Roca Editorial publica Con otros ojos. La biografía de Montserrat Roig, de Betsabé Garcia (la misma editorial ha editado una traducción al catalán). A los 25 años de la muerte de la periodista catalana, esta obra nos permite recuperar a un personaje que en vida resultó muy incómodo y que, después de su muerte, no siempre se ha valorado bastante en el mundo de las letras catalanas.

Los inicios

Montserrat Roig (1946-1991) nació en la España gris y oscura de la posguerra. Vivió en primera persona la represión ideológica y el clasismo imperante cuando estaba en la escuela de las monjas de la Divina Pastora. Con otros ojos explica que empezó a relacionarse con círculos críticos con la dictadura cuándo ingresó en el Institut Montserrat y en la Escuela de Arte Dramático Adrià Gual, donde conoció a Maria Aurèlia Capmany y a Ricard Salvat, e hizo amistad con la fotógrafa Pilar Aymerich, una amistad que se prolongaría durante toda la vida.

Polifacética

Montserrat Roig estaba decidida a vivir de la escritura, pero tuvo que pasar por múltiples empleos. Trabajó en prensa, dio clases a la universidad, escribió novelas, colaboró en la Enciclopèdia Catalana, hizo estudios históricos, se dedicó a la televisión... Así y todo, a menudo tuvo problemas para llegar a fin de mes. No obstante, encontró tiempo para involucrarse en política: participó en la Caputxinada, difundió el feminismo y militó en el PSUC (incluso se presentó, sin suerte, a las elecciones generales de 1977).

La más cosmopolita

Montserrat Roig escapó a las dinámicas bastante localistas de la literatura catalana de la época. Roig viajó mucho: pasó temporadas en Italia, en Gran Bretaña, en Francia... También visitó América: Argentina, Estados Unidos, México... Y sobre todo, Rusia, un país que la fascinó y que inspiró La agulla daurada, un reportaje sobre el asedio nazi a Leningrado. La experiencia vital de Rojo, que sobrepasaba en mucho los límites del país, la convirtió en un personaje extremadamente crítico con las pequeñeces de la cultura catalana. Roig tenía la clara voluntad de convertir la cultura catalana en una cultura con voluntad universal.

Disconforme

Montserrat Roig resultó incómoda, porque cuestionó algunos de los popes de la cultura catalana. Además, siempre reivindicó sus derechos como mujer y como profesional, una cosa que no siempre era bien vista en el mundo de la cultura, donde algunos creían que los escritores habían de dedicarse a la cultura catalana por vocación. Ella se reivindicó como escritora profesional, que tenía que cobrar de forma digna. Su forma de ser, crítica y reivindicativa, la llevó a problemas laborales en varias ocasiones: chocó con los dirigentes de Enciclopedia Catalana e incluso fue expulsada de Televisión Española por sus posicionamientos.

Catalanes en los campos nazis

Montserrat Roig, con su libro Nit i boira. Els catalans als camps nazis, fue quien puso al descubierto una tragedia ocultada en nuestro país: la muerte de miles de catalanes en los campos de concentración nazis. El franquismo siempre lo había escondido, porque se le podía acusar de complicidad por no haber defendido sus connacionales ante sus aliados nazis. Roig, tras muchas entrevistas traumáticas, dio a conocer la experiencia de los supervivientes: las torturas, la miseria, las humillaciones, la muerte, los hornos crematorios... Una obra que resultó muy complicada de hacer, pero a la que ella se dedicó con especial fervor. La realización de este reportaje cambió la vida de Roig, porque tuvo que enfrentarse a la tragedia vital de los antiguos internos que entrevistó. Después de eso, como periodista, no dejó de denunciar todos los abusos de la ultraderecha.

Progresista sin dogmatismo

Montserrat Roig simpatizó con el PSUC, y buena parte de sus compañeros y amigos militaban en esta formación. Ella se incorporó a él durante una temporada, y siempre se sintió próxima a este partido, pero no escondió sus discrepancias con los comunistas catalanes. Al fin fue excluida, para no doblarse a la rígida ortodoxia partidista psuquera. Joan Fuster, que hizo amistad con ella, describía su "personalidad literaria" de forma muy realista. ¿"Feminista? Pongamos: mujer. ¿Catalanista? Digamos: catalana. ¿Marxista? Como la mayoría de los marxistas del país: aproximativamente". Desde el principio, como escritora, ella decidió escribir sobre la burguesía catalana, y no sobre los obreros (cómo defendían a algunos comunistas que tendría que hacer), porque reconocía que su mundo, el que podía describir y criticar, era el mundo de la burguesía catalana. Pero eso, justamente, la llevó a distanciarse de los posicionamientos pujolistas, que rechazaba visceralmente por su conservadurismo burgués.

Desilusiones

El realismo, en Montserrat Roig, siempre fue más fuerte que su izquierdismo. Pese a su fascinación por el mundo soviético, no dejó de remarcar la opresión sufrida por los habitantes de la URSS. Mientras otros autores catalanes, como Víctor Mora, miraban fascinados el "mayo francés" de 1968, Roig se lo planteaba de forma mucho más crítica, y auguraba que no llevaría a una revolución proletaria, sino a la profundización de la revolución burguesa. Cuando todo el mundo elogiaba el destape, ella posicionó en contra. La periodista también se sintió muy decepcionada con la transición y de la política de olvido que impulsó: "Tengamos en cuenta que Franco murió en la cama. Ahora bien, olvidar cómo estamos olvidando muchas cosas, resulta peligroso. Somos hijos del franquismo, de las cosas buenas y de las cosas malas de la época franquista". El tiempo le daría la razón.

Al margen de la gauche divine

En una Barcelona en que algunos sectores de la gauche divine se otorgaban el liderazgo intelectual de la modernidad, Roig rebatió con frecuencia las posiciones de este grupo. En primer lugar les reprochaba su frivolidad: dudaba de que desde la discoteca Boccaccio se llevara a cabo ninguna revolución y creía, como se demostraría posteriormente, que se sobredimensionaba la importancia dada a la vida privada de sus miembros. Por otra parte, los reprochaba su visión elitista, que los alejaba de la gente de la calle. Y, finalmente, criticaba su nula preocupación por la cultura catalana.

El feminismo

Montserrat Roig es, sin duda, una de las escritoras feministas más emblemáticas de nuestro país. Durante su vida tuvo que soportar muchas discriminaciones como mujer; una vez entrevistó a Josep Pla, un escritor que admiraba, y este le preguntó porque, con aquellas piernas tan espectaculares, se dedicaba a escribir. Muchas de las obras de Roig, como Ramona, adéu o L'hora violeta, giran entorno a sus experiencias como mujer. Sin embargo, Roig tuvo diferencias sustanciales con algunas destacadas feministas catalanas. Son famosos sus enfrentamientos dialécticos con Maria Aurèlia Capmany: mientras Capmany creía que la maternidad esclavizaba a la mujer, Roig creía que la mujer no tenía que renunciar a ella y tuvo dos hijos. Por otra parte, se situaba a mucha distancia del feminismo más liberal, que defendía que las mujeres tenían que ocupar posiciones de poder como los hombres: "No queremos ser empresarios. Lo que queremos es que los empresarios no existan", afirmaba.

El catalanismo

Montserrat Roig siempre fue catalanista. Fue muy comentada su confrontación con las miembros del Colectivo Feminista a las Jornadas Catalanas de la Mujer de 1976. Ella se posicionó como catalanista, y aseguraba que era doblemente víctima, como mujer y como catalana. Las miembros del Colectivo aseguraban, en aquel momento, que la patria era "un invento del patriarcado" e incluso criticaban que algunas ponentes hablaran en catalán. Una de las cosas que Montserrat Roig soportó peor de la transición fue la renuncia de los partidos catalanes al derecho de autodeterminación, que todos habían defendido durante la transición. En 1990 reclamaba porqué, quince años después de la muerte del dictador, todavía no se hubiera ejercido este derecho.

Una obsesión gratuita

Explica Betsabé Garcia que una de las obsesiones de Montserrat Roig era el miedo a envejecer (otro era el miedo a la soledad). Estaba muy preocupada por su futuro. Pero en 1990 fue diagnosticada de un cáncer de mama. Ella intentó seguir trabajando, y en pleno tratamiento escribió muchos artículos de prensa e incluso una obra de teatro, La reivindicación de la señora Clito Mestres. Pero la enfermedad no cedió, y murió el 10 de noviembre de 1991.

Una obra exhaustiva

Betsabé Garcia recurre a múltiples fuentes para reconstruir la vida de Roig. Entrevista a buena parte de su entorno, consulta archivos públicos y privados, hace un extenso vaciado de hemeroteca y busca la bibliografía existente sobre el personaje y sobre su entorno. Combina estas informaciones con fragmentos de la obra de la autora que nos informan sobre su vida y su pensamiento. Es, pues, una obra con voluntad exhaustiva (de hecho, supera las 400 páginas). En algún caso, incluso un poco excesiva y especulativa: la autora a veces apunta, sin evidencias, cuál podría haber sido el pensamiento de Roig en algún caso o qué gestos habría hecho en un momento determinado. La obra hubiera mejorado si hubiera sido más reducida (parecen excesivas las cien páginas dedicadas a su juventud). Pero todo eso no es muy grave; lo más importante es que Betsabé Garcia reivindica una figura ejemplar de nuestra sociedad. La mayor virtud de esta obra es, justamente, existir.