No es extraño encontrarse ficciones audiovisuales ambientadas en el conflicto en Irlanda del Norte. De hecho, durante los años 90 hubo una cierta eclosión de películas que lo abordaban desde la perspectiva más humana (el cine de Jim Sheridan y Neil Jordan) y también la más maniquea (con Juego de patriotas al frente). Pero pocas veces se ha podido ver una aproximación como la que hace la miniserie No digas nada a partir del libro homónimo de Patrick Radden Keefe.

Todas las caras del conflicto

Lo que la convierte una propuesta tan arriesgada como valiente es que muestra el conflicto con alma calidoscópica: caben los verdugos y las víctimas, los que participan y los que se desmarcan, los que se implican por convicción ideológica y los que se ven arrastrados por inercia. Los de afiliación política y sus familias; los que provocan una pérdida y los que la lloran. Un retrato coral, riguroso, que bascula entre el drama costumbrista, el thriller de aires clásicos e incluso la radiografía sentimental. No tiene problemas a entrar en terrenos pantanosos, sobre todo cuando da voz a personajes que hasta ahora se mostraban desde el trazo grueso, y a la vez muestra con serenidad y sensibilidad los estragos de la violencia.

Disney Plus ha estrenado la miniserie que adapta el libro homónimo del periodista norteamericano Patrick Radden Keefe

Un retrato coral, riguroso, que bascula entre el drama costumbrista, el thriller de aires clásicos e incluso la radiografía sentimental

No digas nada parte de un hecho particular, el secuestro de una madre de diez hijos en 1972, y poco a poco va desgranando todos los hechos y personas que emanan de este punto. Durante sus nueve episodios tiene tiempo de muchas cosas. Desde analizar los motivos que llevan a una persona a recurrir al extremismo hasta los costes emocionales de vivir en tiempos convulsos. También explora la cotidianidad de la violencia, la suma de acontecimientos que escalan hacia un conflicto armado y las tensiones personales que contribuyen a enquistárselo.

No digas nada, será difícil ver un relato mejor que este sobre el conflicto armado en Irlanda del Norte

Uno de los grandes méritos de la miniserie es su desarmante atención al detalle, patente en una recreación de época muy creíble y también en el dibujo de unos personajes que nunca se definen por clichés narrativos

Uno de los grandes méritos de la miniserie es su desarmante atención al detalle, patente en una recreación de época muy creíble y también en el dibujo de unos personajes que nunca se definen por clichés narrativos. Sus responsables hacen avanzar la historia profundizando en las secuelas del paso del tiempo y en aquellas fracturas que acaban haciendo abismales las tentativas de reconciliación. Lo mejor de No digas nada es que no necesita pronunciar grandes discursos para ser elocuente, de la misma manera que muestra todas las caras del conflicto sin pedir al espectador que posicione. Por eso es tan buena y por eso transmite la sensación que será difícil ver un relato mejor que este sobre el mismo tema. Solo hay que compararla con Belfast, por ejemplo, para darse cuenta de su alcance.