"La literatura de no ficción es un cajón de sastre, que a veces puede acabar en desastre", admite Paco Cerdà. Desde la literatura, el periodista valenciano se ha convertido en uno de nuestros mejores cronistas de la posguerra. Lo evidenció en sus anteriores novelas, 14 de abril (Libros del Asteroide, 2022) y El peó (Ara Llibres, 2023). Ahora lo ha sublimado a Presentes (Alfaguara, 2024), relato que ya suma varias ediciones y de que ha vendido los derechos para ser traducido a siete lenguas (esperemos que muy pronto también aparezca en catalán del sur o valenciano del norte).
Esta vez Cerdà nos transporta al 20 de noviembre de 1939, madrugada fría en que se inició el séquito funerario para transportar el féretro del fundador de la Falange e icono mártir franquista, José Antonio Primo de Rivera, desde Alicante hasta Madrid. Tenebrosa travesía de once días, a pie, a través de centenares de kilómetros, por pueblos y villas que se habían mantenido fieles a la República, para máxima exaltación de la victoria golpista.
Un tenebroso desfile fascista que el escritor del Genovés relata alternándola con capítulos que se adentran en las historias de unos vencidos, conocidos o desconocidos (aquellas pequeñas historias con que Cerdà nos acostumbra a descubrir la Historia), que durante aquellas dos semanas, a pesar de tragarse el polvo levantado al paso marcial de las camisas azules, se convertían en paradigma de dignidad no dejándose vencer por el miedo. "No soy bueno en terminologías. De hecho, solo tengo una de terminología. Un día, bromeando con un amigo mucho literato, le dije: 'Mira, yo creo que no hago ni ficción ni no ficción, yo hago no fricción'".
¿Qué es la literatura de no fricción?
Si la ficción es la narración de hechos inventados, la no ficción es la narración de hechos reales sin que friccionen, es decir sin obstáculos en la mente del lector. Sin notas a pie de página constantes, sin atribuciones constantes, sin explicaciones a veces que pueden ser poco literarias. Es, si se me permite, la búsqueda del arte, pero teniendo un compromiso con la realidad.
Hasta qué punto te permites aquello que dicen licencias literarias.
No hago nunca recreaciones. Cuando explico con qué tipo de pluma se firma el testamento de una persona, o explico cómo iba vestida, las palabras que dijo, o incluso los sentimientos que experimentó, es porque estas palabras y estos sentimientos se han dejado por escrito. Después está la duda, que es una herramienta clave de la no ficción. Y lo tendría que ser de la literatura en general. Si me tomo alguna licencia literaria es la del estilo: de qué forma lo cuento. Cuando escribo, más que explicar, que también, me gusta emocionar. Y que esta emoción acerque a la reflexión. En Presentes, lo que me gustaría es que la gente pueda, más que conocer las dos partes de esta historia, vivirlas. Tener la sensación que está allí, que está oyendo el ras-ras del caminar, que está sintiendo la prosa fascista o falangista y al mismo tiempo que pueda oler la mierda de Eulàlio cuando está en el campo de concentración de Francia; que sienta la emoción de la Benigna cuando agarra las cartas del campesino Marcelino d'Alcorisa y le dice que cuide a los hijos, que les recuerde que deben estudiar...
Cuando escribo, más que explicar, que también, me gusta emocionar. Y que esta emoción acerque a la reflexión
Siempre me ha fascinado aquel momento en qué a los escritores se os aparece la idea, el relato...
Hace cinco años llegué de una manera azarosa a unas imágenes de YouTube del cortejo fúnebre de José Antonio Primo de Rivera, con su cadáver, un ataúd seguido de una larga procesión llena de hogueras, antorchas de fuego, simbología fascista... Una España mucho más negra de la que podemos imaginar en los inicios del franquismo, y ya es decir. Aquellas imágenes me impactaron muchísimo. Tenían una carga terrorífica brutal. Viendo aquel documental de 13 minutos del Departamento de Cinematografía Nacional, me surgieron un montón de preguntas: cómo lo hicieron, dónde pararon, quién se unió, cómo lo explicaron a la prensa, qué propaganda hicieron... Empecé a hacer investigación y descubrí que era un hecho muy poco documentado. De hecho, durante la escritura del libro, hablando con familia, amigos, periodistas... muchos de ellos me preguntaron si aquello realmente pasó: 467 kilómetros acompañando el cadáver de Primo de Rivera por la España fiel a la República, pasando por allí donde meses antes habían sido enemigos del bando fascista, franquista. El mensaje era claro: aquí mandamos nosotros, damos miedo, alerta. Creo que es el subtexto de aquella expresión megalómana era este.
No es la única historia que explicas. Combinas la crónica del séquito fascista con los relatos de los perdedores.
En el momento en que me hice todas aquellas preguntas, me empecé a interesar por el reverso de la historia, explicar la letra minúscula que va acompañando el gran relato: ¿qué debió estar pasando en la España que no aparece durante todo este peregrinaje? Es en aquel momento que vi claro que quería hacer un libro centrado en estos 11 días. Porque fueron únicamente 11 días de la historia de España, pero muy significativos. Es casi como la anatomía de un único instante, pero que permite explicar toda la posguerra, casi como una sinécdoque. Y al mismo tiempo, la historia me permitía escribir sobre un símbolo de la dictadura como fue el del mártir José Antonio, mucho más potente muerto que vivo. Me interesaba mucho acercarme a una figura artificiosamente creada por el franquismo.
Es casi como la anatomía de un único instante, pero que permite explicar toda la posguerra, casi como una sinécdoque
Una figura elevada a la condición de mártir, pero que generaba recelos dentro del mismo franquismo.
Muchísimos. Es una figura desconocidísima. Durante la dictadura, José Antonio Primo de Rivera tuvo una potencia icónica grandísima, pero en vida solo tuvo 46.000 votos. Tan solo el 0,4% de los electores lo votaron.
Y la percepción desde el ahora es que era un líder de masas.
A mí también me sorprendió. Así que empecé a documentarme muchísimo. Leí las mil páginas de las obras completas de José Antonio. Quería saber qué decía y cuáles eran sus palabras. Y cuál era el aroma de su retórica. Así descubro que es el hijo de un dictador que quiere vengar la mala prensa que ha dejado el recuerdo de su padre, Miguel Primo de Rivera. Es un abogado, es un intelectual. Es un enamorado de la poesía. Le gusta rodearse de una corte literaria. Está fascinado por el fascismo de Mussolini a quien visita en Italia. Pero claro, Mussolini estuvo 21 años al frente del partido fascista italiano. Y Hitler estuvo 24 años al frente del partido nazi alemán. José Antonio estuvo solo 3 años liderando la Falange. Solo fue diputado dos años y, como decíamos, obteniendo tan solo el 0,4% de los votos. Fue después de que se crea esa grande figura mesiánica, esa gran figura mística. Pero la Falange de José Antonio fue un movimiento muy contradictorio: defendía la violencia en unos años que la violencia era moneda común en muchos ámbitos ideológicos. Atacaba la democracia, reivindicaba la antipolítica, tenía los ingredientes de los populismos de la época...
Que, de alguna manera, resuenan en el presente
Tampoco quiero entrar demasiado en el presente ni establecer paralelismos, pero sí que es cierto que en aquellos contrastes tampoco tenemos que olvidar una cosa: era un chico de 33 años que muere fusilado.
El libro no esconde los errores del bando republicano.
En el libro aparecen figuras como el periodista comunista Manuel Navarro Ballesteros, aparecen socialistas a punto de ser ejecutados, aparecen republicanos en el exilio... Lo más fácil habría sido centrarse únicamente en la represión que sufrió el bando republicano, pero creía que si quería hacer un retrato de España durante el otoño del 39, hubiera sido deshonesto no mostrar realidades como, por ejemplo, la de los Caballeros Mutilados, este título ampuloso que creó el franquismo para atender la parte vencedora de la guerra que había quedado inválida. Más de 50.000 personas tullidas en esta burocracia kafkiana que daba 70 puntos si te habían amputado el pene, 50 puntos si te habían amputado la lengua, 30 puntos si te habían amputado el brazo... Hasta 583 tipologías de mutilaciones distintas. Así es como llego al personaje de Andrés. Quería rescatar su historia. El supuesto ganador de una guerra que ahora tenía que hacer cola para conseguir comida. El arrebato de los ideales tienen este reverso personal minúsculo en los libros de historia, pero a mí es lo que más me atrae cuando explico un episodio como el de la posguerra.
El arrebato de los ideales tienen este reverso personal minúsculo en los libros de historia, pero a mí es lo que más me atrae cuando explico un episodio como el de la posguerra
Ya nos has explicado cómo descubriste la historia del séquito funerario de Primo de Rivera, ¿pero cómo llegas a los otros personajes, reales, que habitan el relato?
Allí había una dificultad enorme, que era que todo pasara en esos 11 días. Me cree laberintos para intentar escapar de ellos. Ya lo hice en El peó, en los 77 movimientos de la partida entre Fischer y (Arturo) Pomar. Quise que fueran 77 fragmentos y que todos pasarán el año 62, el de la partida, y que todos pasarán en España o los Estados Unidos. Me marco muchas normas estúpidas, férreas y seguramente sin sentido. Pero también es una manera de limitarme por donde me moveré. En 14 de abril era lo mismo. No me interesaba lo que pasaba el 13 y el 15 de abril, sino ese día, el 14, y desde muchos puntos de vista geográficos, territoriales, ideológicos, de gente desconocida y de gente conocida. En Presentes la dificultad era que todo sucediera en los mismos 11 días de la gran exhibición y parafernalia que se hace con el cadáver de una persona de la cual se apropiará el régimen posteriormente.
Eso son muchas y muchas horas de investigación.
Soy uno puto obsesivo. La de búsquedas en Google que habré hecho de "20 de noviembre de 1939", "comunista", "campesino", "fusilado"... Son horas y horas y es mucha persistencia, hasta que encuentras que puedes hablar de Miguel Hernández porque esos días hay una orden de traslado de prisión y me permite contar las cartas que se escribe con su mujer, Josefina Aldecoa. Para mí Miguel Hernández es un mito. Es un paradigma de dignidad. Por la potencia emotiva de su poesía, por la dignidad de su figura, por su compromiso con las letras y con el pueblo, sería un crimen si lo olvidamos. O la historia del cantante de copla Miguel de Molina, que la descubrí de una manera totalmente insólita.
¿Cómo?
Iba en el coche con mi pareja. Estábamos escuchando un disco de Sabina y empieza a sonar la canción De purísima y oro. Es magnífica, un retrato muy cotidiano de la posguerra. Hay un verso que dice "y, en un barquito, Miguel de molina, se embarca, caminito de ultramar". Estaba escribiendo el libro y todo eran antenas. Así que me pregunté si durante aquellos 11 días le pasó alguna cosa a Miguel de Molina. Solo llegar a casa me puse a buscar. Accedí a varias hemerotecas y... ¡pam!: "Miguel de Molina reaparece en el Teatro Pavón de Madrid". ¿Reaparece? ¿Qué le pasó? Sigo buscando y descubro que, semanas antes, le habían pegado una paliza por "rojo y maricón" y lo habían abandonado a las afueras Madrid para que no cantara más. Acto seguido me compré las memorias de Miguel de Molina, las leo y veo el episodio completo. Paralelamente, busqué fotos del Teatro Pavón de Madrid de la época, para poder describirlo. También busqué la ficha técnica del teatro para saber la capacidad que tenía... De la suma de todo eso, se crea este capítulo de Miguel de Molina, Miguelillo, en que, de alguna manera, se muestra la resistencia de aquel que no se somete al miedo y que decide escoger el camino de la libertad. Cuando vivía estas serendipias, eran pequeños orgasmos que, de alguna manera, iban alimentando la esperanza que aquel reto que me había marcado, era posible.
Cuando vivía estas serendipias, eran pequeños orgasmos que, de alguna manera, iban alimentando la esperanza que aquel reto que me había marcado era posible
Esta investigación obsesiva está resumida en el último capítulo, Fuentes.
Son 23 páginas donde explico de dónde vienen cada una de las historias que explico, cómo conseguí llegar a ellas. Es una locura porque hay de todo: tesis doctorales, trabajos finales de máster, memorias, biografías, autobiografías...
Tú mismo hiciste el camino que siguió al séquito funerario de Primo de Rivera durante aquellos 11 días del otoño de 1939.
Visité todos los pueblos para poder describir montañas, ríos, campanarios, pueblos... Y quería caminar diez kilómetros, que eran los relevos entre portadores del féretro de aquel viaje. Quería vivir la experimentación de andar diez kilómetros por aquellos lugares con horizontes tan lejanos. Y quería andar al ritmo de los portadores de féretro, un paso muy lento. Así me di cuenta que, en aquel momento, en aquel otoño de 1939, la sensación era de inmovilidad, de conservadurismo. Nada avanzaba. Soy un ferviente seguidor de una frase de San Agustín, un pensador interesante. Decía que era cierta la división del tiempo en pasado, presente y futuro.
Solo hay un tiempo, que es el presente.
El presente de las cosas pasadas, el presente de las cosas presentes y el presente de las cosas futuras, que sería la esperanza, la ilusión, la proyección... Y la memoria no es pasado, la memoria es presente. Y reescribir el pasado, no en el sentido manipulador, te permite conquistarlo. En mi caso, lo que intento es dar voz a las historias minúsculas, las historias olvidadas, la historia de las personas más desconocidas, porque a través de ellos tengo la sensación que saco la cabeza de verdad a la historia, sin artificios, sin mentiras, sin propagandas. Por eso creo que la memoria es la vacuna contra la nostalgia que paraliza. Y actualmente, vivimos un desbocamiento de nostalgia. Y la nostalgia es un refugio artificial. Y la memoria nos sirve, precisamente, para no quedarnos en el pasado. La memoria sirve para cambiar, ser presente y diseñar un futuro más acorde con las enseñanzas que dejó el pasado.
¿En casa, el abuelo te hablaba de la guerra civil?
La respuesta está en el capítulo Los 47, donde explico la historia de las 47 personas que fueron fusiladas en el cementerio de Paterna. Es el único momento del libro en que hablo en primera persona. Salgo, temporalmente del 39, vengo al presente y reproduzco una conversación con mi abuelo. Mi abuelo tiene 99 años. Su padre era un electricista y había sido concejal republicano en Burjassot, su pueblo. Era miembro de un partido republicano moderado, pequeño. Él era concejal de sanidad. Durante la guerra, acogieron en casa a niños evacuados de Madrid. Aquellos niños iban al corral de casa, cogían algarrobar y decían: "¡Mmm, qué chocolate más bueno!". Al abuelo, todo eso no se le ha olvidado nunca. Cuando acabó la guerra mi bisabuelo fue detenido, y el abuelo desde aquella Semana Santa de 1939 y hasta el año 1943 estuvo yendo a la prisión Modelo de València a verlo, a llevarle comida, a atenderlo, a hablar con él, a vivir escenas de terror cotidiano que tantas familias sufrieron... Así fue hasta el mes de mayo de 1943, cuando sacaron al bisabuelo de la prisión, se lo llevaron al cementerio de Paterna y lo fusilaron. Habían pasado cuatro años desde que había acabado la guerra.
¿Cómo se llamaba el bisabuelo?
Paco, como yo. Está retratado en un cuadro al óleo, en el comedor de casa de mi abuelo. Cada semana voy a verlo y a charlar con él. Es una persona muy ilustrada, que se ha tenido que hacer a ella misma. Una gran persona. Una persona muy entera, con unos ideales muy serenamente vividos. Para él fue un trauma enorme. No se lo explicó nunca a sus hijos. No nos lo contó, que a su padre lo habían matado en la posguerra. Le he tenido que sacar las palabras con tenazas: en qué celda estaba, cuánto tiempo estuvo, qué pasó... Porque cuando hablaba un poco más, se desbordaba de emoción y lo pasaba mal. Para mí es memoria, era historia, pero para él es la puta vida.
¿Ya ha leído el libro?
Yo no le había explicado de qué iba el libro, ni menos todavía, que aparecía su nombre. Es una persona muy, muy reservada. Le di el libro y durante varios días pensaba: "¿Se lo digo? ¿Le pongo una marca? ¿Le leo esta página? Que se lo encuentre?". Finalmente, se lo dije. Me pidió que se la leyera. Me puse a su lado y la leí. Fue uno de los momentos más bonitos de mi vida.