Que dice Martínez-Almeida que Almudena Grandes no merece ser hija predilecta de Madrid: éramos pocos y parió la abuela. El alcalde de la ciudad tuvo unas palabras más que desafortunadas para la escritora, desaparecida hace poco más de un mes y todavía caliente en su tumba, las flores de los ramos fúnebres aún frescas. El porqué lo encontramos en los presupuestos. “Yo he ponderado: un buen presupuesto y Almudena Grandes. Ya tengo los Presupuestos”, dijo el tipo. Cuanta explicación capitalista para alguien que yace bajo tierra. Pero es que se ve que ese era un punto innegociable del Grupo Mixto (compuesto por tres concejales de Recupera Madrid) que el del PP se ha tenido que tragar para tirar adelante los fondos, no sin después intentar - sin éxito - chocarle los cinco a VOX despreciando a Almudena delante de todos.
Es como cuando te chivas de la trastada de tu compañero de clase justo cuando sale por la puerta, con todo el morro, pero con un añadido catastrófico: la escritora no puede ya defenderse porque está muerta. A Almudena ya solo le queda la voz de sus libros y todo lo demás son palabras que recitan los que la echan de menos - como su marido, el poeta Luis García Montero, que tildó de mezquinas las palabras del edil. Pero no ha sido nunca la madrileña de necesitar que nadie hable por ella. Si a caso al contrario: el don de Almudena siempre fue poner sus manos de narradora a merced de los demás, explicar lo que nadie quería remover. Pocos autores le han sacado los colores al Estado tanto como ella.
Pero Almeida sigue empeñado en su cruzada de excusas, alentado por unas declaraciones que la misma Grandes hizo en 2007 en las que decia con obvia ironía que cada mañana fusilaría a dos o tres voces que la sacaban de quicio "ya que estamos en un país en el que la derecha española recuerda más a la de la Segunda República que a la del franquismo". Si de algo se puede culpar a la Almudena luchadora es únicamente de no abandonar las trincheras. Pero una de las autoras españolas más leídas no merece entrar en una lista de fulanos predilectos o adoptivos donde solo hay una mujer y es la hija del dictador, Carmen Franco. También son dignos de la distinción Plácido Domingo, abusador sexual de traca o Mario Vargas Llosa, quien un día se levantó y creyó quem podía opinar de todo con la mala educación propia de un narcisista. A estos dos últimos, la distinción del Ayuntamiento se les concedió por unanimidad y Almeida chitón.
Hemos naturalizado que la clase política ponga sus garras hasta en la sopa y manosee la cultura a su antojo
Si no había ya suficiente barro en el hangar, va y tras las declaraciones del alcalducho aparece Pedro Sánchez montado en su Rocinante para tuitearnos lo que evidentemente ya sabíamos: que “fue un privilegio convivir con ella en un espacio de libertad y fraternidad como es Madrid”. Porque no podía el súper presidente quedar al margen de lo ocurrido; porque no se puede evitar en política meterle el dedo a la llaga a cualquier asunto, buscarle el voto útil a cualquier desfase social y raspar estadísticas a cualquier precio. También tuvo que decir la suya Félix Bolaños, ministro de la Presidencia y responsable supremo de la Memoria Democrática. Sí que salió la delegada de Cultura del consistorio, Andrea Levy, a pedir que no se polemizara la figura de la escritora, pero fue justo antes de disparar contra los socialistas recordando "el encendido discurso contra" el escritor Andrés Trapiello en mayo del año pasado. El mismo cuento de siempre. Digo yo que igual lo más sensato hubiera sido pararle los pies a Almeida sin regalarle los oídos a quien ya no puede oír. Un: señor, cállese, esto no da lugar como un piano. Porque más que una lucha partidista por los escaños, casi pareciera una pelea de orangutanes en celo que intenta captar la atención de la hembra excitada.
Es hipocresía de la barata: hemos naturalizado que la clase política ponga sus garras hasta en la sopa y manosee la cultura a su antojo, utilizando nuestros referentes y prostituyendo cualquier expresión creativa que haga divergir al pueblo del puñetero status quo. Las auténticas batallas por el poder no se libran en los despachos aterciopelados: los partidos se juegan en los teatros, en los mítines y en Twitter. De ahí tanto alboroto de gallinero. Pero Almudena no puede defenderse; enterró su hacha de guerra contra los destripadores de la memoria histórica junto a su nicho. Y aunque su obra siempre va a estar sujeta a todo tipo de comentarios deprimentes y hostiles - y maravillosos y sobrecogedores-, la persona, la escritora, la mujer, la Almu, merece, como mínimo, silencio público. Sobretodo si los que hablan son los que tienen más mierda debajo del atril.