Hoy llega a las librerías, en catalán, Els pescadors, de Chigozie Obioma (Quaderns Crema), un libro que en 2015 acumuló distinciones. Muchos periódicos ingleses y norteamericanos lo declararon “Libro del Año” y fue finalista del prestigioso Man Booker Prize. Enseguida salieron varias traducciones: en francés, portugués, italiano, alemán, castellano (ed. Siruela)... Las críticas, por todas partes, fueron muy favorables. Coincidiendo con la salida de la edición catalana, Obioma visita Barcelona.
Los pescadores es una historia que se sitúa en la Nigeria de principios de los años noventa. Unos hermanos de una familia acomodada verán su tranquilidad truncada por unos hechos trágicos que irán descomponiendo sus vidas. Con esta obra, Obioma (Akure, Nigeria, 1986) explica una historia que supera mucho los límites locales: si Los pescadores ha alcanzado tanto éxito es, sin duda, porque se trata de una historia que apela a sentimientos universales, que puede convencer a cualquiera, más allá de su origen. Es una novela africana, que puede leer con placer cualquiera, esté o no interesado en la realidad africana.
Los protagonistas de esta novela son unos niños de una familia numerosa que viven en Nigeria a principios de los años noventa. En aquella época usted era niño, y también viene de una familia numerosa. ¿Hasta qué punto Los pescadores es una obra autobiográfica?
El 85% de la obra es ficción. Es cierto que la ciudad en la que pasa la novela recuerda a la tranquila ciudad donde vivía de niño. En aquella ciudad, Akure, también había un río. Y en el río encontraron el cadáver de una mujer, como pasa en la novela. Como era un hecho muy inusual, cerraron el río y no dejaban pasar a nadie. Eso es un elemento que he recuperado para la novela. Y también hay fragmentos de algunos personajes, retratos de ambientes, que saco de mis experiencias de infancia. Pero quiero dejar claro que Benjamin no soy yo, ni sus hermanos son mis hermanos.
¿Y cómo surge la estructura de la novela?
Aquí sí que hay un elemento autobiográfico. Cuando yo era niño tenía la costumbre de comparar a la gente con animales. Y a partir de esto empiezo los capítulos con la identificación entre un personaje y un animal. El padre es un águila, el hermano mayor una pitón... Me resulta muy útil este juego infantil para definir y describir a los personajes.
Su novela es una tragedia. ¿Pretende ser una muestra de la tragedia de todo un continente, de un país o, sencillamente, la tragedia de una familia?
Me gusta que los libros no tengan una lectura monolítica. Y este es un libro complejo. En un primer nivel nos habla de un drama famliar. Pero cuando profundizamos en una segunda lectura es un drama sobre Nigeria (no sobre África entera, porque África es muy diversa). Quizás no es una obra sobre "la" tragedia de Nigeria, pero sí que nos habla de una tragedia nigeriana, de los dolores del país.
Los niños protagonistas de Los pescadores están metidos de lleno en el mundo moderno: son adictos al Mortal Kombat, pero al mismo tiempo creen firmemente en la tradición. ¿Hay una contradicción aquí?
De hecho, en África eso es muy común. Lo que yo escribo no es realismo fantástico. Es realismo y punto. África es así. En África hay gente que tiene creencias que no se comparten en Occidente, lo que se puede denominar "supersticiones". Yo no pretendo estigmatizarlas. No quiero decir que eso está bien y aquello está mal. Desde siempre vivo con gente que piensa de formas muy diferentes. Me limito a explicar cómo es el mundo en el que me crié. Un mundo donde hay, también, visiones muy divergentes.
La única escapatoria, para los protagonistas de la obra, parece ser que es huir fuera de Nigeria. Nunca lo consiguen. En cambio, usted, a diferencia de los protagonistas de la obra, salió fuera y ha triunfado.
Bien, en la novela hay una situación muy trágica que afecta a una familia, y la única forma de librarse de ella es irse lejos. Pero eso sólo tiene sentido dentro de la novela. Huir no es la única forma de progresar, en África. Hay mucha gente que tiene muy buena formación y que se ha formado en Nigeria, y que nunca ha viajado fuera. Ir fuera, en mi caso, era la consecuencia lógica de una elección que hice yo. Quería escribir, y lo que yo quería hacer no tenía posibilidad de hacerlo en Nigeria, porque no había estudios especializados. Mis padres estaban muy preocupados por mi opción, y me enviaron a Inglaterra. No tenía ninguna obligación de salir, pero marcharme me permitió acceder a cursos, a talleres... Y me permitió conocer escritores, editores, agentes... En Inglaterra y Estados Unidos pude introducirme en un mundo nuevo, muy diferente de lo que había vivido en África, donde yo era el único que soñaba en escribir. Habría sido muy difícil hacer lo que he hecho si me hubiera quedado en Nigeria.
El giro narrativo de Los pescadores, la tragedia, se desencadena sólo por una broma de niños. ¿El mundo es tan frágil que una realidad feliz se puede desmontar por una bagatela?
¡Y tanto! Nuestro mundo es muy frágil. Esta novela me obligó a hacer una exploración radical en las emociones humanas. Frente a la imagen común de una familia siempre unida que tenemos normalmente, cuando analizamos a cualquier familia en detalle nos encontramos con que la cosa es mucho más compleja. El amor se puede volver odio. La vida agradable se puede ver infectada. El miedo puede contaminarlo todo. Incluso en las relaciones más próximas siempre te sientes temeroso de que alguna cosa lo pueda destruir todo. El miedo es la más fuerte de las emociones. Es fuerte, es poderosa...
En Los pescadores nos habla de una Nigeria con graves problemas políticos. Veinte años después, ¿cómo ha evolucionado el país?
No creo que Nigeria haya cambiado tanto. Los noventa eran un tiempo muy esperanzador: después de décadas de gobiernos militares se empezaba a implantar la democracia. La gente confiaba en que las cosas mejorarían. Hubo disturbios, pero eran tiempos prometedores... Hoy en día en el Sur la situación está estancada, ya no hay tantas ilusiones. El Norte está mucho más complicado por la aparición de Boko Haram. Y el petróleo se va acabando, y eso se nota.
¿Cuáles son sus influencias literarias?
Los primeros libros que leí eran libros que tenía mi padre: había muchas obras clásicas, como Ovidio, además de dramas de Shakespeare. Quizás por eso Los pescadores tiene una clara influencia de las tragedias griegas. Además, ya de niño, leí autores nigerianos, como Achebe, Tutuola... Todo eso ha marcado mucho mi forma de escribir, aunque después he leído muchas otras cosas.
Su primera novela ha tenido un éxito abrumador. A buen seguro que público y crítica ya están esperando su próxima obra con grandes expectativas. ¿Tiene miedo de que no esté a la altura de su opera prima?
Evidentemente... Soy afortunado por el éxito de mi primera novela y me siento muy orgulloso. Todas las críticas son elogiosas: cuesta encontrar algunas negativas. El único problema es que todavía no sé exactamente porqué a la gente le gusta mi libro. Si lo supiera, lo explotaría en mi segunda novela, pero no tengo ni idea. La ventaja es que el planteamiento de la segunda novela lo empecé antes de publicar Los pescadores. Y he ido desarrollando la obra tal y como la había planeado al principio. Todavía me falta terminarla: espero que salga a la venta, en inglés, en el 2018. Ya veremos si gusta tanto como la primera.