola-Cao, el polvo, el burro, el potro, el caballo… la funesta heroína. Sorprende, sin embargo, que esta asociación Nico-equino se revele tan gráfica y tan útil para explicar la relación de la cantante con nuestro país y, al mismo tiempo, su evolución artística. Vayamos por partes: En 1965, Nico ya se había interpretado a sí misma en La Dolce Vita de Fellini, posado para Coco Chanel, infantado a un hijo de Alain Delon y grabado un disco en Londres con el mánager de los Stones, entre otras proezas; pero en España, evidentemente, poco de esto había transcendido (aquí La Dolce Vita no llegó hasta el 28 de mayo del 1981, 21 años después de su estreno mundial). La imagen de la rubia alemana, en cambio, se hizo popularísima sobre la piel del toro como modelo protagonista de una serie de anuncios de televisión y prensa de Terry, la marca de brandy de Jerez prodigada en los carajillos y solysombras más carpetovetónicos. La campaña, con el eslogan “Terry me va”, estaba orquestada por Leopoldo Pomés, quien ya le había echado el ojo unos años atrás en Ibiza, y significó el vínculo definitivo de la artista con Barcelona, donde, años después, podía vérsela a menudo mezclando horchata con ginebra en las terrazas de la plaza Real, tocando en el Casino l’Aliança del Poblenou, o en sesiones fotográficas en ‘la Rotonda’, el edificio modernista de la avenida Tibidabo (aquel que los vecinos y vecinas defendieron al grito de “¡Núñez demonio, respeta el patrimonio!”).
En las revistas, Nico aparecía con una botella de brandy en una mano, mientras con la otra sostenía las riendas de un caballo blanco, el icono de la marca. Además, lucía el mismo traje chaqueta blanco que pasó a ser su sello personal durante la época en que formó parte de The Velvet Underground. Cinco años más tarde de esta campaña, en 1970, después de ponerle voz, con el grupo antecitado, a tres canciones de uno de los álbumes más importantes de la música popular (The banana album), y ya elevada (y defenestrada, poco después) por Andy Warhol, el artista pop por antonomasia, Nico vuelve a aparecer fotografiada a lomos de un caballo blanco en la portada del Desertshore, el álbum-manifiesto de un austero y melancólico vanguardismo que da el carpetazo definitivo a su época como “elemento visual” (en palabras de Warhol) de la Velvet, para desplegar —con la inestimable producción de John Cale y Joe Boyd— un discurso sonoro, vocal y letrístico del todo personal e intransferible, mucho más extremo que cualquier disco de su banda anterior. Es del estribillo de una de las canciones más emotivas de este disco, 'Afraid', que el libro de Otter Bickerdike toma prestado el título. El retrato ecuestre, por cierto, está extraído de la película La cicatrice intérieure, de Philippe Garrel (con quien compartía vida y aguja por aquél entonces), protagonizada por Nico y su hijo, Ari Boulogne. El disco en cuestión (en la línea de su predecesor, The Marble Index), pasó desapercibido para el gran público, pero generó un gran culto la década siguiente de su lanzamiento, y sirvió de inspiración a algunas de las subculturas más relevantes de los años 80 y 90, hasta día de hoy. En especial, este culto se haría carne, huesos, pelos crepados, maquillaje de ultratumba y ropa negra entre las paredes llenas de telarañas de un local situado en el muy londinense barrio del Soho: The Batcave Club. La Baticueva.
Las peripecias sexuales de Batman y Robin
El Batcave abrió su puerta (con forma de ataúd sin fondo) en 1982, y ha pasado a la historia como la cuna de la música y la cultura gótica o siniestra, así como del deathrock y la dark wave, e incluso punto de reunión para new romantics y los primeros seguidores del psicobilly. Allí se forjaron identidades como las de Robert Smith de The Cure, Siouxsie Sioux y Steve Severin de Siouxsie & The Banshees, Marc Almond de Soft Cell, Peter Murphy de Bauhaus, Brendan Perry y Lisa Gerrard de Dead Can Dance y Nick Cave de The Birthday Party. Se puede decir que The Batcave fue al rock siniestro lo que el CBGB al punk rock. De hecho, a estos hijos apócrifos de Nico aún se les conoce como ‘batcavers’. Pero no es esta la única concomitancia de la cantante alemana con los murciélagos.
En el mes de agosto del 1966, Nico y Warhol se hicieron una sesión de fotos para la revista Esquire vestidos, respectivamente, de Batman y Robin. El texto pedía “el final de los 60s” y rogaba que “los próximos cuatro años sean vacaciones” (¡pues no les quedaba nada! el Verano del amor, el asesinato de Martin Luther King, el Mayo francés, la llegada a la Luna del Apolo XI, el festival de Woodstock, el caso Tate-LaBianca de la familia Manson, Stonewall…). Cómo sea, el artículo deja muy patente, por un lado, que en los Estados Unidos. Nico era tan desconocida como en España un año antes, y, de otro, le atribuye un papel meramente accesorio a la chica presentándola así: “Andy Warhol and his latest girl-person (named Nico)”. Warhol había rodado poco antes una pequeña película titulada Batman/Dracula, pero solo habían tenido la oportunidad de verla el selecto grupo de The Factory, el archiconocido estudio donde reproducían en cadena, a ritmo anfetamínico, las serigrafías de latas de sopa Campbell’s. Lo más probable es que el motivo de las fotos fuera la ‘batmania’ desatada a causa del fenomenal éxito de Batman (1966-1968), la serie más kitsch e hilarante de la historia de la televisión, que creó un impacto nunca visto en la cultura pop e influyó musicalmente a grupos de surf-rock como The Ventures o The Markets.
A los crecidos con la trilogía The Dark Knight, de Christopher Nolan, quizás les sorprenderá saber que Batman, en los 60, bailaba el ‘batusi’, repelía a los escualos con un ‘bat-espray repelente de tiburones’, se batía en locas competiciones de surf con el Jocker luciendo un bañador sobre las mallas (sin olvidarse del bat-espray) o escalaba edificios mientras personajes de otras series, con sus cameos, hacían obvio un truco ya bastante obvio de por sí. En cualquier caso, lo primero que sorprende del reportaje de Esquire es que Nico sea Batman y Warhol, Robin. Es decir, que la joven recién llegada y casi huérfana interprete al filántropo millonario de la Baticueva, mientras el célebre mecenas de la Velvet se pone en la piel y las mallas de su fiel ayudante. Pero esta inversión de roles cobra sentido desde la espeleología pop, siempre tan útil a la hora de hacer alocadas analogías. Intentaré explicarme: uno de los mitos que han adornado al personaje de Andy Warhol es el de su supuesta asexualidad, en la misma medida que una leyenda consustancial a Nico es su voracidad sexual y la posesión de una inabarcable lista de amantes. Hay que puntualizar, eso sí, que en el caso de Andy era una autoconstrucción plenamente consciente de su personaje, mientras que, en el de Nico, han sido los hombres quién le han puesto en sambenito. Les contaré una anécdota. Bueno, un par.
En la serie, bajo la azulosa capa del hombre murciélago estaba el actor Adam West, mientras el joven Burt Ward ocultaba escasamente su identidad bajo el antifaz, la licra roja y los calzoncillos verdes del Chico Maravillas. Según explica el segundo en Boy Wonder. My Life in Tights (Logical Figments Books, 1995), sus elásticas memorias, la Liga de Madres Católicas a Favor de la Decencia se quejó de los priapísticos atributos masculinos del superhéroe. El personal de vestuario probó con calzoncillos especiales que comprimieran más la zona, pero no hubo manera. Finalmente, uno de los productores de la serie tuvo la peregrina idea de someter a Burt Ward a un tratamiento hormonal, a fin de reducir el problema. Si el joven enmascarado iba de capa caída, el ‘bat-picadero’ de Adam West, su compañero de reparto, echaba humo. "Recuerdo el día en que tuve sexo con ocho mujeres diferentes. Orgía es una palabra fuerte, pero en esta ocasión fueron ocho. Tenía a compañeras actrices esperándome en el camerino desde las 7.45 de la mañana", presumía West una vez cancelada la serie. Según parece, a veces el pobre no tenía tiempo ni de desnudarse, y el hombre-murciélago tenía sexo rápido con el disfraz puesto tras de los decorados, entre escena y escena.
Un ordenador IBM con el acento de la Garbo
En la serie de espectáculos Exploding Plastic Inevitable, Nico cantaba parte del repertorio de la Velvet empuñando un látigo junto a los bailarines, como Dyanne Thorne en Ilsa, la loba de las SS. Lo hacía con su voz grave, gélida y lineal, a la vez que dulce y vulnerable. El cabroncete de Andy Warhol resumió esta complejidad definiendo su voz como “Un ordenador IBM con el acento de la Garbo”. No debía de ignorar el artista que, con acento de valquiria o no, los ordenadores ya cantaban. El 15 de enero de 1962, IBM presentó la computadora 7094. Su tamaño era considerable, y costaba más de tres millones de dólares. Sin embargo, conseguiría repercusión mundial por convertirse en el primer ordenador en interpretar una canción ('Daisy Bell'), y la primera máquina con la cual se consiguió crear y modular una voz sintética. En una de las escenas más memorables del clásico de Kubrick 2001: Una odisea del espacio (1968), la inteligencia artificial HAL9000 canta la misma canción con un tono mortecino e inquietante, en un guiño tope de geek.
Sería muy osado argumentar con esto que Nico sea la precursora de la música industrial, electrónica y experimental, si no fuera porque la banda inglesa Throbbing Gristle, a quien sí se les considera los pioneros de estos géneros (junto con Cabaret Voltaire y los catalanes Macromassa), entraron en el estudio en 2007 para grabar una reinterpretación del álbum Desertshore. La presentación en directo de esta declaración de amor y maternidad a Nico, fue acompañada de una proyección de La cicatrice intérieure de Philippe Garrel. El nombre del grupo, Throbbing Gristle, por cierto, significa ‘pene erecto’ en argot británico. Como el de Batman/Adam West.