Cervera, año 1026. Hace casi 1.000 años. Berenguer Ramón I —conde independiente de Barcelona— y su madre Ermesenda, viuda del conde Ramón Borrell y asociada al poder con su hijo, firmaban una carta de donación a favor de tres familias campesinas. Ese documento, expedido a favor de la familia formada por la viuda Guinidilda y sus hijos Miró, Guislabert y Amat, y de las parejas formadas por Bernat y su esposa Sança, y Bonfill y su esposa Amaltruda, tiene un valor extraordinario, ya que nos fecha la fundación de la ciudad de Cervera y nos revela la identidad de los fundadores, que aparecen identificados, únicamente, con el nombre de pila. La ausencia de apellidos es, a nuestros ojos, el hecho más sorprendente. Pero este sistema, aparentemente rudimentario, se utilizó en toda Europa durante toda la alta edad media (siglos V a XI).

En cambio, y poco después, en el año 1050, la cancillería barcelonesa extendía un segundo y un tercer documento relacionados con la fundación y consolidación de Cervera: el nombramiento de Amat Elderic d'Oris como senescal del castillo (gobernador de la plaza), y la transmisión de la potestad de la villa (la jurisdicción política, fiscal y judicial) a favor de la condesa consorte Almodís, protocolizada por el notario local Dalmau Isarn de Cervera. Tan solo un cuarto de siglo (1026-1050) separaban el documento primigenio y los dos posteriores, pero en la identificación de los intervinientes observamos una importante diferencia: la aparición de apellidos (Elderic, Isarn) y de apelativos (d'Orís, de Cervera). Había nacido un nuevo sistema de identificación. Pero, ¿con qué propósito y, sobre todo, con qué estructura?

Representación de una familia oligarquica romana. Gala Placídia y sus hijos. Font Mausuleu de Gala Placídia. Ràvena
Representación de una familia oligárquica romana. Gala Placidia y sus hijos / Fuente: Mausoleo de Gala Placidia. Ravena

La tradición romana

Durante la época romana (siglos III a.C. a V d.C.), existía un sistema formado por cuatro nombres: el praenomen (equivalente a nuestro nombre de pila), el nomen (a nuestro apellido paterno), el cognomen (un renombre relacionado con la actividad o con el origen de la familia paterna) y el agnomen (referido a una hazaña personal). Por ejemplo, el promotor del Arco de Berà (siglo I) se llama Luci Licini Sura, y si hubiera sobrevivido a la conclusión de la obra, probablemente habría añadido el agnomen "aedificator arcus". Pero este sistema era un privilegio reservado a las élites. Porque en el otro extremo nos encontramos, por ejemplo, a los dos grandes corredores de cuadrigas de Tarraco, dos personas de extracción humilde que se convierten en héroes populares de su tiempo y de su sociedad (siglo IV), pero que son conocidos únicamente con el praenomen: Fuscus y Eutiques.

La tradición germánica

Con la caída y la fragmentación del Imperio romano (475), ese sistema de identificación desaparece. En el territorio que, siglos más tarde, será Catalunya, los visigodos —aunque serían una minoría muy minoritaria— imponen su sistema, que está formado por un solo nombre (el equivalente a nuestro nombre de pila), pero con un significado mayestático. Y la documentación de la época (475-714) identifica a las personas con nombres como Arnau ("caudillo fuerte"), Albert ("hombre brillante"), Bernat ("oso fuerte"), Guillem ("padre o marido protector") o Robert ("hombre exitoso"), que trascendieron en el tiempo porque, en el nordeste peninsular, la rápida reacción carolingia al hundimiento visigótico y a la invasión árabe (conquistas de Nimes, 754; Narbona, 759; Elna, 777; Urgell, Empúries y Girona, 785, y Barcelona, 801) impediría la desaparición de la tradición onomástica germánica.

Representación de Noé y los suyos hija, inspirada en una familia oligárquica visigótica. Fuente Crónica Albeldense. Real Academia de Historia
Representación de Noé y sus hijos, inspirada en una familia oligárquica visigótica / Fuente: Crónica Albeldense. Real Academia de Historia

Los condados catalanes alrededor del año 1000

De esta manera, se llegó a los convulsos tiempos alrededor del año 1000. El reino de Francia, continuador del Imperio carolingio en el tercio occidental europeo desde 843, se encontraba sumido en una formidable crisis del poder central, que culminaría con un cambio de dinastía en el trono (los Capetos relevaban a los carolingios), con la independencia de las marcas fronterizas (la mitad sur de la Gotia —los condados catalanes—, Friul y Bretaña) y con la feudalización de la sociedad y de la economía (los barones territoriales habían usurpado el bien público —justicia, fiscalidad, castillos, ejército— y los excedentes de producción del mundo rural). Este cambio de paradigma es muy importante, ya que explica una de las causas que impulsarían que el nuevo poder territorial surgido de esa revolución feudal restaurara y, sobre todo, generalizara el viejo sistema romano.

¿Cómo aparecen los primeros apellidos?

Con la mal llamada revolución feudal, esos barones territoriales pasaron de la categoría de simples mayorales de carácter temporal a la de propietarios latifundistas, con un aparato militar, judicial y fiscal bajo su control directo, y con derecho a transmitir en herencia su patrimonio. El meteórico ascenso social de dichos personajes, los impulsa a adoptar un nomen (el nombre de pila del padre) y un cognomen (el lugar en el que está situado el patrimonio familiar) que los prestigia. Y ello explicaría la composición del nombre del primer senescal de Cervera: Amat (nombre de pila o praenomen romano), Elderic (nombre de pila del padre), d'Oris (lugar de origen familiar, el agnomen romano; en este caso, un castillo amojonado situado en el norte del condado de Osona). Pero hasta bien entrado el siglo XI, este sistema solo lo encontramos entre las clases privilegiadas de esa sociedad.

Representación de los condes catalanes del siglo X. Fuente Rollo de Poblet
Representación de los condes catalanes del siglo X / Fuente: Rollo de Poblet

¿Quién impone los apellidos a las clases populares?

Superada la barrera psicológica del año 1000 (y la cultura apocalíptica que se había generado en torno a esta cifra mágica), el continente europeo vive un incremento demográfico sin precedentes. Por ejemplo, en todo el reino de Francia o todos los condados catalanes (que ya se han independizado), se multiplican las roturaciones (la transformación de masas forestales en terrenos de cultivo) y la fundación de pequeñas comunidades sobre antiguas explotaciones agrarias romanas abandonadas durante las crisis altomedievales (siglos V a X). La confusión provocada por la repetición de nombres de pila de los cabeza de familia (esa dicha catalana de 'De Joans, Joseps i ases, n’hi ha a totes les cases') empuja a los barones feudales a imponer a cada familia (nuclear o extensa) un apellido diferenciador. Esta imposición tiene un propósito, claramente, de control fiscal y militar.

¿Qué apellidos se imponen y con qué criterios?

La imaginación no fue, precisamente, el valor que presidió dicho proceso. En los condados catalanes de los siglos XI y XII, los barones feudales impusieron a las masas populares apellidos que hacían referencia a un accidente geográfico (Riera, Torrent, Riu, Puig, Pujol), a una construcción (Camí, Pont, Mas, Cabana), a una actividad (Ferrer, Fuster, Pastor, Pagès), a un tipo de vegetación (Garriga, Gavarró, Bosc, Fàbrega) o, sencillamente, se transformó el nombre de pila del patriarca familiar en un apellido (Miró, Joan, Ferran). Y a la hora de imponerlos, tampoco se hizo ninguna concesión a la libertad de elección: los que vivían al lado del puente, eran apellidados Pont; los que se dedicaban a la ganadería, eran apellidados Pastor; o los que eran descendientes de un mayoral llamado Ferran, eran apellidados de este modo.

Representación de una escena de la época feudal. Fuente Universidad de Valencia
Representación de una escena de la época feudal / Fuente: Universitat de València

Los otros apellidos

El mismo poder impuso, también y por razones obvias, la obligación de transmitir el apellido a los descendientes. En la Catalunya del siglo XII, la inmensa mayoría de la población ya se identificaba con un nombre y un apellido, que se transmitía —casi siempre— por vía patrilineal. Pero a medida que transcurría el tiempo, este sistema adquiriría una gran complejidad. A los apellidos "indígenas" se sumaron los de las comunidades judía y morisca; los que, excepcionalmente, se transmitían vía matrilineal; los de origen aragonés, navarro o italiano, o, más tarde, los occitanos. En la entrega de mañana domingo, explicaremos la introducción de dichos apellidos en el paisaje social catalán medieval y moderno y desenmascararemos falsos mitos que se han difundido con relación al origen, la evolución, la transformación y la pervivencia de estos otros apellidos.

Mapa de los condados carolingios de la Marca de Gotia. Fuente Universidad de Barcelona
Mapa de los condados carolingios de la Marca de Gotia / Fuente: Universidad de Barcelona