¿Y si con un poco de alcohol en el cuerpo la vida fuera mejor? Esta es la tesis sobre la cual se estructura Otra ronda, la flamante ganadora del Oscar a mejor película extranjera en la edición celebrada este año. El film narra la historia de cuatro profesores de instituto en horas bajas y que deciden hacer un experimento: poner a prueba el estudio del psicólogo Finn Skårderud según el cual los seres humanos nacemos con un déficit de alcohol en la sangre. Para llevarlo a cabo, los cuatro protagonistas deciden beber alcohol durante la jornada laboral y de forma controlada con el fin de mantener el nivel óptimo de alcohol en el cuerpo: 0'5 gramos por litro en sangre.
De la película de Thomas Vinterberg se ha dicho que es un canto a la vida, una relectura de las convenciones sociales y un grito de alerta a la falta de moderación con el alcohol, pero más allá de todo eso, una de las curiosidades más sorprendentes del film es que del centenar de cervezas, vinos, whiskys, ginebras, vodkas, coñacs y todo tipo de brebajes que consumen a los protagonistas a lo largo de la cinta, uno de los dos únicos productos que se menciona con nombre y apellido es catalán: un cava, concretamente el Reserva de la Familia de Juvé & Camps.
Quien espere encontrar en la peli un clamor a favor del alcohol, que sepa que encontrará una defensa de la alegría. O, mejor dicho, de la desinhibición que provoca un punto de alcohol en el cuerpo. Sin embargo, también encontrará una crítica descarnada de los efectos nocivos de la droga legal más consumida del planeta, sobre todo si no se sabe hacer un uso responsable. La historia de los cuatro amigos empieza como un experimento con tono de divertimento y concluye con mal sabor de boca, ya que si el film nos deja clara una cosa es que el alcohol es agradable cuando quien lo controlas eres tú, pero se convierte en un problema con consecuencias trágicas cuando quien te controla es él. Precisamente es en este concepto, el de responsabilidad, donde radica también la existencia de una de las grandes maravillas de nuestro país como es el cava: una joya es por antonomasia un tesoro del cual se disfruta con moderación, a fin de cuentas.
Mientras que en la cena inicial del film los cuatro amigos piden beber "burbujas" y el camarero les recomienda un champán con el cual serán capaces incluso de oler las viñas de Francia, en la comida final, cuando piden de nuevo un vino con burbujas, el jefe de sala del restaurante se permite aconsejarlos y, de repente, entra en la cocina y pide servir "Juvé Camps", dicho así y sin aportar más información que esta. Es una lástima, pues, que en esta segunda ocasión el guión decidiera no explicar que aquel "Juvé Camps" es un cava que también permite transportarse a unas viñas, pero en este caso del Penedès, concretamente a tres zonas diferentes como son Espiells, Can Massana i La Cuscona, ya que Reserva de la Familia es uno Grand Reserva Brut Nature con una mezcla de Macabeo, Xarel·lo y Parellada proveniente de tres propiedades diferentes de la familia.
Habría sido bonito que el guion incluyera que tiene un color dorado pálido, o que alguno de los protagonistas hubiera elogiado las finísimas burbujas que crecen dentro de la copa para acabar coronándose en forma de rosal. Habría sido genial, en definitiva, que se oyera algún comentario analizando la intensidad y la elegancia de la fruta madura resonando dentro del paladar, supongo. Pero nada de eso se comenta en Otra ronda, evidentemente, quizás porque el vino espumoso también tiene una relación particular con el silencio: 36 meses de crianza dentro de la cava de una bodega son muchas horas de silencio, de reposo y de envejecimiento en las cuales, sin decir nada, dentro de una botella se está gestando todo aquello que algún día aquella botella nos dirá. Por eso Otra ronda ha ganado el Oscar, seguramente: porque el alcohol, sugestivo y tramposo a partes iguales, siempre nos dice alguna cosa.