Ahora mismo tengo la biblioteca en medio desencajar. Acabo de cambiar de piso y me he visto obligado a embalar todos mis libros. No los he contado, pero han ocupado como mínimo más de cincuenta cajas que ahora se acumulan por el pasillo y mi flamante estudio-biblioteca. Me encuentro, pues, como Walter Benjamin escribía el año 1931, desenvolviendo mi biblioteca, de acuerdo con la traducción de Gustau Muñoz. Un texto que el amigo –y ahora vecino– Antoni Martí Monterde recomienda leer en cada mudanza. Benjamin, al texto ahora mencionado, escribía sin la biblioteca en los estantes, donde "no la cubre todavía el ligero tedio de la ordenación". Y precisamente la pregunta, como ordenar una biblioteca es un clásico entre aquellos que lo largo de los año hemos ido acumulando libros.
Se han dado muchas respuestas a la pregunta: hay quien los separa por géneros, por temáticas, por orden alfabético de autores, por literaturas, por idiomas, por colecciones y hasta por colores... Por fortuna, Anagrama acaba de publicar en catalán y castellano un clásico sobre la cuestión, el texto del editor y escritor italiano Roberto Calasso, que he ido reservando para leer estos días. El presidente de Adelphi ya reconoce de entrada que la cuestión de cómo ordenar una biblioteca es un tema "altamente metafísico" que no puede ser sino plural, en el cual la regla de oro es la del buen vecino: "en la biblioteca perfecta, cuando buscas un determinado libro, acabas cogiendo el que tiene al lado, que resultará más útil aunque lo que buscábamos".
Tengo que decir que esta regla de la afinidad y buena vecindad ya se ha producido a la hora de encajar mis libros, cuando de una de las muchas cajas ha salido el fortuito diálogo entre Jorge Semprún y George Orwell. Pero Calasso avisa que a veces los buenos vecinos no están de lado por afinidad, sino porque los han echado de todas partes por su tamaño, "como apátridas en una sala de espera" que les permita "acceder al desiderátum de todo libro: que lo utilicen" y recomienda no tener libros molestos, que una biblioteca no tendría que tener. Libros molestos para sus vecinos de estante.
Libros que no leerás enseguida
He tenido suerte que tener que responder pocas veces a la estúpida pregunta sobre si había leído todos mis libros –en el cual sólo se puede responder, sí, señor, y varias veces– pero me reconforta el consejo imperativo de Calasso sobre la necesidad de comprar muchos libros que no leerás enseguida: "Después, al cabo de un año, de dos, o cinco, debe, veinte, treinta, cuarenta, quizás llegará el momento que pienses que necesitas precisamente aquel libro –y quizás lo encuentres en un estante poco frecuentado de tu biblioteca".
Me consuela cuando pienso en tantos libros comprados en librerías de nuevo y de viejo, en mercados, en páginas de coleccionismo, en viajes, en todas partes, que esperan su momento conformando mi biblioteca. Libros, que como no han sido leídos todavía no tienen el rastro de la lectura que Calasso exige ante la desconfianza de los que quieren conservar los libros intactos –malos lectores, los considera. Tengo muchos que lo han sido todavía abiertos, subrayados, anotados, rellenos con papeles, con puntos que sobresalen, como algunos de los más leídos y releídos de los que conforman mis libros. De todos ellos, sin embargo, me duele una esquina chafada, una tapa rasgada, un lomo desenganchado. Heridas que oigo en carne propia.
"Los libros no hace falta que estén en orden –ni tampoco en desorden para revelar alguna cosa de su propietario. Pueden estar en cajas recién abiertas que alguna cosa se revelará" nos dice Calasso. En mi caso no lo tendría que decir yo qué dicen de mí, pero sí cuál es mi propósito a la hora de subirlos en las estanterías: Siempre que sea posible agruparé toda la obra de un mismo autor, con material complementario –memorias, biografías, estudios, correspondencias, etc. – en diálogo y afinidad con sus vecinos, con algún tipo de relación. Por ejemplo. Joan Sales dará paso a Rodoreda y esta en Obiols y la Colla de Sabadell. A pesar de todos los planes, el editor italiano avisa: "la ordenación de una biblioteca nunca tendrá –es más, no tendría que tener solución. Sencillamente porque una biblioteca es un organismo en constante movimiento".