El Maldà ha decidido recuperar el espectáculo Observin aquests fills de puta, que se estrenó la temporada pasada a la Fundación Joan Brossa con gran éxito de crítica y público. Hasta el 12 de enero de 2025 podréis disfrutar del humor directo y la sátira desacomplejada de Dúo fácil, una compañía fundada el 2014 e integrada por un trío de jóvenes actores –donde caben dos caben tres: Abel Reyes Alabart, Francesc Marginet Sensada y Marc Tarrida Aribau. Después de las obras Y me morí. Cabaret mexicano tragicómico (2017), Bollywood, Bombay, Barcelona (2018) y La revolució de les 4 idees (2022), llega su cuarto espectáculo, en el que cuentan con tres intérpretes más: unos espléndidos Marc Domingo, Cristina Martínez y Clara Mingueza, conocidos sobre todo por haber participado en diferentes montajes dirigidos por Marta Pazos.
La verdad está tan loca que resulta inverosímil
Aquí el trío fácil –caracterizado por una clara vocación lúdica, mucho humor y avidez para profundizar en la crítica social– ha encontrado un aliado de excepción en el joven y exitoso dramaturgo madrileño Adrián Perea Nava, que ha escrito el texto y codirige el espectáculo. Inspirada en la lectura de Florentino Pérez, el poder del palco (Akal, 2022) de Fonsi Loaiza, la propuesta consta de una serie de escenas o esquemas aparentemente inconexos, digresiones sarcásticas y fantasiosas que retornan siempre a la trama principal, con Florentino Pérez como paradigma de la oligarquía corrupta que condiciona y estropea el modus vivendi de la ciudadanía. En la primera escena, el presidente del Real Madrid –caricaturesca composición de Tarrida- y el nuevo presidente de España –no sabemos de qué partido político; estamos en un futuro no muy lejano, en cierto modo distópico– juegan al futbolín y exponen sus desazones e intereses, del todo alejados del bien común.
En un sistema que premia a los que tienen menos escrúpulos, la corrupción lo embadurna todo
Gracias a la recalificación, en el 2001, de unos terrenos de la Castellana expropiados durante el franquismo, el empresario y presidente del club blanco pudo modificar el perfil urbano; dicen que en la intimidad se refería a las emblemáticas cuatro torres de Madrid por los apellidos -Zidane, Figo, Ronaldo y Beckam- de los cuatro fichajes galácticos con qué se pulió, durante su primer mandato, más de doscientos millones de euros. En esta ficción política, sin embargo, lo que el plutócrata consigue del presidente del Estado es una nueva ley de protección animal que reconoce los delfines como animales de compañía. Un edicto absurdo que surge de un capricho o de un luto mal llevado, y que, en términos dramatúrgicos, quizás tiene que ver con el hecho de que el título del espectáculo proceda de un tuit donde Arturo Pérez-Reverte insultaba a unos cazadores de elefantes. Y de una presunta preocupación animalista –en realidad, los presidentes no saben ni por dónde empezar: ¡confunden el finning con el fisting!– se pasa a una delirante fantasía sobre la delfinoterapia por decreto.
El espacio diseñado por Ona Guilera tiene aspecto de museo contemporáneo –paredes blancas, pedestales vacíos y marcos sin lienzo–, destinado en este caso a la exhibición de reliquias humanas, vivas pero intocables como obras de arte o muñecos del Museo de Cera. La serie de escenas despliega la actividad mafiosa y absolutamente impune de los magnates y mandatarios, y se desahoga también en la cleptocracia extendida en todos los estratos sociales, con hurtos y ladrones de todo tipo; evidencia la arbitrariedad de determinadas decisiones políticas y la docilidad de la ciudadanía, que, de tanto normalizar los abusos, acaba estableciendo una relación aspiracional. En un sistema que premia a los que tienen menos escrúpulos, la corrupción lo embadurna todo.
La dirección, enormemente dinámica, ofrece números y soluciones hilarantes
Dentro de la suma de situaciones y esquemas, encontramos pequeños robos por parte de una familia de clase trabajadora –vertida, eso sí, a un consumismo acrítico; un funeral de Estado donde conspiran ejemplares de la extrema derecha española, obsesionados para salir de la Unión Europea; el rutinario intercambio de impresiones entre dos desapasionados senadores que esperan su turno para asesinar al césar –un gag muy del estilo de los Monty Python, sobre el golpe de estado y el tedio; el chantaje al director de un diario a punto de destapar un escándalo político; el popurri demente de una abuela que defrauda hacienda, etc.
La dirección, enormemente dinámica, ofrece números y soluciones hilarantes. Los seis intérpretes, librados a un ejercicio de fregolismo desenfrenado, asumen en total una treintena de personajes, en un trabajo muy físico, de farsa coreografiada. No falta el merengue –estamos hablando del Real Madrid– ni tampoco el rap, a cargo de un Tarrida con mucho flow que hace pensar en el gamberrismo ilustrado de Nao Albet i Marcel Borràs. Marc Domingo hace estallar en carcajadas a la concurrencia con su composición de una abuela al estilo de las Teresines, y también en una recitación de postres a la italiana donde se impone una inventiva exuberante – "ni ratafía ni rata caliente"– y una fértil improvisación. Encontramos, además, rancheras –autohomenaje y revisión crítica de cuando los Dúo Fàcil hacían de mexicanos– y una canción Disney para cantar al Hércules de la corrupción. La verdad es tan loca que resulta inverosímil. Y, visto que nuestra capacidad de revuelta parece desactivada, como mínimo nos podemos reír de todo.