Las enfermedades son una desgracia a la vida de cualquiera, y una experiencia que a menudo, para más años que pasen, nos marcan para siempre. Pero algunas dolencias pueden, también, pueden provocar revelaciones. Es el caso del pintor Joan Miró i Ferrà (1893-1983), que el año 1911 pasó una larga etapa de reposo en la masía que sus padres acaban de comprar en Mont-roig del Camp, en el Baix Camp, y le cambió la vida.
"Toda mi obra está concebida en Mont-roig"
Miró, entonces un empleado de abacería, fue a Mont-roig del Camp a recuperar-se de unas fiebres tifoideas, a las que se añadió una crisis nerviosa, y, lo más importante de todo, decidió allí que seria pintor. El Mas Miró de Mont-roig del Camp es, por lo tanto, el paisaje esencial de uno de los pintores más universales e influyentes del siglo XX.
De hecho, él mismo recordaría siempre que la fuerte huella del paisaje tarraconense en su pintura, hasta el hecho de afirmar que toda su obra era concebida en Mont-roig. A partir de aquella revelación que lo había hecho seguir el camino artístico, Miró pasó todos los veranos, hasta 1976, en la casa solariega, formada por varias construcciones de diferentes épocas, desde el siglo XVIII hasta el siglo XX, con capilla propia
Durante sesenta años, excepto los tres años de la guerra –durante la cual aquel edificio que había sido propiedad de la familia Ferratges, marqueses de Mont-roig, estuvo ocupado milicianos republicanos que convivieron con la madre y la hermana del artista– Miró devolverá cada verano desde París, Barcelona o Mallorca, para reanudar el vínculo con la tierra y encontrar la inspiración necesaria en el campo. No en balde, el mismo Miró comparaba su taller con un huerto y su trabajo con la de un campesino.
La casa de campo que inspiró La masía
Los parajes de Mont-roig no se pueden desvincular de la evolución pictórica del joven Miró. Las ermitas de Sant Ramon y la Virgen de la Roca son captadas en Mont-roig, Sant Ramon (1916) donde bajo la influencia cézanniana Miró capta un paisaje de color rojizo –que da nombre al pueblo– que siempre lo impactó. Más impresionista, el mismo año el pintor captó la playa donde iba a nadar en Playa de Mont-roig, y una vista del pueblo con su iglesia nueva en Mont-roig, el poble. La observación del pueblo y sus paisajes continuará con Mont-roig, el río y Mont-roig, el puente hasta que el año 1918, después de su primera exposición, inicia una etapa detallista, con La casa de la palmera, Huerto amb asno y Las roderas, tres perspectivas diferentes de la misma casa vecina del Mas Miró.
En Pueblo y iglesia de Mont-roig (1919) devolverá a la misma visión del pueblo desde otros perspectivas, antes de pintar una de las obras más emblemáticas de la obra mironiana, La masía –actualmente a la National Gallery de Washington- y que Miró pintó el año 1920, toma como modelo la casa de los masoveros de la masía. Si La masía cierra la etapa figurativa del pintor, otras obras como Terra labrada (1923-1924) o Paisaje catalán o El cazador (1924) no se pueden desentender de la relación con Mont-roig y su paisaje agrícola, ahora mezclados con referencias y símbolos surrealistas.
En los años cuarenta el creador se aseó un amplio taller en un edifici independiente, donde podía pintar y, especialmente, dedicarse a la escultura. El taller, de hecho, está hoy día en el mismo estado que lo dejó el año 1976 al pintor en su última estancia.
Todo esto lo podemos encontrar si nos acercamos a la finca del Baix Camp, porque desde el 2018 es posible visitar el Mas Miró, que con la Fundación Miró de Barcelona y la Fundación Pilar y Joan Miró en Mallorca, de Palma, conforman los tres vértice del triángulo mironiano.