Hace días que los ambientes políticos y periodísticos de Madrid –y en parte, también de Barcelona– se preguntan quién será el Pich i Pon de nuestro tiempo. Tomando el ejemplo histórico del régimen interino que rigió Catalunya desde la fallida proclamación del Estado Catalán dentro de la República Federal Española de Lluís Companys, en octubre de 1934, hasta la victoria del Frente Popular y el retorno del president a Catalunya, han sido varios los nombres que se han puesto sobre la mesa para el nuevo hipotético cargo de "gobernador general y president de la Generalitat de Catalunya" en caso de ser aplicado el famoso artículo 155 de la Constitución.

La lista de posibles delegados por Madrid para regir Catalunya en caso de que se anule o limite la autonomía por parte del gobierno Rajoy que circulan en las redacciones y despachos, incluye a varios dirigentes del Partido Popular, desde el delegado del gobierno español en Catalunya Enric Millo a la ministra de Sanidad Dolors Montserrat, hasta la misma vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría; viejas glorias del catalanismo pactista como el exlíder de Unió Josep Antoni Duran i Lleida o el también exdiputado de CiU Josep López de Lerma; expesos pesados socialistas como los exministros Celestino Corbacho o Josep Borrell –con una presencia destacada en la manifestación unionista del 8-O–, pasando por el presidente del TSJC Jesús María Barrientos o el exministro, exdirigente del PP y hoy habitual de las puertas giratorias, Josep Piqué. De todos ellos se ha hablado como posibles "Pich i Pon".

Ahora bien, puestos a tener sentido histórico es interesante ver cuáles fueron los hombres encargados por Madrid para regir la Catalunya de la autonomía suspendida el año 1934. Porque Joan Pich i Pon es el más célebre, pero no el único de los gobernadores generales y presidentes de la Generalitat interinos del periodo 1934-1936. Ocho hombres de perfiles y procedencias muy diferentes se fueron sucediendo en el cargo. Algunos tuvieron un mandato más bien largo, otros, fugaz. En algunos casos pudieron formar gobierno e intentaron sacar adelante proyectos propios, en otros, sencillamente cumplieron con el mandato gubernativo estatal. Estos son los ocho nombres que rigieron Catalunya en aquel impasse excepcional:

1. El militar andaluz: Francisco Jiménez Arenas

“ORDEN

El Excmo. Sr. General Jefe de la 4a División me comunica lo siguiente:

“Sírvase hacerse cargo de la Generalitat de Cataluña, procediendo al arqueo de la caja y a la inspección de los distintos Servicios de la misa y de todas las funciones que correspondían al Presidente de la Generalidad, incluso de la ordenación de pagos”. En consecuencia, desde esta fecha asumo accidentalmente las expresadas funciones.

Barcelona, 7 de octubre de 1934

El Presidente accidental designado por la autoridad gubernativa de la 4a División.

FRANCISCO JIMÉNEZ ARENAS”

Nombrado por el general Domènec Batet el mismo 7 de octubre de 1934, después de decretar el estado de guerra, este coronel de intendencia de la IV División Orgánica –nombre con el que se nombró durante la II República a la antigua Capitanía General de Catalunya–, nacido en Órgiva, Granada, de 60 y pocos años, veterano de Filipinas y Marruecos, se convirtió después del Seis de Octubre en la máxima autoridad de Catalunya, como presidente accidental de la Generalitat, asumiendo todas las competencias administrativas de la presidencia y las conselleries.

Con el Estatut suspendido de facto, "el president" Jiménez destituyó al president Lluís Companys y su gobierno, los comisarios delegados en Girona, Lleida y Tarragona, y todos los cargos gubernativos nombrados por ERC. Al mismo tiempo, de acuerdo con el estado de guerra imperante, se produjo una fuerte represión contra organizaciones políticas y sindicales. Ciento veintinueve ayuntamientos gobernados mayoritariamente por ERC fueron disueltos, se prohibió la actividad de los partidos y sindicatos, se suspendieron diarios y revistas, de Solidaridad Obrera a La Humanitat, de La Publicitat a El Diluvio, y se clausuraron locales de asociaciones catalanistas y de izquierdas.

Como es conocido, hubo más de 4.000 encarcelados en los barcos prisión, como el Uruguay, donde encerraron al president y el Govern de la Generalitat. Los comandantes Enric Pérez Farràs, jefe de los Mossos d'Esquadra, y Frederic Escofet, comisario general de Orden Público, serían condenados a muerte en un consejo de guerra, y el Tribunal de Garantías Constitucional procesó a Companys y su gobierno, así como al alcalde y los concejales del Ayuntamiento.

A nivel interno, se impuso el castellano como lengua de la Generalitat y se recortaron competencias en educación y orden público, mientras el Parlament se convertía en cuartel militar, se derogaba el Patronato de la Universitat Autònoma y volvieron a ocupar los cargos vacantes, lo que el exgobernador civil de Barcelona y dirigente de Acció Catalana Claudi Ametlla llamó "una selección del país: una parte de regionalistas, de antiguos lerrouxistas desahuciados, de caciques sin clientela y algún carlista suelto".

Después de ocupar el cargo de presidente interino, el coronel Jiménez fue ascendido a intendente general y fue destinado a Valladolid. Participó en la preparación del golpe de estado del 18 de julio y fue capturado y encarcelado en el mismo barco-prisión Uruguay. La madrugada del 2 de septiembre de 1936 fue asesinado por milicianos anarcosindicalistas en el cementerio de Montcada. Su superior en Barcelona y el hombre que lo había nombrado, el general Domènec Batet, que ocupaba la capitanía general de Burgos, permaneció fiel a la República y fue ejecutado por los franquistas en esta ciudad, el año 1937.

2. El político gallego: Manuel Portela Valladares

Exministro monárquico como el presidente de la II República Niceto Alcalá Zamora y miembro de su corriente republicana centrista, Manuel Portela Valladares había entrado en la política de la mano del líder (y todopoderoso cacique) liberal gallego Eugenio Montero Ríos y había sido gobernador civil de Barcelona en dos momentos especialmente complicados: 1910, después de la Semana Trágica, y 1923, justo antes del golpe del capitán general de Catalunya Miguel Primo de Rivera.

El político gallego fue nombrado apenas aprobada la Ley de 2 de enero de 1935 que suspendía las atribuciones que el Estatuto de Autonomía atribuía al Parlament, y creaba la figura del gobernador general, nombrado por el gobierno central. De esta manera –y así lo sostiene el historiador Just Casas i Soriano en su historia de este periodo en la obra La Generalitat de Catalunya i els seus presidents– este cargo acabaría siendo una especie de "dictador civil". Aunque tenía atribuidas las prerrogativas de la Presidencia y el Consejo Ejecutivo que no habían sido derogadas, y que podía delegarlas, no nombró ningún gobierno.

Portela tomó posesión del cargo de gobernador y presidente el 10 de enero del 35 y lo ocupó hasta el 22 de abril, cuando dimitió para ocupar el Ministerio de Gobernación del gobierno de Alejandro Lerroux. A finales de 1935 su amigo Alcalá Zamora le encomendó la presidencia del Consejo de Ministros, organizando desde este cargo las elecciones de febrero de 1936.

Fracasada la operación centrista que pretendía encabezar de acuerdo con el presidente de la República, reconoció –contra las presiones que recibió de la derecha y de los militares– la victoria del Frente Popular y traspasó el poder el 19 de febrero de 1936. Este hecho, además de su fidelidad republicana y su adscripción a la masonería –en la cual tenía un alto grado– hizo que el régimen franquista, que no le perdonaba que hubiera facilitado el gobierno a las izquierdas, pidiera su extradición a la Gestapo, petición que no fue atendida. Murió en el exilio, el año 1952.

3. El magnate radical: Joan Pich i Pon

Sin duda el más conocido y el que ocupó más tiempo el cargo de gobernador y presidente, del 23 de abril, día de Sant Jordi, hasta el 28 de octubre de 1935, Joan Pich i Pon no sólo ejerció estos dos cargos de nombramiento gubernativo, sino que al mismo tiempo ostentó la vara de alcalde, convirtiéndose, en palabras de Amadeu Hurtado, en una especie de virrey: "Al salir Portela, pasó de momento sus poderes a Joan Pich i Pon, que ya había sido nombrado por él alcalde de Barcelona, y durante todo el mes Pich fue presidente de la Generalitat sin gobierno y alcalde sin ayuntamiento, resumiendo en su persona las funciones y autoridades de todos los consellers de Catalunya y de todos los concejales de la ciudad. Nadie, ni antes ni después, ha tenido legalmente tantos poderes en la mano en Catalunya como tenía entonces Pich i Pon. Eso venía a ser una burla hecha con más gracia que la ley del 2 de enero en la autonomía catalana al querer demostrar que un hombre solo podía suplir sin mucho esfuerzo a todas nuestras instituciones juntas".

No se puede decir que Pich i Pon fuera, sin embargo, un neófito en los asuntos políticos. Hijo de una familia humildísima, había tenido una muy pobre o casi inexistente educación, que había compensado con un espíritu emprendedor que lo había hecho marcharse de casa muy temprano para trabajar de aprendiz de electricista. En esta profesión prosperó hasta convertirse en un importante magnate, propietario de los diarios El Día Gráfico y La Noche, fundador de la patronal Sociedad de Indústrias Eléctricas y sus Anexos, presidente de la Cámara Oficial de la Propiedad y del Banco de la Propiedad, Comisario Regio de la Exposición de Industrias Eléctricas, posteriormente Exposición Universal, y, al mismo tiempo, miembro del Partido Republicano Radical de Lerroux, por el cual fue concejal, diputado, senador y subsecretario de Marina. La vox pópuli, sin embargo, lo conocía, aparte de todos estos méritos, por los divertidos errores o lapsus que se conocieron como "pichiponadas" y que, ciertas o inventadas, llenaron los diarios de la época.

Durante su mandato como gobernador y presidente, se levantó el estado de guerra, se devolvieron algunas competencias, y Pich i Pon nombró dos gobiernos. El primero, formado exclusivamente por dirigentes de la Lliga de Catalunya –el nombre del viejo partido regionalista durante la II República–, como los veteranos Lluís Duran i Ventosa o Joan Vallès i Pujals, así como dirigentes radicales, fue muy breve, y el segundo, con carteras asignadas contó con personalidades y técnicos próximos a Acción Popular y la CEDA. Algunos de los consellers, como el titular de Cultura Duran i Ventosa o el expresidente de la Diputación de Barcelona, responsable de Obras públicas, Vallés i Pujals intentaron desplegar una auténtica obra de gobierno, aprobando en este último el influyente Plan General de Obras públicas, que preveía muchas de las obras que se hicieron posteriormente, como el Eje Tranversal.

De los cargos catalanes, Pich i Pon saltó a Madrid como subsecretario de Industria y Comercio del gobierno de Lerroux. Implicado en el escándalo Estraperlo, que acabó con los radicales, dimitió de sus cargos. Murió en París el año 1937.

4. El juez: Eduardo Alonso Alonso

Eduardo Alonso Alonso era presidente de la Audiencia territorial de Barcelona cuando el 28 de octubre fue nombrado provisionalmente por el cargo, también provisional, de gobernador general y presidente de la Generalitat. Durante su brevísimo mandato de casi sólo dos semanas, mantuvo a los consellers de Pich i Pon en sus cargos e intentó una cierta normalidad dentro del estado de alarma que todavía permanecía desde el final del estado de guerra.

5. El banquero valenciano: Ignasi Villalonga i Villalba

Después del interinato de Alonso y con el PRR asediado por el descrédito de los casos Estraperlo y Nombiela, el 19 de noviembre de 1935 el presidente del consejo de ministros de la II República, el valenciano Joaquim Chapaprieta i Torregrossa, nombró a su coterráneo Ignasi Villalonga i Villalba para ocupar el delicado cargo de gobernador general y presidente de la Generalitat.

Hombre de negocios y miembro de la Derecha Regional Valenciana –organización valencianista conservadora que reunía sectores burgueses y agrarios, que proponía el accidentalismo como forma de gobierno y un programa reformista social cristiano, liderada por Lluís Lucía i Lucía y que formaría parte de la CEDA–, Ignasi Villalonga, con un claro pedigrí valencianista, fue elegido dos veces diputado por Castelló, el año 1932 firmó las conocidas como Normes de Castelló y tenía una relación fluida con el catalanismo. En medio de disputas entre radicales, lligaires y cedistas, se optó, pues, por la solución "de un catalanista afiliado en el partido de Gil Robles".

La presidencia del banquero valenciano sólo duró tres días más que la de su predecesor, ya que dimitió cuando cayó el gobierno Chapaprieta y se formó un gobierno de Portela con el apoyo y presencia de la Lliga, a través del ministro de Marina Pere Rahola i Molinas.

Villalonga, que antes de la Guerra Civil había presidido la Cámara de Comercio de Valencia, había fundado el Centro de Estudios Económicos Valencianos y había tenido un papel destacado en el Banco Internacional de Industria y Comercio y en la Compañía Española de Petróleo, después del conflicto –en el cual dio apoyo a los sublevados y participó en la reorganización de la economía del bando franquista– ejerció la presidencia de entidades emblemáticas como el Banco de Valencia o el Banco Central, además de participar en importantes empresas como Dragados y Construcciones. Su hija se casó con Julio Muñoz Ramonet, una de las grandes fortunas de la época del estraperlo y la economía de posguerra de Catalunya, conocido por su falta de escrúpulos.

Lluís Companys y otros miembros de su Govern encarcelados en el barco Uruguay, después de los Hechos de Octubre

6. El jurista catalán: Joan Maluquer i Viladot

La presidencia del viejo jurista Joan Maluquer i Viladot fue meramente testimonial –cuatro días entre el 14 y el 18 de diciembre de 1935–, y lo ocupó interinamente como presidente de la Comisión Jurídica Asesora de la Generalitat de Catalunya, que ostentaba desde 1932.

Miembro de una dinastía de abogados y jurisconsulto de prestigio, el año 1934 tenía casi 80 años y una larga carrera en la espalda: secretario del Primer Congreso Catalanista el año 1880, concejal de Barcelona en 1886, diputado por Terrassa-Sabadell y por Solsona, senador por Lleida, fiscal del Tribunal Supremo, decano del Colegio de Abogados y presidente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación, miembro de la Comisión del Apéndice de Derecho Catalán en el Código Civil, impulsor del canal de Urgell, fundador del Partido Monárquico Autonomista y miembro de la Lliga Catalana.

El 14 de abril de 1931, Maluquer era presidente de la Diputación de Barcelona, desde la que, como su vecino en la plaza Sant Jaume, el alcalde Joan Antoni Güell, conde de Güell, había llevado a cabo una tarea de normalización y catalanización en plena "dictablanda". Al mediodía, después de que Lluís Companys hubiera proclamado la República desde el balcón del Ayuntamiento, Francesc Macià se dirigió a la Generalitat, donde Maluquer se resistió a abandonar el cargo si no era con un acto de fuerza. Amistosamente, Macià –también veterano político y hacendado vinculado a Lleida como él– le cogió el brazo, y con este gesto sobre el caballeroso Maluquer se disolvió la Diputación monárquica.

Devuelto durante unos pocos días a la Generalitat, Maluquer formó un gobierno con sólo cuatro consellers, todos ellos de la Liga. Con el estallido de la Guerra Civil, se marchó al exilio y entró en la España franquista, donde parece que tuvo un desagradable encontronazo con el general Martínez Anido. Murió poco después de volver a Barcelona.

7. El financiero mallorquín: Fèlix Escalas i Chamení

Para sustituir a Maluquer i Viladot, que había accedido al cargo sólo de manera interina, el gobierno de Portela Valladares nombró el 18 de diciembre de 1935 a un financiero mallorquín que ya había sido conseller de Finanzas en los gobiernos de Pich i Pon, Alonso i Villalonga: Fèlix Escalas i Chamení. Mallorquín, había llevado a cabo una importante carrera en el mundo de los negocios en Catalunya: vicesecretario y, posteriormente, presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, y desde 1919 era director del Banco Urquijo Catalán, el principal banco de la industria catalana. Además, había sido diputado provincial de la Lliga y, como tal, vicepresidente de la Mancomunitat.

Según contó el periodista Joan Sariol, el Gobierno lo nombró sin consultarlo, porque no sabía a quién recurrir: "Por su carácter independiente queda nombrado...  Así sin desearlo me encuentro investido del cargo que renovadamente había declinado". Parece que el mismo Escalas había rehusado en anteriores ocasiones la responsabilidad de ser gobernador y presidente.

Escalas se esforzó en reorganizar la Generalitat y emprendió un programa de actuación, con la intención de que pudiera ser aplicado en caso de victoria electoral de su partido en las próximas elecciones. Como explicó a Sariol: "Fue una Generalitat muy catalana. Hicimos todo lo que podía hacerse en aquellas circunstancias. Patriotismo y honestidad caracterizaron nuestra actuación". Lo cierto es que desde la Generalitat, Escales favoreció los intereses de su clase social y de las empresas a las cuales estaba vinculado, derogando medidas laborales de la época de ERC.

Después de la Guerra Civil, Escalas –que había apoyado a los alzados– mantuvo de nuevo una intensa actividad empresarial y representativa, presidiendo la Cámara de Comercio y el consejo regional del Banco Urquijo. Al mismo tiempo, en un equilibrio difícil y complicado, intentó combinar el hecho de tener un cargo como el de Procurador en Cortes con un cierto catalanismo. En este sentido, presidió la Comisión Abat Oliba que llevó a cabo los actos de Entronización de la Virgen de Montserrat el año 1947.

8. El veterano republicano: Joan Moles i Ormella

La victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 supusieron el inicio del camino hacia la normalización política en Catalunya. El programa del Front Català d’Esquerres, el nombre con el que se constituyó el pacto de izquierdas en el Principado, incluía la amnistía de los presos y la recuperación del Estatut y las competencias perdidas. Antes de dimitir de su cargo y para evitar una situación de vacío de poder, Portela Valladares nombró a un veterano del republicanismo catalán para el cargo de gobernador general y presidente de la Generalitat.

Joan Molas i Ormella, buen amigo y contertulio de Francesc Macià, había sido concejal y teniente de alcalde de Barcelona y diputado por Lleida en las elecciones que ganó Solidaritat Catalana. Vinculado sucesivamente a la Unión Republicana, al Centro Nacionalista Republicano y a la Unión Federal Nacionalista Republicana, revalidó varias veces el escaño leridano. Y cuando no lo pudo hacer, por intrigas políticas, representó la provincia en el Senado. Como abogado, había sido decano del Colegio y había defendido a los jóvenes nacionalistas acusados por el Complot del Garraf, un intento de asesinar al rey Alfonso XIII, y los intereses de Francesc Macià durante la Dictadura.

Durante los primeros tiempos de la II República, a pesar de su proximidad con Macià –sus feudos electorales leridanos los habían hecho íntimos ya en tiempos solidarios– no ocupó ningún cargo, mientras de otros miembros de la vieja guardia republicana, como Amadeu Hurtado, Pere Coromines o Jaume Carner eran escogidos diputados. El año 1932, sin embargo, volvió a la política en el primero de una serie de cargos de responsabilidad en momentos difíciles: gobernador civil de Barcelona, alto comisario de España en Marruecos, gobernador general y presidente de la Generalitat de Catalunya y ministro de Gobernación en el ejecutivo de Casares Quiroga, justo antes del estallido de la Guerra Civil.

Desde la Generalitat, Moles restituyó los ayuntamientos suspendidos a raíz de los Hechos de Octubre y preparó el traspaso de poderes con Lluís Companys, que retornó triunfalmente a Barcelona y tomó posesión del cargo de presidente, elegido de nuevo por el Parlament, el 1 de marzo de 1936. Con aquel acto se ponía fin a un periodo transitorio y accidentado, donde ocho hombres ostentaron la máxima representación del país sin ser escogidos democráticamente y siendo nombrado gubernativamente.

Por lo que se refiere a Moles, que desde 1902 era albacea testamentario de Jacint Verdaguer –con quien se había relacionado en los tiempos que el poeta y sacerdote se defendió de sus acusaciones desde las páginas del diario republicano La Publicidad, se marchó al exilio y murió en México, donde publicó un estudio sobre el autor de Canigó.

 

 

Imagen de portada: Toma de posesión de la alcaldía de Barcelona de Joan Pich i Pon, a la derecha del coronel Martínez Herrera. Josep Maria Pi i Sunyer lee el nombramiento (11-1-1935) / (IMHB) ARCHIVO FOTOTECA.CAT