Lo que distingue la buena comedia es su capacidad para hablar de la realidad conciliando espíritu crítico y sentido de la diversión. Cuando uno de los dos frentes está descompensado, el género pincha porque o bien resulta excesivamente complaciente y faltado de mordacidad, o bien se pasa de pretenciosa y excluye a una parte del público. Paso, poco pero pasa, que hay comedias que alcanzan la cuadratura del círculo y saben ofrecer un humor inteligente que hace unas diagnosis muy punzantes de nuestro entorno. Es el caso de La orquesta, que acaba de llegar a Filmin con el aval de ser obra del creador de Borgen, Adam Price.
Lo que distingue la buena comedia es su capacidad para hablar de la realidad conciliando espíritu crítico y sentido de la diversión
Una sociedad polifónica
Esta serie se centra en un universo laboral que, de entrada, podría parecer lejano y poco dado a la hilaridad: los protagonistas son los administradores y los músicos de una gran orquesta sinfónica. Pero Price y su equipo consiguen convertir este microcosmos en un escenario óptimo para la alta comedia, gracias principalmente a su manera de mostrar las contraindicaciones de un día a día marcado por las envidias, los egos y los conflictos sentimentales.
Price y su equipo consiguen convertir este microcosmos en un escenario óptimo para la alta comedia
Durante diez episodios de menos de media hora (se hace muy corta, por cierto), La orquesta es eminentemente un relato coral articulado a partir de dos personajes centrales. Uno es Jeppe, que acaba de ser ascendido a director adjunto de la orquesta. Es un hombre inseguro y extremadamente pulcro que no acaba de encontrar la manera de gestionar los conflictos. Además, está casado con la responsable del departamento legal, que lo engaña con uno de los músicos y le hace más de madre que de pareja.
El otro pilar de la historia es Bo, el segundo clarinetista (lo lleva mal, eso de ser el segundo), un hombre con tendencia a decir lo que piensa en el peor de los momentos posibles. También da clases particulares a Elin, que está enamorada de él aunque Bo insiste en actuar como un imbécil. Jeppe y Bo no inician su relación con buen pie, pero las adversidades los acaban uniendo más de lo que se esperaban.
Si La orquesta es una de las series más recomendables de la temporada es porque hace reír, y mucho.
Si La orquesta es una de las series más recomendables de la temporada es porque hace reír, y mucho. Lo consigue con unos personajes muy bien construidos que transmiten autenticidad y con unos diálogos afinadísimos que a menudo parodian los clichés de la comedia sentimental. Pero lo que definitivamente la eleva por encima de la media es como aprovecha la ocasión para disparar contra los elitismos culturales y la obsesión colectiva por la corrección política. No es casualidad, en este sentido, que Price haya escogido justamente una orquesta, la mejor metáfora posible de una sociedad polifónica y egocéntrica que constantemente tiene que hacer equilibrios entre los intereses y las apariencias. Por eso Bo y Jeppe son, en el fondo, el perfecto reflejo del espectador: el primero es la persona que en realidad querríamos ser, mientras que el segundo es el individuo en qué nos acabamos convirtiendo. Más series como esta, por favor.