Es extraño pasear por una avenida que no hace tanto estuvo llena de luces, fiesta, espectáculos, prostitutas y anarquistas paseando de manera incontrolable. Ahora también hay teatros pero ninguno que conserve su actividad innata desde hace cien años, cuando se comparaba el Paralelo con el Montmartre parisino y Barcelona era capital de la bohemia. De aquellos días sólo queda un edificio en pie - el Teatro Arnau - y la imaginación de aquellos que, como Xavi Barroso, autor de la novela La avenida de las ilusiones, se atreven a soñar despiertos con una época gloriosa que, para otros, sólo es un flash efímero del pasado.

En colaboración con la librería La Carbonera, el autor organiza rutas por la emblemática avenida y da un repaso a los vaivenes de los teatros, los cafés de moda y los personajes referentes de principios del siglo XX. Viernes pasado, los suscriptores/as de El Nacional pudieron disfrutar y, por unos instantes, viajamos al pasado para entender qué repercusión tiene el Paralelo con el movimiento obrero de la ciudad. Mucho, en realidad. Lo que ahora parece sólo una calle ancha que conecta la estatua de Colón con Plaza Espanya, antes era el espacio de entrada ideológica por antonomasia y uno de los puntos neurálgicos de la baja cultura, que también supo competir con el ocio burgués de la Rambla mientras veía actrices de barra convertidas en auténticas estrellas. Antes, pongámonos en antecedentes.

Xavi Barroso iniciando la ruta guiada delante de la librería La Carbonera / M.G.

El sitio donde los obreros olvidaban las penurias

A finales del XIX y principios del siglo XX, las edificaciones que se juntaban a ambos lados del Paralelo eran poco más que chabolas. Sin ninguna tecnología ni recursos demasiado esmerados, allí empezó a despuntar el teatro amateur y de baja cultura; también el espacio donde las ideologías más transgresoras tenían cabida. "Hay que tener en cuenta que esta zona era la única donde los obreros podían divertirse; vivían en condiciones horribles y muchos no sabían ni leer", explica el autor. Se ve, también, que convivían día tras día con reyertas entre grupos de pistoleros. No os imaginéis la típica imagen del far west donde dos personas hacen un duelo sin poner en peligro a nadie más; en este caso, la calle estava tan llena como un día de rebajas en el Portal de l'Àngel. Hay fotos que lo demuestran.

También existen instantáneas de algunos bares icónicos en los que ahora hay una sucursal bancaria o un restaurante americano de fast food; el Bar Chicago o el Bar La Tranquilitat eran punto de encuentro para anarquistas y revolucionarios, aquellos valientes que querían cambiar el establishment con ideas renovadoras y menos represivas. El Café Español, por otra parte, era el gran referente de la avenida. Nació como un pequeño local pero se fue convirtiendo en un espacio abierto a todas las ideas. No en vano se lo conocía como la República independiente del Paralelo - y entonces Ikea todavía no era ni una idea creativa. "En mi local caben tanto gitanos como monárquicos", decía Josep Carabén hijo, su propietario; en 1915, quitó las puertas para que fuera la casa donde cupiera todo el mundo. Donde se alzaba el edificio, hoy otro Café Español sirve cafés a extranjeros y barceloneses: de su antecesor, aparte de algunas fotos conmemorativas en el interior, no guarda ninguna semejanza.

El autor hace un recorrido por los teatros emblemáticos de principios del XX. / M.G

De teatro a Burger King

Hay un solar en una esquina del Paralelo que pertenece a un fondo de inversores. Se ve que el Ayuntamiento quiere comprarlo para hacer pisos sociales y convertir la planta baja en un centro cívico para ofrecer actividades; el antiguo propietario del teatro que había tenía la convicción de que allí sólo podía haber un espacio donde hacer cultura. Como el Teatro Condal, que todavía resuena por la ciudad: en 1903 se alzó como Gran Teatro Onofri, donde se hacían actuaciones de circo y pantomima y, actualmente, el edificio no conserva su estructura original.

Otro ejemplo es el Teatro Victoria, que en 1916 pasó de ser un circo donde se hacían espectáculos con leones, payasos y magos muy conocidos a ser un teatro. Nació en un contexto de profesionalización del gremio y con la voluntad de llevar el prestigio del ocio burgués de la Rambla al Paralelo. Pero dicen que la historia es circular: el año 2019, el Mago Pop lo compró para mostrar sus trucos de magia.

Fachada del Teatro Arnau, el único que queda en pie desde principios del siglo XX. / M.G

¿Y os suena el Teatro Cómico? Quizás no lo sabéis pero fue uno de los más importantes de la época. En palabras de Barroso, se especializó en la comedia en general y acogió diferentes compañías. "En aquella época no es como ahora, que hay programación, sino que se hacían 2 o 3 representaciones al día que muchas veces las hacía la misma compañía", dice el autor. "De aquí que la figura del apuntador fuera tan importante". Allí donde tantos obreros se emocionaron, una decena de personas comen hamburguesas sello Burger King.

La Rosalía de la época se llamaba Raquel

Más del 50% de la producción de los teatros del Paral·lel era en catalán, aunque después de la Primera Guerra Mundial esta tendencia se bifurcó, también favorecida por la represión de la lengua que pregonó Primo de Rivera. El dictador, además, también denunciaba lo que entonces se conocía como alternar: lo que hacían las mujeres que combinaban la profesión de camarera con prostituirse.

La prostitución es una de las oscuridades de la época del Paralelo; no sólo había mucha, si no que las prostitutas tenían un carné de colegiadas promovido por el Gobierno donde figuraban las revisiones. Se puede pensar que esta postura es transgresora para la época al situar a las mujeres en medio de un debate de preocupación pública. Nada más lejos de la realidad. "El carné y las revisiones no estaban pensados para las mujeres, sino para que los hombres no se contagiaran", explica Xavi, quien también dice que muchas actrices ponían por contrato que no estaban dispuestas a alternar.

Raquel Meller en la portada de la revista Time el año 1926. / Time

Y los años gloriosos del Paralelo pudieron tener entre sus filas a personalidades femeninas como Elena Jordi o Raquel Meller, auténticas referentes de mujeres artistas que se impusieron a lo que se esperaba de ellas como mujeres. La primera, empezó su carrera artística cuando llegó a Barcelona para montar un estanco después de haber dejado al marido en Berga. La segunda, tuvo un éxito inmediato que hace recordar a la Rosalía: en 1926 hizo una gira de 9 meses por Estados Unidos, grabó más de 400 canciones y triunfó tanto que la revista Time le hizo una portada. El mismo Charles Chaplin quería que protagonizara Luces de la ciudad pero dice la leyenda que ella rechazó la oferta porque el director no le caía bien.

 

Puede ser que muchos digan que la Avenida del Paralelo es sólo un sitio de paso llena de coches, autobuses y sólo algún teatro. Pero hace años, no tantos, era el punto donde las ideas artísticas y revolucionarias florecían y crecían. Dos de las grandes huelgas de la ciudad, la Semana Trágica y la huelga de la Canadenca, empezaron en esta calle. Quizás vale la pena conocer su historia y yo os animo a hacerlo: tantos secretos no caben en estas líneas.