Only murders in the building, serie estrenada en Disney Plus, es una de las revelaciones del año por su capacidad de intrigarnos y hacernos reír a la vez.
Las apariencias engañan
De la misma manera que en la vida no te puedes fiar de las apariencias, hay series que, a primera vista, engañan, y es el caso de Only murders in the building.
Podíamos dar por supuesto que una serie con Steve Martin y Martin Short de protagonistas nos divertiría, como también que no lo tendría difícil para destacar en un género, la comedia, que no es especialmente regular en términos de calidad. Pero lo que no nos podíamos imaginar es que esta serie estrenada en Disney Plus se convertiría en una de las grandes sorpresas del año y que sabría sacar tanto provecho de sus premisas.
El argumento consigue, por sí mismo, generar una sonrisa. Los protagonistas son tres vecinos de un mismo edificio, dos viejas glorias y una chica con muchos secretos, que lo único que tienen en común es, su afición por los podcasts de True Crime, y más concretamente uno que conduce la pérfida Cinda Canning. Una noche, aparece muerto uno de los vecinos, y aunque la policía lo pretende tipificar como suicidio ellos están convencidos de que se trata de un asesinato.
Al principio, llegan a dudar de si son sus ganas que sea un crimen, pero pronto encuentran pistas que les dan la razón. Así se convierten en detectives amateurs para grabar su propio podcast y tratar de aclarar el caso, que llega mucho más lejos de lo que se pensaban.
La semana se hace larga
La serie cuenta con el mismo Steve Martin entre sus creadores y guionistas, y se nota. Este veterano actor, productor y músico siempre ha sido uno de los grandes del género y aquí aporta su gusto por el humor inteligente, corrosivo y, a ratos, políticamente incorrecto. El secreto de Only murders in the building es que funciona en sus dos frentes fundamentales.
En el de la comedia, porque contra todo pronóstico arriesga mucho. Los diálogos, ingeniosos y siempre ambivalentes, se complementan con unas inesperadas incursiones al onirismo que le dan un aire atolondrado absolutamente impagable. Sólo hay que ver gags como lo que tiene que ver con Sting y su supuesta manía a los perros (atención a la predisposición del cantante a reírse de él mismo), la reunión de vecinos para velar al muerto aunque nadie lo soportaba o los intentos de uno de los personajes para superar sus traumas sentimentales y empezar a salir con una vecina.
En el de la intriga, el que generaba más incertidumbres, es donde más desarma y el que le acaba dando un verdadero sentido: el misterio no es un simple pretexto para el humor, sino que está muy bien elaborado, los giros están rematadamente calculados y consigue una prodigiosa armonía entre ambos registros.
Only murders in the building funciona tan bien gracias a esta sincronización entre comicidad y tensión, entre inquietud y sonrisas, entre una vieja generación (Short y Martin, en su salsa) y una nueva (Selena Gómez, espléndida). Acaba erigiéndose, pues, en la perfecta representación de la fragilidad de las apariencias.
Nunca puedes dar nada por sobrentendido de las personas que tienes más cerca y, en el mundo de las series, de las expectativas hacia lo que te dispones que ver. Esta, además, nos interpela, porque saca al detective que llevamos dentro y nos hace viajar a los tiempos en que una serie podías degustarla en lugar de fagocitarla. Cuando un título que estrena un capítulo por semana consigue que la espera se haga larga quiere decir que está haciendo alguna cosa mucho, muy bien.