Edmond Charlot abrió en 1936 una librería mítica en la ciudad de Argel: Les Vraies Richeses. En poco tiempo se convertiría en un punto de encuentro entre intelectuales, como Albert Camus, André Gide o Antoine de Saint-Exupéry, y en la librería muy pronto se le sumaría una editorial de gran vitalidad que publicó algunas obras emblemáticas y descubrió a grandes autores de la época. La historia de este establecimiento es el eje central de la novela Nuestras riquezas. Una librería en Argel, de la franco-argelina Kaouther Adimi, que publica ahora en catalán Periscopi, en traducción de Anna Casassas, y en castellano Los Libros del Asteroide, en traducción de Manuel Arranz Lázaro.

Kaouther Adimi. Foto: Mohatatou.

Una mirada hacia atrás

En 2017, según la novela de Adimi, la globalización da la última patada a la vieja librería de Charlot. El nuevo propietario del local, desde Francia, envía a un becario de origen magrebí a Argel para vaciar el local y tirar libros y documentos. El joven, que no sabe nada de la historia de Argelia, irá haciéndose consciente de la compleja y triste historia que tiene la librería que ha venido a clausurar, y que está entretejida con la compleja y triste historia de Argelia. Su estancia en Argel supone un viaje iniciático en que se encontrará, al mismo tiempo, con el país de sus antepasados, con el multiculturalismo y con el mundo de la cultura.

Las verdaderas riquezas de Charlot

Argelia no había sido una colonia francesa cualquiera. Fue una colonia de poblamiento, donde llegó numerosa población francesa, pero también italiana, maltesa, alemana, y, sobre todo, valenciana y balear (en la región de Orán se hablaba bastante catalán). Llegó a haber casi un millón de europeos, en Argelia. Eso quiere decir que además de funcionarios coloniales, empresarios y militares, a Argelia llegaron periodistas, sociólogos, poetas, editores, libreros... Y Argel tuvo una rica vida cultural (y no sólo cultural: durante la Segunda Guerra Mundial fue capital provisional de la Francia Libre). Una vida cultural que fue mayoritariamente dirigida por franceses, pero en la que también participaron algunos argelinos.

La apuesta multicultural

La colaboración entre argelinos de todas las comunidades (musulmanes, judíos y franceses metropolitanos) es el eje básico de esta novela, que trata de una Argelia tolerante, en la que todos pueden sumarse a un proyecto cultural que los integra. La voluntad de Charlot de incluir en sus ediciones textos en árabe y de autor musulmán muestra para Kaouther Adimi otra Argelia, un territorio de tolerancia donde todos caben y todos pueden colaborar. Y esta realidad es usada como contraste hacia la Argelia actual, que conoce bien la escritora, donde la cultura está perseguida, desde el poder, pero también desde algunos sectores oscurantistas, pese al gran nivel de civismo y hospitalidad de la población local (que experimenta el protagonista).

El día que el enemigo apareció en Sétif

Adimi nos presenta, hasta la Segunda Guerra Mundial, un buen nivel de convivencia entre comunidades sin grandes conflictos. El relato se rompe por primera vez el día de la firma del armisticio alemán, cuando los colonos y el ejército franceses se lanzaron a la represión de los habitantes de Sétif y provocaron una matanza durísima, con miles de muertes. Un primer episodio violento que provocaría una gran tensión, que estallaría, sobre todo, durante la guerra de liberación nacional, en la que no faltaron los atentados, las torturas, los asesinatos y los combates a campo abierto. Frente a Les Vraies Richeses, la librería y editorial presentada por Adimi como un paradigma de multiculturalismo, Argelia se transformaba en un país en guerra, con un duro conflicto étnico e ideológico. Al fin, un atentado de la ultraderechista Organización del Ejército Francés (OAS), virulamentamente anticolonialista, acabaría con la librería. Se acercaba el fin de la Argelia francesa.

La Argelia del pasado para los nuevos argelinos

Kaouther Adimi rompe con la imagen de una Argelia colonial cerrada a cualquier intercambio entre la cultura francesa y la musulmana. Y, en cambio, quiere enfatizar los problemas con la cultura que tienen los argelinos en la actualidad. Nuestras riquezas forma parte de una nueva reflexión sobre la memoria argelina, desde una visión combinada franco-argelina. Adimi tiene como referentes a autores argelinos musulmanes como Mohammed Dib, Mouloud Feraoun o Kateb Yacine, pero también a franceses instalados en la colonia norteafricana como Emmanuel Roblès o Albert Camus. La novela de Adimi está acondicionada por su experiencia vital: nació en Argel, pero a los 4 años se fue a vivir a Grenoble. Volvió a Argelia para estudiar en la universidad en 1994, en tiempos muy duros de terrorismo yihadista. Su obra, pues, parte de una desmitologización de la memoria de su país de origen, probablemente a partir de su propia experiencia. Ahora, es una autora muy reconocida en Francia, donde vuelve a residir, y ha ganado numerosos premios.

¿La Argelia soñada?

Nuestras riquezas fascina por su reconstrucción, minuciosa pero imaginativa, de un mundo pasado que nunca volverá. Pero, probablemente, el mundo que retrata Adimi nunca existió, como mínimo tal como lo retrata. Si bien es cierto que la librería de Charlot se podría haber convertido en un oasis de tolerancia, lo cierto es que sobrevivía rodeada de un universo de odio y discriminación. De otra forma serían incomprensibles las matanzas de Sétif, el surgimiento del Frente de Liberación Nacional, las torturas de los paracaidistas y las mismas bombas contra la librería. En realidad, aunque algunos de los escritores que frecuentaban la librería se preocuparon por la situación de los árabes, buena parte de ellos, como Camus, no fueron capaces de entender las reivindicaciones de los musulmanes. Bajo la bandera del mito de la Argelia multicultural, negaron el hecho colonial. Pese a la visión de Adimi, en Argelia, en aquellos años, no parece que hubiera opción para una tercera vía. O como mínimo, no fue la opción de la mayoría de los intelectuales del grupo de Charlot.