Antonio Rubio está disgustado y mosqueado y no lo esconde. Él y Manuel Cerdán publicaron el 12 de junio de 1995 la primera entrega de una exclusiva que armó un estruendo colosal: "El Cesid grabó y archivó en su 'cintateca' conversaciones del Rey y de sus amigos". Aquella serie de reportajes provocó las dimisiones de los entonces director del Centro Superior de Información de la Defensa (Cesid), el teniente general Emilio Alonso Manglano; el ministro de Defensa, Julián García Vargas, y el vicepresidente del Gobierno español, Narcís Serra. También movió un espeso juicio del que, finalmente, sólo salió condenado, por revelación de secretos, el coronel Juan Alberto Perote, jefe de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales del Cesid.
Es la misma exclusiva que ahora recicla el digital OK Diario para exponer los amores de Juan Carlos I con señoras que no son la suya.
Tiene gracia que el mismo material del Cesid que en 1995 servía para acosar a Felipe González se use ahora para presionar en favor de una de las partes en la guerra de los comisarios que dirigían a la brigada política organizada por la anterior cúpula del Ministerio del Interior.
En 1995, Cerdán y Rubio trabajaban en El Mundo. Eran pareja profesional de hacía tiempo. Habían hecho fama en Interviú. "Desde 2003 no tengo nada que ver con este señor", dice ahora Rubio de Cerdán. Este último es quien firma las piezas más calientes sobre el rey emérito en OK Diario, que dirige Eduardo Inda, uno de los periodistas (con Esteban Urreiztieta) que los policías en guerra utilizan para publicar este tipo de historias desde que estaba en El Mundo.
"Es el mismo material de 1995. Está todo publicado", añade Rubio a El Nacional. El veterano periodista, ahora director del Máster El Mundo y de Periodismo de Investigación, Datos y Visualización, explica que Cerdán sólo versiona "el material que se llevó" cuando se marchó del diario madrileño.
Profesión de guerra
El periodismo es profesión de guerra, real o virtual, con batallas largas, enroscadas, subterráneas. Este caso, que apenas parece una madrileñada, ayuda a captar en qué territorio el periodismo se convierte en política para otros medios, a veces sin conocimiento de los mismos periodistas.
Aquellas primicias de Rubio i Cerdán de 1995 eran parte de las hostilidades contra el agónico gobierno de Felipe González. Las manejaba el sindicato del crimen, nombre con que Juan Luis Cebrián bautizó al grupo que después se formalizaría en la Asociación de Escritores y Periodistas independientes (AEPI), con nombres como Pedro J. Ramírez, Luis María Anson, Luis del Olmo, Federico Jiménez Losantos, Raúl del Pozo...
La conjura era una casa con muchos pasillos. Detrás de Perote, o quizás al lado, también operaba Mario Conde, por ejemplo. Hoy aquella conjura es humo que se llevó el viento. En aquel momento, sin embargo, se decía que "podía hacer saltar el Estado por los aires" porque revelaba el alcance de la guerra sucia del Estado contra ETA. De hecho se reveló y el Estado sigue en plena forma.
En aquel momento, hace 22 años, las conversaciones del Rey que ahora levantan tanta polvareda no se revelaron. El nivel de protección de la Casa Real era muy alto y sus miembros no se habían expuesto tanto como estos últimos diez años. El Rey no podía ser moneda de cambio en ninguna guerra política. Impensable.
De hecho, el contenido de las conversaciones aparece sólo de paso en la sentencia que condena a Perote. El ponente del caso y presidente del tribunal, el irreductible juez (antes fiscal) progresista Perfecto Andrés Ibáñez, retrata la actividad del Cesid de registrar y guardar todo tipo de conversaciones de ciudadanos como una violación de los derechos fundamentales, pero pasa de puntillas por su sustancia: "algunas de las [conversaciones] tenían (...) carácter puramente sentimental —descrito como 'palabras de amor' o 'ligue' en la etiqueta de la cinta (...)", dice Andrés en uno de los 70 folios de la sentencia dónde trata del contenido de las grabaciones del Cesid.
Aquellas "palabras de amor" de Juan Carlos I del 4 de octubre de 1990 son hoy, tendidas por OK Diario, el escándalo de la semana en un contexto muy diferente: la guerra sucia es ahora entre dos comisarios y por en medio están la Operación Catalunya y el pequeño Nicolás, Corinna Sayn-Wittgenstein y Bárbara Rey, etcétera, en un entorno donde la Casa Real ya es un premio más de la tómbola.
Las grabaciones de los años 90 las patrocinó el gobierno de entonces, del PSOE, como apoyo a su política antiterrorista. Se le escaparon de las manos. Las actuales grabaciones, las de Jorge Fernández Díaz con Daniel de Alfonso, entre otras, las patrocinó el gobierno del PP como apoyo a su política antiindependentista. También se le han escapado de las manos. Tiene gracia. Nunca termina.