Desde hace unos cuantos años, el documental ha abandonado el sentido que tenía. Convertido en campo de pruebas, en perfecta excusa para la creación artística. Las líneas que separaban la realidad y la ficción son cada vez más difusas, y largometrajes recientes como Sis dies corrents, Magaluf Ghost Town o ¿Qué hicimos mal?, son solo tres ejemplos de las infinitas posibilidades de expresión artística que permite el documental como género cinematográfico. De alguna manera, el recién estrenado Canto Cósmico. Niño de Elche forma parte de esta tendencia; más, teniendo en cuenta que el objeto de estudio del filme es un artista iconoclasta, indefinible, como Paco Contreras (Elche, 1985).
Retrato libre, performance gigantesca
Dirigida por Marc Sempere Moya y Leire Apellaniz, la película navega entre el retrato libre y la performance gigantesca y fragmentada, estructurada como un collage en el cual intervienen la escritora Angelica Liddell, el bailaor Israel Galván, el músico C. Tangana o el sabio a Pedro G. Romero (uno de los grandes pensadores del mundo del flamenco). Pero lo más impactante del filme se encuentra en cómo muestra la esfera más privada del protagonista, y la compleja relación con sus padres. Y, obviamente, en las confesiones personales de un artista que se desnuda, literal y emocionalmente. "Una de mis máximas, y eso puede sonar a persona intensa, es que cuando colaboro en un proyecto, y más en uno como este que tiene tanto que ver conmigo y con lo que he sido hasta ahora, es que el proceso haya conseguido cambiarme como persona", nos explica Niño de Elche. "Eso aquí se cumple. Y no hay ninguna otra manera de hacerlo que mostrarme vulnerable y desnudarme. Etimológicamente hablando, desnudar significa sacarse nudos. Precisamente mi trabajo, mi terapia en relación con el arte, significa sacarme nudos constantemente: ideológicos, personales, emocionales, sentimentales...".
Dedicarte al flamenco en una ciudad como Elche ya te aparta de convencionalismo
Considerado por muchos como un revolucionario del mundo del flamenco, y despreciado por los más puristas, nuestro hombre se ha acostumbrado a nadar a contracorriente desde pequeño: "Dedicarte a un mundo como el del flamenco clásico en una ciudad como Elche ya te aparta de lo que es convencional. Cuando en mi adolescencia, en el instituto, decía que me quería dedicar a... no decía al flamenco, decía a la musicología o una cosa así... Allí ya se creaban una serie de tensiones, de conflictos, de rupturas, con la gente docente. Eso para mí ya era complicado de resolver. Y cuando no quieres entrar en la música por la vía del conservatorio, entonces ya es un infierno, porque es el único imaginario que, por ejemplo, podían tener mis padres", dice. Y sigue haciendo memoria con su insólito periplo artístico: "Hace quince años empecé a participar en concursos, y experimentar con la performance, con el colectivo Bulos y Tanguerías. Trabajábamos con el gesto, el arte de acción, o la deconstrucción, muy basada en las vanguardias clásicas de principios del siglo XX. Pero después ya me sumergí en los territorios del cuerpo, las tendencias queer, empecé a trabajar con influencias de Francis Bacon. ¡Yo me había ido a Sevilla para ser una especie de Miguel Poveda o Maite Martín, y por suerte no pasó, no fui eso! A la performance inspirada en Bacon se me follaba una silla, me medio desnudaba, me flagelaba con tubos resonadores... Mis padres se quedaron locos: este chico se ha ido a Sevilla a ser cantaor clásico y mira cómo ha vuelto. Yo me había ido a Sevilla y conocí a Raúl Cantizano, Pedro G. Romero, Ismael Galván, Andrés Marín, y claro está, la cabeza me explotó...", recuerda. "Pero todo depende del contexto: una cosa está cuando vuelvo en Elche, porque el día a día de la gente es muy diferente, pero yo ahora vivo en Madrid, y no me siento extraño. Seguramente soy la persona más juiciosa de mi círculo, sin duda", afirma entre risas.
Un reto constante
En la permanente huida del estereotipo, y por lo que vemos en Canto Cósmico. Niño de Elche, uno diría que en su figura sí que saca la cabeza mucho del cliché del artista excéntrico. Paco Contreras ha hecho de su vida artística un reto constante, una experimentación sin fin, una huida de las etiquetas: Es que las etiquetas no ayudan. Quizás cuándo tienes que conseguir una subvención o una programación en un festival musical o cinematográfico, o cuando sacas un disco y piensas en el formato físico que exige El Corte Inglés. Pero eso no tiene nada que ver con la creación. Hablar de etiquetas en un sentido artístico está vacío. Podemos estar atentos, pero no mutilados por estas ideas anacrónicas. Este documental, película, pieza audiovisual, performance, videocreación o como quieras llamarla, transita sobre todo eso. En voz de los directores, ellos dicen que conmigo no podían hacer, o no tenían que hacer, nada que no fuera una pieza artística desfigurada. Y en este contexto sí que me siento cómodo. Yo no leo novelas y no veo películas narrativas. Quedo dormido. Aunque sea con series de 20 minutos. En cambio, encuentro mi espacio en las películas contemplativas, tranquilas, de observación, las mal llamadas experimentales, por largas que sean. Tienen más que ver conmigo. Y estoy contento con lo que Marc y Leire entendieran que este campo común se podía dar, y me siento cómodo con lo que han hecho", afirma.
Hablar de etiquetas en un sentido artístico está vacío. Podemos estar atentos, pero no mutilados por estas ideas anacrónicas
La relación de Contreras con los directores de la película ha sido de respeto absoluto: "La autoría es suya, yo no firmo el filme ni lo haría. No para que no esté de acuerdo con el resultado, sino porque una de las premisas fue esta. Como artista, entiendo que los otros artistas tienen que tener plena libertad de movimiento para que salga una cosa realmente interesante. El más que he puesto es confianza, que es una palabra para mi preciosa. Una confianza basada en experiencias y hechos que me iban confirmando que estaba en buenas manos. Ellos me comentaban y proponían todo, y yo les daba mi opinión. Se creaba un espacio y en este espacio trabajábamos. Pero las ideas y concepciones mayoritarias, el sentido del plano, la fotografía, el tiempo, el título, todo eso pertenece a ellos dos. Yo me he dejado llevar por su amistad, por la confianza y la fe ciega. Es que no entendía ni entiendo ninguna otra manera de practicar el arte".
El valor de la contradicción
En este sentido, Sempere y Apellaniz no obvian en la película las contradicciones que acompañan a Niño de Elche. "Cualquiera que se acerque a mi manera de pensar actual o a mis hechos observará que soy una persona contradictoria. En realidad como todas... Pero yo valoro esta contradicción. Vengo de un mundo político donde se reivindicaba todo el contrario: es vanagloria la coherencia, la pureza del ser, la inmovilidad del pensamiento... Una reivindicación sobre todo mucho de la izquierda clásica, que es de donde yo vengo. Pero después vas comprobando que no, que el hecho fascinante de la existencia es todo el contrario: reconocer tu cambio de opinión. He ahí tu vulnerabilidad. Muestras tu fragilidad como creador, como artista, como ciudadano. Soy fan de los trabajos inacabados, de la grieta, de la erosión, conceptos que he ido planteando a mis trabajos, musicales o no. La indefinición como posicionamiento móvil político. Todo eso está en la película, y era importante que así fuera, aunque fue decisión de Marc y de Leire. Cada vez muestro más estas contradicciones en los trabajos artísticos, o en las entrevistas que hago: te he dicho esto hoy, pero es probable que la semana que viene piense todo al contrario".
Soy fan de los trabajos inacabados, de la grieta, de la erosión, conceptos que he ido planteando a mis trabajos
Volviendo a la fuerza que tienen, dentro de Canto Cósmico. Niño de Elche, las escenas que Paco Contreras comparte con los padres (con un climático momento final donde canta un fandango casi al oído de la madre, provocando sus llantos), el artista se muestra relativamente huidizo: "Ha sido un trabajo de Marc Sempere, lo ha conseguido él... Yo no he hablado mucho con mis padres sobre este tema. Mi relación con los padres siempre ha estado tensa, como la de cualquier artista con los suyos, si no son artistas y pertenecen a un territorio tan diferente como en el caso de mis padres. Aquí está donde hay una tarea casi psicoanalítica del Marco. Para mí ha sido increíble, fascinante, claro. Y como han pasado siete años, porque este proyecto nace hace mucho tiempo, he visto el cambio: en mi vida y en mi trabajo han pasado muchísimas cosas, pero en la relación con mis padres".