Un bibliotecario de 56 años se desploma mientras pasea por las calles de su pueblo y muere repentinamente, dejando como legado una única novela que pervivirá año tras año. Parece la sinopsis de una obra de misterio, pero esto pasó de verdad: Martí Rosselló dejó huérfanos a miles de lectores solo diez años después de publicar su primera novela, dejando a la crítica con la expectativa de un próximo proyecto que nunca llegó. Quizás por eso Anna K. tiene un hueco trascendental dentro del pequeño cosmos de la literatura catalana. O quizás es porque se trata de una obra única y genuina que no se parece a ninguna otra que se haya leído, tal como la define el escritor Joan Todó en la faja de la edición que ha sacado La Segona Perifèria con motivo de los 25 años de su publicación —y de los 15 de la desaparición del autor—.
Explicar de qué va Anna K. es imposible, y es mejor que el lector se adentre en ella sin ningún tipo de información. Hay venganzas, sadismo, lazos de sangre inverosímiles, asesinatos, envenenamientos e incesto, pero se lee con una calma perturbadora que pone los pelos de punta. Desde que irrumpió en las estanterías el año 2000, entonces editado por Quaderns Crema, ya captó la atención de los lectores con un argumento atrevido que desafiaba cualquier género y estructura, y lo hacía sin salir de un kilómetro cuadrado de Premià de Mar, ciudad del autor y donde también transcurre el argumento. "Rosselló explicaba cosas supercrudas y fuertes con una falsa naturalidad que todavía lo hacía todo más sorprendente e interesante", describe la escritora de Premià Tina Vallès, que lo conoció.
Precisamente esta contradicción entre la trama y el carácter de Rosselló es una de las características más destacadas y sorprendentes de la novela, porque quien tuvo trato con él ensalza su personalidad próxima, afable y reservada. Era un activista cultural y estuvo siempre comprometido con el tejido asociativo de Premià de Mar, haciendo gala de un gran espíritu crítico. Como recuerda Vallès, se opuso al cambio de ubicación de la biblioteca municipal del centro a las afueras, y curiosamente murió cuando se estaba llevando el término el traslado por el cual había luchado en contra. Y aunque no llegó a pisar la nueva sede, el Consorcio decidió bautizarla con su nombre. "Era muy valorado por todo el trabajo cultural que hacía, pero siempre desde los márgenes".

Marta Cava es bibliotecaria en la Xarxa de Biblioteques Municipals de la Diputació de Barcelona y su historia con el autor es, como mínimo, curiosa. De pequeña sabía que era alguien importante en el pueblo y veía con ojos de admiración a este escritor que recomendaba lecturas en la biblioteca. Fue el culpable de que se acabara dedicando a lo mismo. "Fue una influencia indirecta porque yo no había hablado nunca con él", recuerda. Pero cuando empezó la carrera, lo consiguió. Fue un día en que dos compañeros le dijeron que ya tenían relevo para el oficio en presencia de Rosselló. "Le expliqué que estaba estudiando para ser bibliotecaria y hablamos del futuro de la biblioteca; murió dos días después y me quedé muy tocada". Fue entonces, pasada la veintena, cuando leyó la novela. "Es tan sórdida, extraña y peculiar que para mí era inconcebible que a una persona como Martí, tranquilo y silencioso, le pudiera pasar por la cabeza toda esta historia". Lo ratifica Vallès, que ha escrito uno de los epílogos de esta nueva edición, y recuerda con nostalgia a aquel bibliotecario agradable y tierno de su pueblo. "Es una historia truculenta que no encajaba con el ademán de Martí, y esta es la gracia".
¿Por qué Anna K. no es un libro mainstream?
El autor del segundo epílogo, Borja Bagunyà, se leyó el libro por primera vez poco después de publicarse y sin saber nada de Martí Rosselló, solo porque confiaba en el criterio de la editorial Quaderns Quema. "Me fascinó porque era una de las novelas más extrañas que había leído de un autor catalán y porque hacía cosas que pensaba que en Catalunya no se podían hacer", esgrime. De hecho, duda si ahora sería posible escribirlo o si tendría un hueco editorial en algún lugar. "Rosselló utiliza la lógica del melodrama, pero no escribe un melodrama, sino que también juega con todos sus tópicos y clichés para llevarlos a un extremo y saturarlos, y me parecía absolutamente maravilloso; en Catalunya no teníamos esta tradición, imperaba más el minimalismo de Sergi Pàmies", explica.
De esta manera, Anna K. se convierte en un espejo de espejos que no solo plantea los grandes temas universales, sino que lo hace a partir de capas y capas que encuentran un significado diferente con cada relectura. Tanto Bagunyà como Cava y Vallès han encontrado nuevas interpretaciones cuando se han vuelto a sumergir en su lectura. "Cuánto más la lees, más cosas ves; es un libro absolutamente inagotable", reconoce el autor de Els angles morts. No obstante, también es una novela que ha pasado de puntillas por el público mainstream, a pesar de ser considerada como una obra de culto. ¿Pero qué entenderíamos, exactamente, por la etiqueta de novela de culto?

Según Borja Bagunyà, se trataría de una novela poco conocida por un público mayoritario, pero que a los cuatro que la conocen les gusta mucho, y bajo esta definición, Anna K. se identifica a la perfección. "Algunos hace años que la defendemos porque tuvimos la suerte de leerla pronto", dice. "Es una novela de trama porque no paran de pasar cosas, pero que se puede releer infinitamente, y eso quiere decir que hay un trasfondo y que admite todo tipo de lecturas donde todo el mundo puede entrar", opina Vallès. Y Marta Cava la describe como una novela que mezcla tragedia griega y costumbrismo y que, para ella, es simplemente "inclasificable".
Borja Bagunyà: "Me fascinó porque era una de las novelas más extrañas que había leído de un autor catalán"
La trascendencia limitada de la obra de Rosselló también se explica por su muerte prematura con solo 56 años, hecho que imposibilitó que su carrera cogiera más impulso, pese a que tenía poesías y cuentos publicados. Seguramente es uno de los motivos por los que Anna K. hacía años que no se encontraba ni en las librerías de viejo. "Me sorprende que no se conozca más y me lo he preguntado muchas veces, pero supongo que ayuda el hecho de no haber publicado más y no tener una carrera de fondo, además de la manera de distribuir los libros y que el lector les conozca", explica la bibliotecaria.
No obstante, creen que la enorme calidad de Anna K. se desliga totalmente del fatal destino del autor. "Que sea la única novela de un autor que murió demasiado joven puede añadirle un poco de leyenda, pero me parece un escritor extraordinario", dice Bagunyà. Y para Vallès, que muriera antes de tiempo no tiene nada que ver con la buena acogida de la novela, que se publicó diez años antes de su muerte y ya fue aplaudida por la crítica. "Pero todo lo que podemos saber de él como narrador está condensado en esta única novela, y toda su obra quedó truncada".