Quizá esté harta de que le digan que es un verso libre, pero Núria Prims (Barcelona, 1972) le da mucha naturalidad a decisiones que, desde fuera, sorprenden por poco habituales: como ese momento en el que, entrando por la puerta grande en el cine español con la icónica Historias del Kronen (1995), optó por volver a Barcelona a seguir sus estudios en el Colegio de Teatro, porque en medio de la competitividad de Madrid no se encontraba a gusto. O como cuando, en 2010, abandonó su profesión para instalarse con su hijo en Menorca, trabajando en una tienda de una amiga francesa en el Puerto de Mahón, donde vendía artesanía de Madagascar.

Tan sorprendente nos resulta aquella decisión que tomó hace más de una década como a ella le parece que le digamos que hay que ser muy valiente para dejarlo todo y largarse. “Curiosamente, me lo han ido diciendo, eso de que admiran que me marchara. Yo sentía esa necesidad desde hacía años, pero no creo que fuera valor, siento desmontaros la idea, quizás fue inconsciencia, no lo sé. Yo creo que simplemente se trató de prioridades, de la vida. Llegué a ese momento del punto, fin, adiós, y me fui. Supongo que vivimos con tanto ruido, yendo de una cosa a otra... pero tomar una decisión así es sencillo. No todo fue coser y cantar, pero... es de las mejores cosas que he hecho en mi vida”, afirma con una sonrisa en los labios.

Al final todo se reduce a hacer las cosas porque las sientes

Y sigue: “Al final todo se reduce a hacer las cosas porque las sientes. No se trata de ir con ninguna chulería, ni ir de verso libre, ni de faltarle el respeto a nadie. Mira, mi madre siempre me dijo que no podría dejarme mucho, pero sí el espíritu de libertad, y quizá sea eso. Quizás es que me han educado así, y no me doy mucha cuenta. Yo también he hecho lo mismo con mi hijo y no le veo el pelo”, afirma con una carcajada. "Supongo que es la herencia que le dejaré".

Cuando abandonó la interpretación, Núria Prims había participado en películas como Un cuerpo en el bosque, Los años bárbaros, Sobreviviré o Inconscientes, y en series como Nissaga de poder, Génesis: En la mente del asesino u Hospital Central. Pero sentía que la vida la arrastraba hacia otro lado, lejos de la profesión. Años más tarde, una llamada de Agustí Villaronga ofreciéndole ser Carlana en la adaptación al cine de Incierta gloria (2017) lo cambió todo. “Cuando dejé la interpretación, y al principio lo hice sin tener gusanillo alguno para volver, pensé que me perdería algunas cosas, y la primera era trabajar con Agustí. También es verdad que creía que nunca me ocurriría, así que el día que me llamó para hacer Incierta gloria... recuerdo que me estaba comiendo un bocadillo de atún y casi me atraganto... ¿Qué me estás contando? Y, tres días antes de rodar, ¡yo llorando en los ensayos le decía que se había equivocado! ¡Que le estropearía su película y su carrera! (risas) Entré en una iglesia, lo había hecho dos veces en la vida y no sé ni por qué, y fui a pedir ayuda, silencio, a escucharme, qué debo hacer, por qué he vuelto, no debería de haber salido de Menorca. Y ya ves...”

Agustí Villaronga, el culpable de tu regreso...
Siempre es culpa de Agustí (risas). Cada día hablo con él, todos los días. En muchos momentos, no sólo profesionales, me detengo y pienso qué me diría él. Agustí era un maestro, en todos los sentidos. Para mucha gente. Nos ha dejado cojas, huérfanas, pero no del todo porque siempre le llevamos con nosotros. No tengo palabras suficientes para Agustín. Yo le tengo en la mesita de noche, con su retrato, una vela, un buda, un pequeño altar, ¡eso no lo he hecho nunca por nadie, por nadie!

Tras rodar Incierta gloria, ¿viste claro que tenías que volver?
No, cuando terminé la película me lo planteé, pero decidí volver a la isla, a trabajar en la tienda. Pero entonces, entre las promociones, que me salieron castings, que mi hijo de 16 años quería volver a la Península... Igual que una década antes todo me llevaba a marcharme a Menorca, ahora la vida me empujaba a volver. Fue cosa de dejarme llevar... pero me daba mucho miedo volver a la profesión. También pensaba que no volvería a trabajar con Agustí.

Pero repetiste con él en una obra de teatro, Clitemnestra, cuando te habías prometido no volver a subir a un escenario...
Sí, muchos años antes, haciendo un monólogo, me había quedado completamente en blanco y lo pasé muy mal, mucho. Un enorme ataque de ansiedad. Recordaba de qué iba y me lo inventé. Claro que quería volver a hacer teatro, pero no me atrevía. Y un día, Agustí me llamó, y me dio la oportunidad de enfrentarme a ese miedo. Y volvimos a llorar, le volví a decir que se había equivocado... (risas).

Nuria Prims estrena este viernes su nueva película, Sica

Ahora estrenas Sica, una película muy conectada a la naturaleza, la tierra, el paisaje. Elementos que parecen tener un vínculo con tu experiencia personal dejándolo todo y yéndote a vivir a una isla.
Podría tener un paralelismo. Una de las razones de marcharme a Menorca era conectar con la naturaleza y una de las razones de hacer la película, y de rodar en la Costa da Morte, era estar en ese entorno. Ahora bien, ¿conexiones con el personaje que hago? Ninguna: la madre de Sica se marchó por amor, y llegó a un territorio que no le apetecía y nunca se acabó de adaptar. En mi caso, yo no me fui por amor. Bien, quizás por amor a mí misma (risas), y yo enseguida me sentí muy bien acogida, nunca me sentí forastera, tengo la sensación de que soy más de allá que de aquí.

Una de las razones de marcharme a Menorca era conectar con la naturaleza y una de las razones de hacer la película, y de rodar en la Costa da Morte, era estar en ese entorno

Me refería a si el proyecto te hablaba de una forma especial, por tu experiencia.
Me atraía muchísimo pasarme un par de meses en Galicia, en ese paisaje. Personalmente me vibraba, lo necesitaba, me resultaba muy atractivo. Y había otros factores: soy fan del cine de Alba Sotorra, la productora. A Carla Subirana, la directora, no la conocía pero me apetecía mucho que ella viniera del mundo del documental. Me gustaba trabajar con la fotografía de Mauro Herce, me apetecía mucho trabajar con no-actores de allí... Si me hubieran pedido hacer otro personaje, lo hubiera hecho igualmente. No se trataba tanto del personaje como de toda la aventura.

Sica es una historia de descubrimiento, pero también sugiere otras muchas cosas. Y está el paisaje de la Costa da Morte: muchas veces utilizamos aquella expresión tan gastada de que el paisaje es un personaje más. ¡Pero es que aquí es verdad!
Sí, es una frase que da rabia, pero, de hecho, aquí el paisaje es protagonista absoluto. Carla lo explica: ella quería rodar ese entorno, no es que tuviera ganas de hablar de las percebeiras, o de otras cosas que vinieron después. Ella se quedó impactada por ese entorno, que es lo que yo creo que nos pasa a todos cuando llegas allí, es imposible escapar de esa sensación. Y, cuando te atrapa... ella ha tenido la capacidad de construir una ficción, se ha atrevido a ello.

Esta es una profesión donde siempre ha habido tontería

Volviendo a tu regreso tras el paréntesis, ¿te había cambiado mucho la mirada respecto a la parte, digámosle, más superficial de la profesión? De esa tontería que rodea al mundo del cine...
Está claro que esta es una profesión donde siempre ha habido tontería. Y no digo que todo lo sea, porque hay gente majísima, muy sensible, y es precioso conocer gente así. Pero también existe esta parte de la tontería, no lo negaremos, y mi forma de ser me hacía sentir que no encajaba. Y lo sufría. Y no estamos aquí para sufrir. Cuando he vuelto después de ocho años, más mayor, me ha hecho relativizarlo todo mucho, no tomarme tan en serio según qué cosas. Pero sí me he encontrado que ahora se elige más a las personas no por su talento o por su creatividad, y no hablo sólo de actores y actrices, como por los likes...

La dictadura de Instagram...
A mí me ha pasado, que me dijeran que me habían cogido para tal trabajo pero que tal plataforma se lo había pensado porque preferían contratar a alguien más famoso. Y piensas: "No haberme hecho el casting, si ya lo sabías. Vete a cagar". Esto cada vez va a más, y me he encontrado yo y lo he hablado con muchas compañeras y compañeros. ¿Qué debemos hacer? ¿Aceptarlo? ¿O adaptarnos a estos cambios, que también me lo he planteado? Y resulta que no me da la gana, porque no entiendo que sean unos cambios con una base potente. No quiero participar de esto. Respetaré a todo el mundo que lo haga, tenemos una profesión en la que cuesta mucho encontrar trabajo, pero sigo pensando que si se me descarta porque no tengo suficientes likes, entre otras cosas porque no tengo ningún tipo de redes sociales, pues casi mejor no estar dentro de un proyecto que valora este tipo de cosas, porque me sentiría fuera de lugar. Y me parece muy bien que cada uno haga lo que crea, porque todos debemos buscarnos la vida. Todo el mundo hace lo que puede, y eso es muy respetable.

Puedo decir que es muy duro sacar adelante una carrera como actriz de 50 años

¿Y cómo valoras esta segunda etapa profesional?
Pues puedo decir que es muy duro sacar adelante una carrera como actriz de 50 años. Es muy difícil. Ahora sí que a veces me dan ganas de mandarlo todo a la mierda, porque así no podemos vivir. Tienes que tener un plan B y un plan C, pero cuesta mucho tenerlos. Esta profesión hace imposible ligarse a horarios fijos, tienes que ir a hacer castings, tienes que marcharte a un rodaje, cuesta mucho, a menos que te montes tu propio negocio, y para eso necesitas una base. Los actores lo tenemos muy mal para cobrar un paro, sólo nos dan de alta el día que trabajamos, y para llegar a un año... Y los subsidios que nos dijeron que recibiríamos no han llegado. Todavía me río. Es fachada política. Me encantaría ser francesa, allí son mucho más conscientes de ello. En este país, y me da igual llamarlo Cataluña o España, es un desastre. No sé si hago bien en ser tan sincera...

Entiendo que sí.
Es que me parece importante que la gente joven, que quiere ser actor o actriz, escuche estos discursos. Ésta es una profesión muy dura, muy difícil, que sólo puedes hacer con pasión: es muy bonita, tanto que lo aguantas todo y sigues adelante. Esto es lo que ocurre y ese es el problema, o ya estaríamos en el plan B desde hace mucho tiempo. A quien le guste, quien la sienta, que tire adelante, pero que no se crea cosas que no son. Hay ciclos, épocas buenas y malas, también para los que más trabajan, pero este mundo del arte y de la cultura, no sólo el de los actores, está hiperabandonado. No hay pie ni a las ayudas. Nos espabilamos, sí, si no fuéramos espabilados no seríamos actores. Pero estamos en un país que no nos cuida. A ver, no cuida a nadie, porque ocurre en otros ámbitos, pero en el de la cultura es así.

Si no fuéramos espabilados no seríamos actores

Las nuevas generaciones lo tienen complicado.
Sí, pero de la misma manera que tengo ganas de que la gente joven sepa de las dificultades de las que hablamos, también les quiero decir que nunca se crean a aquellos profesores y profesoras que les han dicho o que les dirán que nunca harán nada como a actores o como actrices.

¿A ti te lo dijeron?
No, a mí no, pero conozco muchos casos que sí, algunos de gente con mucho talento que no salieron adelante por ello. Y otros que sí, a pesar de escucharlo. Ya se verá, pero si sienten la profesión, que no permitan que les condicione escuchar que no valen. Y si se lo dicen, ¡que se lo pasen por el forro, que tengan esa fuerza!